A los 16 años, huyó de una secta judía acusada de cometer abusos. ¿Volverá a ver a su familia?

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Yoel Levy acababa de despertarse en su apartamento en las afueras de Tel Aviv un sábado del otoño pasado, cuando recibió una llamada que había estado esperando. Era su amigo Amir que se encontraba en el sur de México en un operativo de rescate.

“¡Tengo a mi hijo!” le dijo Amir a Levy.

Los jóvenes comparten un pasado extraordinario. Ambos se criaron en Lev Tahor, una secta judía marginal que ha huido de un país a otro durante la última década, huyendo de las autoridades y de las acusaciones de abusos a menores. Calificada de secta por el gobierno israelí, se cree que el grupo cuenta con unos 300 adeptos repartidos por todo el mundo.


Levy escapó hace cinco años, cuando tenía 16. Amir huyó un año después, a los 19, dejando atrás a la mujer con la que le habían obligado a casarse -una tía de Levy- y a su hijo pequeño.

La madre de Levy y ocho de sus hermanos permanecieron en el grupo, y él anhelaba volver a verlos. No hablado con ninguno de ellos desde que huyó, pero ha estado trabajando con un equipo privado de abogados y ex agentes de inteligencia israelíes que intentan desarticular el grupo y llevar a sus líderes ante la justicia.

Ahora el plan se encontraba en un punto crítico.

Amir explicó que al amanecer del día anterior había acompañado a policías mexicanos, intérpretes de yiddish y un exagente del Mossad en una redada en dos casas de la selva. Rescataron a unos 30 miembros de la secta Lev Tahor, incluido su hijo.

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Levy en el apartamento que compartía con la familia de su primo en la ciudad de Rishon LeZion, cerca de Tel Aviv.
(Jonas Opperskalski / For The Times)

Amir le dijo a Levy que ayudó a las autoridades a identificar a dos hombres que buscaban y que fueron arrestados bajo sospecha de tráfico de personas. También localizó al hermano de Levy, de 16 años.

Levy salió a su balcón y encendió un cigarrillo para calmar sus nervios.

“Voy a ir allí”, le dijo a Amir. “Voy por él”.

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Uno de los primeros recuerdos de Levy es su primer corte de pelo. Fue una ceremonia ritual dirigida por Shlomo Helbrans, el fundador de Lev Tahor, una figura intimidante para un niño de 3 años que fue educado para venerarlo.

Esa experiencia tuvo lugar en el estacionamiento de Helbrans en Ste.-Agathe-des-Monts, una ciudad turística al norte de Montreal que se había convertido en el último refugio del grupo.

Helbrans había impartido clases en una escuela jasídica de su Israel natal antes de fundar Lev Tahor en la década de 1980, tomando el nombre -que significa “corazón puro”- de un salmo. Fiel a su creencia de que los judíos no debían habitar Israel hasta la llegada del Mesías, trasladó el grupo a Nueva York.

Dirigió una escuela religiosa en Brooklyn, pero tuvo problemas cuando la familia de un alumno de 13 años denunció su desaparición y acusó a Helbrans de lavarle el cerebro. El chico reapareció dos años después, diciendo que había abandonado a su familia por decisión propia, pero en 1994 Helbrans fue condenado por secuestro y cumplió dos años de prisión antes de ser deportado a Israel.

Poco después se marchó a Canadá y consiguió asilo alegando que había sido víctima de persecución en Israel por su oposición religiosa a la existencia del país como Estado judío.

La madre y el padre de Levy habían seguido a Helbrans a Nueva York, donde se casaron, y luego a Canadá. Se instalaron en un barrio con otras 50 familias de la secta Lev Tahor, incluidos sus abuelos maternos y sus otros hijos. Levy, nacido en 2001, era el segundo hijo de sus padres.

El yiddish era la lengua preferida del grupo y la única que Levy hablaba bien. Los niños y las niñas estudiaban en escuelas separadas y no se mezclaban. Algunas personas tenían trabajo fuera de la comunidad, pero las familias dependían de la ayuda social y la caridad. El padre de Levy solía estar fuera de casa solicitando donativos.

En algunos aspectos, el grupo era como muchas otras sectas ultraortodoxas. Ni siquiera su rechazo al sionismo era único o particular.

