Capturado en Argentina a mediados de 1960, enjuiciado en 1961 y ejecutado en 1962, Adolf Eichmann permanece en la memoria colectiva con su imagen contenida tras una cabina blindada de cristal, escuchando los cargos que se le imputaban con aparente imperturbabilidad. Medio siglo después —y en estos días de recogimiento y reflexión— NMI recuerda uno de los capítulos que marcaron la historia de Israel, mostrando al mundo, gracias a la amplia difusión de los medios de comunicación, la narración en primera persona de los horrores que habían sido perpetrados por los nazis contra el pueblo judío durante la Segunda Guerra Mundial y que hasta la fecha habían permanecido en penumbras.
Las políticas del exterminio judío de principios de la década de 1940, así como el diseño de los programas y objetivos para su aniquilación, estuvieron a cargo del austríaco Adolf Eichmann. El “arquitecto del Holocausto”, como se le conocía, era el gerente general del mayor genocidio conocido, tal como lo indicó el escritor David Cesarani, profesor de Historia de la Universidad de Southampton (Reino Unido), quien se opuso a aceptar la defensa de Eichmann, centrada en la idea de que él solo era un soldado que cumplía órdenes. De hecho, en su más reciente biografía del “arquitecto”, Eichmann. Su vida y crímenes, Cesarani cita una frase que el ex SS pronunció en un discurso durante los últimos días de la guerra: “Saber que tengo sobre mi conciencia a cinco millones de judíos me da gran satisfacción”.
El juicio a Eichmann, que comenzó en abril de 1961 y se extendió por ocho meses, sirvió como elemento unificador de un naciente Estado de Israel moderno conformado por judíos inmigrantes de diversa procedencia, que hablaban idiomas diferentes y a veces parecían tener poco en común. Para el primer ministro israelí del momento, David Ben Gurión, significó, entre otras cosas, un instrumento político de gran valor.
Pero, además, el llamativo capítulo puso la mirada de los medios de comunicación del mundo sobre Israel, captando y difundiendo las historias de los sobrevivientes del Holocausto, relatos que hasta la fecha habían sido tabú y que se avivaron con la herida que significó la posibilidad de juzgar y condenar a uno de los personajes determinantes en la puesta en marcha de los horrores padecidos por el pueblo judío.
El fin de Ricardo Klement
Después de la guerra, Adolf Eichmann había logrado guarecerse en Argentina con la ayuda de una de las redes de salvoconducto tendidas por los nazis. Eichmann recibió un pasaporte falso con el nombre de Ricardo Klement, apelativo que lo identificó hasta que en mayo de 1960 fue capturado por el Mossad, organización israelí de Inteligencia y Operaciones Especiales.
Los espías lo emboscaron cuando regresaba de su empleo como técnico de la Mercedes Benz, lo mantuvieron oculto durante nueve días y lo enviaron a Israel en un vuelo de El-Al que había arribado a Buenos Aires desde Jerusalén, transportando a una delegación israelí que participaría en los festejos del 150 aniversario de la Revolución de Mayo. Un par de días después, Ben Gurión anunció a la Knesset que Eichmann había sido capturado por “un grupo de voluntarios judíos”, intentando mitigar el aguacero que se pronosticaba por violar la soberanía argentina. En realidad, habían procurado evitar que Eichmann fuese alertado y huyera nuevamente si se asumía todo el protocolo internacional, como sucedió un año antes con el pedido de extradición de Josef Mengele por parte de Alemania Federal.
Cuarenta y cinco años después, el Estado de Israel admitió al mundo su participación directa en la operación.
Los intríngulis de la historia son fértiles, y las anécdotas abundan: se habla de una pista que encontró Simon Wiesenthal en una postal de un conocido que ofrecía datos de Eichmann; de un sobreviviente de la Shoá que sospechó del pretendiente de su hija, quien resultó ser el primogénito de Eichmann; de una primera tarea de inteligencia que afirmó que Ricardo Klement no era la persona que buscaban, entre otras, narradas en filmes, entrevistas y libros inspirados en la historia.
En la cápsula de cristal
Quince cargos fueron formulados en contra de Adolf Eichmann en Jerusalén, haciéndolo responsable de la muerte de millones de judíos y de la puesta en marcha de la “solución final”. Cerca de cien ex prisioneros de los campos de exterminio testificaron contra el “arquitecto”, narrando por primera vez para el mundo los detalles de la experiencia bajo el régimen nazi. Muchos sobrevivientes habían decidido enterrar sus historias, pero el juicio se convirtió en la plataforma definitiva para dejar testimonio de los horrores del Holocausto. El mundo occidental, que tenía acceso a las sesiones a través de la televisión o la radio, manifestó su estupor ante los relatos que se circulaban 15 años después de terminada la guerra.
Eichmann escuchaba impávido dentro de una cápsula de cristal blindado que lo resguardaba. Israel lo quería con vida para juzgarlo. La defensa alegaba que el tribunal no era competente y estaba prejuiciado; Eichmann insistía en que solo había cumplido órdenes: “Mi cometido era ser técnico de transportes”, aseguró.
Intelectuales como Bertrand Russell, Elie Wiessel —sobreviviente de la Shoá quien luego recibiría el Premio Nobel de la Paz— y Hannah Arendt presenciaron las audiencias. De allí, la filósofa judía extrajo su famoso concepto de la banalidad del mal, sorprendida por la “normalidad” de quien era considerado un monstruo, lo que ponía de manifiesto, en este caso, que un asesino cruel no es necesariamente un hombre especialmente perverso, sino más bien un ser gris, burócrata, deseoso de pertenecer y ascender en su círculo de acción.
“No mató a nadie, pero como el arquitecto, él es responsable”, afirmó el director de relaciones internacionales del Centro Simon Wiesenthal, Shimon Samuels. “Faltó una cosa, lo más importante: remordimiento. Jamás, nunca. Eichmann no expresó ni una palabra de remordimiento para sus víctimas”.
En diciembre de 1961 Eichmann fue condenado a muerte por crímenes contra el pueblo judío y la humanidad, y llevado a la horca el 31 de mayo de 1962. Ha sido la única vez que Israel decreta una sentencia letal.
Fuentes:
St. John, Robert (1962). Israel. México; Biblioteca Universal de Life. www.ushmm.org, www.raoulwallenberg.net, www.henciclopedia.org.uy, www.es.shvoong.com, www.bbc.co.uk, www.clarin.com
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