La próxima semana se conmemoran diez años de los ataques terroristas del 11 de septiembre. Esta década, marcada por la revolución de la información y la continua globalización, ha creado nuevas amenazas para gobiernos y sociedades, proveyendo nuevos recursos de poder para los actores no estatales como los son los grupos terroristas.
Dentro de las realidades de hoy en día, debido al impacto de la información y a las tecnologías más avanzadas, ha resultado mucho más fácil para los actores no estatales operar e influir en las sociedades, utilizando estos nuevos medios para sus propósitos. Las cibertecnologías han permitido a los terroristas (siendo Al-Qaeda el primer modelo) dejar de ser cuerpos jerárquicos altamente organizados y ubicados en zonas geográficas limitadas para convertirse en organizaciones horizontales transnacionales. La internet ha devenido una importante vía de comunicación no sólo entre individuos sino también un recurso para difundir instrucciones, enseñar y facilitar la comunicación entre los terroristas (incluido el lavado de dinero, la fabricación y activación de bombas, etcétera). Al mismo tiempo, la “Red” sirve como una plataforma para transmitir sus ideologías extremistas y también para tratar de imponer su narrativa influyendo de esta manera sobre la opinión pública.
Por otro lado, somos testigos de una nueva situación en donde el poder de los gobiernos ha disminuido debido a la descentralización causada por diferentes factores, entre ellos, precisamente la permeabilidad y facilidad de adquirir información, así como la creación de situaciones asimétricas anteriormente desconocidas. Estas nuevas realidades han expuesto a gobiernos y especialmente a las democracias que buscan autoprotegerse, a desafíos legales. Éstos incluyen serios debates sobre las herramientas que poseen las democracias, que están obligadas, por un lado, a proteger los derechos humanos y otros derechos básicos y, por otro lado, garantizar la seguridad y la protección de la vida de sus ciudadanos frente al terrorismo. Parte de los gobiernos también enfrentan situaciones en las cuales se abusa de la ley y de las medidas democráticas como un arma de guerra, tal como se da en las situaciones de guerras asimétricas como las de Irak y Afganistán, o la lucha de Israel en contra de Hezbolá y Hamas.
La amenaza que conlleva la era post 11 de septiembre 2001 está caracterizada por tendencias rápidamente cambiantes. Dicha amenaza crece aún más frente a los acontecimientos de los últimos meses en el Oriente Medio. Ante la desaparición del régimen de Gadhafi en Libia y el debilitamiento del régimen sirio, crece la inquietud de que actores no estatales y terroristas como Hezbolá, Hamas o el Yihad Global adquieran no sólo armas convencionales y cohetes, sino también armas no convencionales (de acuerdo a publicaciones recientes de prominentes centros de investigación). Otra amenaza puede ser el uso de tecnologías sofisticadas como lo es el ciberterrorismo.
Sin lugar a dudas, las realidades de septiembre 2011 y los prospectos del futuro exigen aún más el compromiso de los gobiernos de cerrar lagunas legales y políticas en la lucha en contra del terrorismo; debatir las tensiones entre la práctica operacional y las prescripciones legales-tradicionales de esta lucha; así como buscar maneras creativas para confrontar campos de batalla emergentes y sin fronteras. La cooperación intergubernamental es la única vía posible para formular un sistema efectivo, el cual erradicará el terrorismo o al menos disminuirá su impacto.
* Artículo publicado en la columna “Ideas mediterráneas” en Excelsior el 1 de septiembre, 2011. Rodica Radian-Gordon es Embajadora del Estado de Israel en México.
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