Pero Lev Tahor llevó al extremo la segregación de género, las restricciones alimenticias y el rechazo a la cultura secular.

Los miembros debían casarse en la adolescencia. El pollo comprado en la tienda estaba prohibido por la creencia de que los animales modificados genéticamente no eran kosher. No se enseñaba inglés. Mientras que los hombres vestían atuendos ultraortodoxos tradicionales, incluidos sombreros anchos de piel conocidos como shtreimels, el código de vestimenta de las mujeres era muy inusual: largas túnicas negras que llevaron a algunos medios de comunicación a calificar al grupo como “los talibanes judíos”.

A los niños se les enseñaba a mirar al suelo mientras caminaban hacia la escuela para evitar a vecinos no judíos o tentaciones seculares como las piscinas. A diferencia de las sectas jasídicas que conectan con Dios a través del baile, la música y otras expresiones de alegría, los seguidores de Lev Tahor vivían sombríamente. Incluso se desaconsejaba la risa.

El extremismo derivó en supuestos abusos. El grupo a menudo separaba a los niños de sus padres y los colocaba con otras familias, según varios exmiembros.

Levy sabía poco de sus padres y tenía relaciones tensas con sus hermanos. En Lev Tahor, se educaba a los niños para que se delataran unos a otros si incumplían las normas, lo cual, de paso, podía ganarles una paliza.

Casi todos los días algún compañero de la clase de Levy era sometido a castigos corporales, y un profesor bromeó una vez diciendo que necesitaba una mano mecánica para abofetear a los niños por él. Levy dijo que su primo fue golpeado con un palo por echar un vistazo a la piscina de un vecino mientras caminaba hacia la escuela.

Nada de esto le parecía demasiado radical a Levy, después de todo era la única vida que conocía.

Cuando tenía unos 8 años, Levy decidió que le gustaba la idea de llevar gafas, así que fingió que tenía problemas de visión. Cuando pillaron a Levy en la mentira, Helbrans dijo que le castigarían con “unas palmaditas”.

Todo el colegio fue convocado a una sala con un escenario donde de acuerdo con Levy un profesor le golpeó con un cinturón durante lo que pareció media hora. Cuando terminó, Levy besó la mano del profesor como se le había enseñado a los niños. Le costó trabajo caminar y su madre lloró al verlo.

Más tarde, cuando la comunidad estaba siendo investigada por las autoridades de Quebec, recuerda Levy, un profesor les dio instrucciones a él y a sus compañeros para que contestaran “no” si les preguntaban si alguna vez les habían pegado.

“No cuenta como mentira”, dijo el profesor, explicando que era lo que Dios quería que hiciera

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Un sábado de 2013, justo antes de que Levy cumpliera 12 años, su madre le dijo que la comunidad se mudaba porque las autoridades venían por los niños.

Su familia subió a un autobús alquilado la noche siguiente con destino a la zona rural del sur de Ontario. Era la primera vez que Levy viajaba por carretera y estaba demasiado emocionado para dormir, mirando por la ventanilla los vehículos de carga que los pasaban.

Unos meses más tarde, el grupo se mudó de nuevo y Levy se encontró en un avión rumbo a Guatemala. Cada vez sentía más curiosidad por el mundo exterior y empezaba a cuestionarse las cosas que le habían enseñado.

Cuando un hombre a su lado pidió hummus y galletas saladas, sintió un repentino antojo, preguntándose por qué no eran kosher.

En Ciudad de Guatemala, los miembros de Lev Tahor vivían en dos edificios de oficinas. La familia de Levy se apretujaba en dos habitaciones con literas y colchones en el suelo. Un piso por debajo de él vivía Amir, de 14 años, cuya familia acababa de llegar de Israel.

Al otro lado de la calle había un juzgado, y la visión cada mañana de una furgoneta entregando detenidos esposados le planteaba a Levy más preguntas sobre Lev Tahor. Se preguntaba si su propia vida era mejor que la de los presos.

En 2016, tras una redada policial llevada a cabo a instancias de las autoridades israelíes en busca de un niño desaparecido, el grupo volvió a ponerse en movimiento. Esta vez los miembros se dirigieron a una propiedad boscosa que Lev Tahor compró a un par de horas de la ciudad, en una región llamada Santa Rosa.

