El 24 de agosto de 1943 falleció la filósofa francesa Simone Weil tras una corta vida. A sus 34 años ella era una activista política y se había entrenado con los anarquistas, trabajado en los campos, convertido a la cristiandad y escrito ponencias – cuyas publicaciones póstumas le aseguraron un status como una de las grandes filósofas religiosas del siglo XX.
En 1940, tras haber enseñado filosofía y haberse convertido al cristianismo, Weil se dio cuenta de que la religión no era solo algo que uno elegía, sino que podía ser impuesta. Dejó la enseñanza debido a las Leyes antijudías de Vichy y se fue al sur, donde se concentró en sus escrituras.
Si bien fue elogiada por muchas personas, desde el Papa Pablo VI a Albert Camus, varios escritores judíos la acusaron de ser antisemita. Ella era una dura crítica del judaísmo. Decía que la caída de la civilización occidental en su vida era el resultado de dos fundaciones hermanas e inestables: las culturas judía y romana. Su solución era abandonar su vieja fe y abrazar el cristianismo – aunque al final se mantuvo firme en su negación a ser bautizada.
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