Sábado, 14 de marzo de 1964. Dos horas y diecinueve minutos duró la deliberación del jurado que condenó a Jack Ruby a la pena capital por el asesinato con premeditación de Lee H. Oswald, presunto magnicida del presidente John F. Kennedy el 22 de noviembre de 1963. Fue una de las deliberaciones más cortas de un jurado estadounidense. Un tiempo inusitadamente breve que sorprendió a todos, al juez Brown, a la defensa y a los centenares de periodistas que seguían el juicio. El poco tiempo para llegar al veredicto no fue ajeno al hecho de que el disparo a quemarropa de Ruby tuvo millones de testigos oculares, ya que fue retransmitido por la televisión a una sociedad conmocionada por el asesinato, dos días antes, del presidente Kennedy. A su vez, el primer magnicidio donde la televisión jugó un papel trascendental al repetir una y otra vez el trágico acontecimiento.
El poco tiempo que se tomó el jurado para decidir su veredicto contrastó con la lenta e inacabable fase preliminar para seleccionar al propio jurado. Desde el 17 de febrero de 1964, los estadounidenses asistieron al complicado mecanismo del estado de Texas para designar un jurado idóneo. La defensa y la fiscalía interrogaron minuciosamente a más de un centenar de candidatos entre los 900 ciudadanos preseleccionados. Los periódicos narraron diariamente el parsimonioso goteo de la aprobación de cada uno de los miembros del jurado, hasta completar el anhelado número doce. Era el 3 de marzo. Un día antes, el juez Joe Brown estuvo a punto de ser sustituido por problemas cardiacos.
Después, once días de juicio donde los testimonios más esperados fueron la mujer y la madre de Oswald. Antes declararon miembros de la policía de Dallas para explicar la presencia y la facilidad con que Ruby accedió a la comisaría de la ciudad. De sus declaraciones se deduce claramente el caos y la desorganización que reinó en las instalaciones policiales durante las 48 horas que trascurrieron desde que Kennedy fue tiroteado en el centro de Dallas. El mismo informe Warren subrayó el espectáculo delirante que reinó en la Jefatura de Policía y el increíble comportamiento de la prensa –había cerca de 300 periodistas- en las horas que precedieron al asesinato de Lee H. Oswald.
Después de la detención de Oswald en un cine de la ciudad, tras matar a un policía que lo interrogó en la calle, su ir y venir desde los calabozos al tercer piso de la Jefatura de Policía fue seguido en el interior del edificio por decenas de periodistas, policías, miembros de la fiscalía y, sorprendentemente, del mismo Jack Ruby, dueño de un club nocturno de la ciudad, sospechoso de estar vinculado con la mafia, que asistió el día 23 a la rueda de prensa del fiscal del distrito, Henry Wade. Su presencia sólo se entiende porque era un personaje de los bajos fondos con turbias relaciones con algunos policías de Dallas y su presencia en la comisaría no era extraña.
Volvió el día siguiente, cuando Oswald iba a ser trasladado por motivos de seguridad a la cárcel del condado. De nuevo, una multitud de policías, periodistas y cámaras de televisión se reunieron en la comisaría para presenciar su marcha. Pasaban veinte minutos del mediodía –hora local- cuando Oswald esposado al policía Jean Leavelle accedió al sótano para abordar el furgón. Ruby salió entre los periodistas y disparó a quemarropa un solo tiro con un revólver del 38. Oswald intentó protegerse o desviar el arma, pero las esposas que le ataban a Leavelle se lo impidieron.
En su juicio, Ruby se declaró inocente y argumento que el dolor por el asesinato de Kennedy le había causado una “epilepsia psicomotora” y que no era consciente de haber disparado contra Oswald. Pero el jurado no tuvo en cuenta sus trastornos de personalidad y su neurosis obsesiva, lo declaró culpable de asesinato con premeditación y lo condenó a morir.
En octubre de 1966, el Tribunal de Apelación de Texas revocó la decisión por testimonio indebido de los policías sobre sus conversaciones con Ruby cuando fue detenido y por la dificultad de haber recibido un juicio justo en Dallas en aquel momento. El 3 de enero de 1967, a la espera de un nuevo juicio, que se celebraríaen Wichita Falls, Jack Ruby murió de cáncer de pulmón en el hospital Parkland de Dallas. El mismo hospital donde murieron John F. Kennedy y Lee H. Oswald.
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