Las familias vivían en cabañas hechas de lonas, madera y hojalata. Cada semana, Levy tenía que presentar un informe detallado de su horario, incluido el tiempo que había pasado desayunando y hablando con sus hermanos. Aun así, consiguió aprender algo de español de los centroamericanos que se habían convertido al judaísmo y se habían unido al grupo.

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Yoel Levy, en el centro, con su hermano, Mendy, y su padre, Yehoshua, en su casa de Ste-Agathe-des-Monts, Quebec.
(Courtesy of Yoel Levy)

Entonces sobrevino la tragedia: El padre de Levy enfermó durante las vacaciones de Sucot. Al principio, los dirigentes de Lev Tahor le prohibieron ir al hospital, insistiendo en que la fe en Dios le salvaría. Cuando llegó allí, ya era demasiado tarde. Murió de un shock séptico y fue enterrado en un claro cercano al recinto. Yehoshua Levy tenía 45 años.

No pasó mucho tiempo antes de que Lev Tahor volviera a movilizarse, dispersándose por el sur y el centro de México en un intento de eludir a las autoridades israelíes que, según sus líderes, tenían al grupo en la mira.

Entonces llegó otra muerte, una que trastornaría a la comunidad. En julio de 2017, durante una limpieza ritual en un río, Helbrans, que entonces tenía 54 años, fue arrastrado por el agua.

Todos regresaron a la base del grupo en Guatemala, y Helbrans fue enterrado cerca del padre de Levy. El hijo de Helbrans asumió el control de Lev Tahor.

Nachman Helbrans demostró ser un líder más duro que su padre, prohibiendo la carne, el pescado e incluso los mangos locales. Según varios antiguos miembros del grupo, se obligaba a niños de apenas 12 años a contraer matrimonios concertados.

A los 16 años, Levy era mayor cuando el nuevo líder le emparejó con una chica de su misma edad. Levy no tomó bien la noticia, pero un tío le dijo: “Es tu pareja y tienes que aceptarla. No puedes decir que no”.

Esa noche se comprometió.

No podía dejar de pensar en lo miserable que se había vuelto su vida. Nachman Helbrans había obligado a la madre de Levy a volver a casarse y había colocado a la mayoría de sus 10 hijos con otras familias. Levy había sido enviado a vivir con uno de los líderes y se convirtió en su asistente personal.

Desobedeciendo las órdenes de mantenerse alejado de su madre, a veces se acercaba a la entrada de su choza. Si tenía suerte, ella le abría la puerta unos minutos. Otras veces la oía sollozar al otro lado. Tanto Levy como su hermano Mendy dijeron que un funcionario de Lev Tahor les pegó por intentar visitarla.

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Yoel Levy (izquierda), Mendy y otro hermano frente a su casa en Ste.-Agathe-des-Monts.
(Courtesy of Yoel Levy)

Una noche de otoño de 2018, con su boda aún pendiente, Levy decidió huir.

Encontró el número de teléfono de un converso que había abandonado el grupo. Luego se coló en la cabaña de su madre para pedir ayuda.

Más tarde, en su casa, metió algo de ropa en una bolsa de basura y esperó ansioso a que todos se durmieran. Hacia las dos de la madrugada, volvió a la cabaña de su madre y deslizó una breve carta bajo la entrada.

“Me voy y no pienso volver”, decía.

Levy caminó suavemente sobre las hojas crepitantes. En la puerta del recinto, le dijo a un guardia armado que tenía permiso para salir porque necesitaba documentos en Ciudad de Guatemala. El guardia le dejó pasar. Hizo autostop hasta un hotel donde le recogió el converso.

Cuando llamó a su madre esa mañana, ella lloró.

“Deberías volver”, le suplicó. “Es el único lugar judío”.

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Levy pasó sus primeras semanas de libertad en una comunidad de conversos centroamericanos que habían abandonado Lev Tahor.

Uno le regaló un smartphone. Buscando en Google por primera vez -en yidis, español y el poco inglés que sabía-, Levy descubrió YouTube y se enteró de que el presidente de Estados Unidos era un hombre llamado Donald Trump.

