Vidas desgarradas

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A partir de hoy, en varias salas cinematográficas de Cinépolis en todo el país, se proyectará la película documental Beyond Borders, Más allá de las fronteras. Se trata de una coproducción de Clío y el Independent Production Fund, compañía dirigida por Alvin Perlmutter, experimentado productor que ha ganado varios Emmys. El proyecto tardó una década en concretarse. Finalmente, con el apoyo principal de BBVA Bancomer y Cemex, otras instancias privadas y públicas, y el aporte generoso de Jaime Dávila, realizamos el documental. Lo que se recabe en taquilla irá al programa de la Fundación BBVA “Por los que se quedan”.


La película hilvana varias historias. Durante años, Julissa Arce temió que alguien, en cualquier momento, advirtiera su condición de indocumentada. Perdería su carrera como vicepresidente en la casa de bolsa Goldman Sachs en Nueva York, sería deportada a México y quizá nunca podría regresar a Estados Unidos. Constreñida por un sistema “que obliga a tomar decisiones que nos convierten en criminales”, compró documentos falsos. Así pudo acceder a un trabajo y pagar sus estudios. Al hacerlo honraba los sacrificios que sus padres habían hecho por ella. Aquella decisión cambió su vida.

La “paquetera” Elia Cano tiene una empresa de mensajería en Queens, Nueva York. “Un mini-UPS”, dice su hija, Isamar Padilla. Sus clientes son mexicanos, la mayoría indocumentados, que hacen envíos a sus familias en el estado de Tlaxcala. Cada semana, desde hace 15 años, Elia vuela de Nueva York a México y viaja después en autobús a Tlaxcala, para entregar los paquetes y recibir otros que las familias envían de regreso. Pero su labor no se limita a entregar y recibir paquetes: conoce a los familiares, habla con ellos, les transmite sus mensajes, los abraza, les toma fotografías. Es un puente entre las familias separadas por la migración. Isamar ayuda a su madre. Ahorra para cursar su maestría, pero su situación no es definitiva: los llamados “DACA kids” están en un registro de Migración y son rehenes de la política migratoria. Para Trump son moneda de cambio.

Los clientes de Elia cuentan historias tristísimas pero llenas de temple. Don Raúl, por ejemplo, envía un dije a su esposa por su cumpleaños. Llevan casados 29 años, pero no se han visto en ocho. Está atrapado en Estados Unidos, no puede circular libremente. Pero su trabajo permite una vida digna a su familia en México: sus dos hijos estudian ya en la universidad.

Judith Zambrano e Ismael Amaro tienen una pequeña casa con jardín y un columpio en Tuscaloosa, Alabama. Él lava albercas, ella se dedica al hogar. Sus tres hijas son ciudadanas estadounidenses por nacimiento. Llevaron una vida normal hasta la promulgación de la ley HB 56 en 2011, que facultó a la policía para investigar la residencia legal de cualquier persona. La gente empezó a gritarles en la calle “¡lárgate a tu país!”. Dejaron de salir para evitar a la policía. Tuvieron que confesar a sus hijas que un día cualquiera su padre o su madre podrían no regresar de la calle. “No entiendo por qué no nos quieren aquí”, dice una de ellas. La respuesta la da un senador republicano: “Haría todo contra ellos, salvo fusilarlos”. En un momento, como varios otros mexicanos del lugar, la familia decidió emular a Martin Luther King. Se incorporaron al movimiento “Somos Tuscaloosa”. Pero la llegada de Trump ha plantado nuevamente la angustia. Habitan una zona de racismo extremo.

Alicia vivió 30 años en Estados Unidos. Allá se casó y tuvo dos hijos. Un día no respetó un semáforo en rojo. Tuvo que presentarse ante un juez y éste ordenó su deportación. Llegó a Tijuana sin conocer a nadie y con sólo siete dólares en el bolsillo. Han pasado seis años y no pierde la esperanza de volver con sus hijos. Algo similar le ocurrió a Yolanda Varona. Cuando se vio deportada y lejos de sus hijos pequeños, sintió que era mejor morir. Ahora sólo puede verlos a través de la reja que se extiende por la frontera, apenas pueden tocar sus manos cuando se encuentran. “No somos criminales -clama Yolanda-, nos fuimos buscando un futuro mejor, una vida segura para los hijos”. Y concluye: “se están destruyendo familias, se están destruyendo vidas”.

Más allá de las fronteras es un testimonio de esas vidas mexicanas, heroicas, precarias, desgarradas. Viven allá, sobreviven allá. Sus raíces están acá, sus parientes, sus muertos. La zozobra es su estado cotidiano. Viven marcados. Con la X en la frente.

 
 
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