Llevé a mi nieta a clase de cerámica que le encanta. Estaba triste porque su hermano se iba de viaje y no iba a poder ir, pero por otro lado se sentía privilegiada porque al no estar él, nos iba a rendir más la plata (kesef) y podría hacer algo más o al menos no tendría que preocuparse porque a la abuela le iba a costar mucho. Hicimos nuestro trabajo de pintar los platos que escogimos y después fuimos a mi casa para comer y compartir un rato. Hicimos miniaturas, jugamos con raquetas de ping pong y llegó la hora de peinarme. Me hace unos peinados divinos. A sus 12 años es toda una profesional. Cuando terminó me dijo que no veía por qué no se podía quedar a dormir (lishón) y así fue, como le pidió permiso a la mamá para quedarse en la casa de los abuelos, que es como un paraíso para los nietos.
Cuando se dio cuenta que no tenía cargador de celular me pidió que la acompañara al carro, porque le dije que abajo tenía un cable que podríamos conectar al computador para cargar su teléfono. Aunque tenía pereza, pues ya estaba avanzada la noche, para una abuela es casi imposible decirle que no a la nieta. Le dije que la acompañaba a cambio de que ella fuera conmigo a botar la basura del reciclaje y me aceptó. Cuando llegamos al botadero de los plásticos, saliendo del garaje (janaiá) que queda al lado del parque, le pregunté si quería ir al parque. Era una idea medio loca, pero nada más divertido que romper las reglas. Nos fuimos al parque a las 11 pm. No había que esperar turno para el rodadero, ni para el columpio (nadnedá) y sólo se escuchaba el silencio de la noche (laila). Lo mejor de todo es que nadie nos podía decir que estábamos locas, pues el abuelo se quedó dormido y los papás estaban en su casa, confiando en que la abuela la cuidaría bien. La ventaja en Israel es que la seguridad interna está garantizada. No hay casi robos, ni atracos. El peligro son los misiles, pero con el kipat barcel (cúpula de hierro), uno se siente tranquilo.’Al día siguiente la llevé a una clase de resinas para hacer objetos en acrílico y madera y también le encantó.
Pensé llevarla a la casa porque creí que el programa ya estaba largo y me emocioné cuando me dijo que quería venir a almorzar a mi casa y así fue como completamos las 24 horas más maravillosas que pudimos compartir, como dice ella, para las memorias. Se baja del carro con una sonrisa y me dice: “es que las dos somos artistas”.
Próximamente viajaremos juts la’arerz (fuera de Israel) y estoy emocionada de compartir también con los nietos del otro lado del charco que viven en Miami.
¡Precioso texto!!