Un día se enteró de que su hermano Mendy -que tenía 15 años y acababa de comprometerse con su prima hermana- intentaba huir de Lev Tahor. Levy y uno de los conversos lo recogieron en un hotel de Ciudad de Guatemala.

Los hermanos volaron a Quebec con ayuda de la embajada canadiense. Fueron acogidos en Tosh -una comunidad jasídica a las afueras de Montreal- y cada uno vivió con su propia familia de acogida en apartamentos uno enfrente del otro.

El inglés de Levy mejoró espectacularmente con los episodios de “Friends” que veía en su teléfono, al principio sin darse cuenta de que los personajes eran actores. Aprendió que el mundo estaba formado por muchos más países que en los que había vivido. También se aficionó a las hamburguesas y al fútbol.

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Levy en su casa de Rishon LeZion. Tras mudarse a Israel, empezó a hablar de Lev Tahor en la televisión local.
(Jonas Opperskalski / For The Times)

Empezó a sentir que le habían educado con mentiras, y una de las mayores era que los únicos judíos verdaderos pertenecían a Lev Tahor. Preguntándose por qué Dios permitiría que existiera un grupo así, fue rechazando poco a poco la religión, acortando sus tradicionales orejeras y usando el teléfono en Shabat. Encontró trabajo en un comedor comunitario judío, pero lo despidieron por no hacer pausas para rezar.

Muchas noches, Levy pasaba horas buscando en Internet lo que el mundo exterior sabía sobre Lev Tahor.

Uno de los relatos más detallados que encontró fue un documental de 2014 de la Canadian Broadcasting Corp. que describía cómo los miembros -incluida su propia familia- habían huido de sus hogares en Quebec días antes de que un juez, actuando sobre acusaciones de negligencia, ordenara la acogida de 14 niños. En el documental también aparecía un antiguo miembro que declaró a las autoridades que tenía 25 años cuando se casó con una chica de 15 y que le aconsejaron castigar a los chicos golpeándoles con un alambre.

Shlomo Helbrans también apareció en cámara diciendo: “Nunca me he casado con niños en contra de la ley”.

En un inglés entrecortado, también restó importancia al uso del castigo corporal: “Decir que ningún niño recibe nunca… una bofetada de su mano, nunca jamás, es falso. Pero lo que sí puedo declarar muy firmemente es que el castigo físico a los niños en nuestra comunidad es mucho menos que el de la sociedad occidental”.

Levy también se enteró de que en diciembre de 2018 Nachman Helbrans había sido detenido por las autoridades mexicanas que trabajan con el FBI y deportado a Estados Unidos. Los fiscales federales le acusaron a él y a otras tres personas de secuestrar a dos niños en Nueva York y llevarlos de contrabando a México después de que su madre -hermana de Nachman- huyera del grupo.

¿Cómo era posible, se preguntaba Levy, que Lev Tahor no hubiera sido clausurado?

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Varios meses después de comenzar su nueva vida, Levy voló a Israel para reunirse con parientes que nunca había conocido.

A su tía paterna, Idith Baba, y a su marido les preocupaba que no supiera adónde ir cuando aterrizara, así que recibieron un permiso especial para esperarle en la pista.

“¡Yoel! Yoel!”, gritaban. Parecía sorprendido por sus abrazos.

Al día siguiente, en su casa de las afueras de Tel Aviv, Levy pidió ir a un barbero para quitarse el resto de los mechones de las orejas. Era viernes y esa noche empezaba la Pascua judía.

“Te llevaré el domingo”, le dijo su tío.

Levy insistió: “Quiero hacerlo ahora”.

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Levy, a la izquierda, se despide de su primo y compañero de piso Eliran Levi poco antes de abandonar su apartamento en Israel para embarcarse en un vuelo a Nueva York.
(Jonas Opperskalski / For The Times)

Mientras pasaba tiempo con sus parientes, Levy empezó a saber más sobre sus padres. Su padre, Yehoshua, tenía 17 años cuando conoció a Helbrans en un autobús en Israel a finales de los años ochenta. Hacía tiempo que sentía curiosidad por la religión y pronto empezó a estudiar en una yeshiva de Jerusalén. Allí conoció a uno de los primeros seguidores de Lev Tahor, el padre de su futura esposa, Odel.

En 1990, el padre de Levy comunicó a su familia que iba a seguir a Helbrans a Nueva York. Yehoshua tenía 27 años cuando se casó con Odel. Ella tenía 15.

Después de que un pariente leyera que Lev Tahor estaba siendo calificado de secta, la familia le rogó que regresara a Israel. Pero él dijo que era feliz.

Ahora, tres décadas después, Levy estrechaba lazos con sus parientes perdidos. Decidió trasladarse a Israel. Eso significaba dejar a su hermano Mendy, incapaz de desprenderse de la creencia -inculcada por Lev Tahor- de que era pecado vivir allí.

Levy encontró trabajo en una farmacia y, aunque le dolía hablar de su vida en Lev Tahor, empezó a conceder entrevistas en la televisión israelí a medida que mejoraba su hebreo.

Para entonces, Amir, amigo de Levy, había escapado de Lev Tahor y también se había trasladado a Israel.

Amir quería justicia. Al enterarse de que un antiguo administrador de la escuela Lev Tahor de Quebec estaba de visita en Israel, presentó una denuncia a la policía y el hombre fue detenido. Levy se unió a su amigo para ayudar a la policía a construir un caso. Los fiscales acusaron a Elazar Rumpler de abuso infantil y asalto – incluyendo la supervisión de la paliza que Levy dijo que había recibido en el escenario hace todos esos años.

Pero a finales de 2020, Rumpler huyó a Guatemala y el caso quedó en suspenso. Rumpler ha negado las acusaciones.

En una carta al Ministerio de Justicia de Israel, Levy pidió a las autoridades que trabajen con otros países para que arresten a Rumpler.

“Es su responsabilidad salvar a mis hermanos y a mi madre”, escribió. “Por favor, no se queden de brazos cruzados”.

Nunca recibió respuesta.

Mientras tanto, había otras iniciativas en marcha para ayudar a la gente a salir de Lev Tahor.

Uno de ellos era un sitio web con una línea directa creada por algunos judíos jasídicos de Brooklyn, que consideraban la secta “una perversión” de su fe. Trabajando de forma anónima para no comprometer sus esfuerzos, pretendían ayudar a los adeptos de Lev Tahor a reconocer que la secta viola los principios judíos.

En otoño de 2021, miembros del grupo de Brooklyn viajaron a Guatemala y se reunieron con el presidente del país para hablarle de Lev Tahor. También llevaron en avión a Levy y a otros antiguos miembros para que se reunieran allí con fiscales con la esperanza de construir un caso contra los líderes de la secta.

El otro esfuerzo fue organizado por Amir y algunos de sus familiares en Israel, que reunieron a un equipo de voluntarios formado por antiguos funcionarios de los servicios de inteligencia israelíes y abogados para intentar sacar a su hijo del grupo.

Uno de los miembros del equipo, un ex agente del Mossad llamado Daniel Limor, visitó Guatemala en varias ocasiones. Sobrevoló el asentamiento de Lev Tahor con un dron para tomar fotografías y entró en la propiedad haciéndose pasar por un empresario interesado en comprarla para instalar un parque solar.

A principios de 2022, Limor observó cómo el grupo se dispersaba hacia México y empezó a coordinarse con las autoridades de ese país.

El esfuerzo dio como resultado una orden de arresto contra cuatro adherentes de Lev Tahor en el estado de Chiapas que incluía declaraciones de exmiembros sobre abuso y negligencia desenfrenados.

Uno de ellos dijo a las autoridades que cuando tenía 7 años sufrió abusos sexuales y que su padre -bajo las órdenes de Shlomo Helbrans- le golpeó una vez hasta que se desmayó.

Amir declaró que habían muerto bebés porque sus madres dieron a luz sin atención médica y que no le permitieron ver a sus padres ni a sus hermanos durante dos años, a pesar de que vivían dos pisos por encima de él en Ciudad de Guatemala.

Cuando su hermana de 13 años no quiso casarse con un joven de 19, se le prohibió hablar con nadie de la comunidad durante un año y desarrolló un tartamudeo, dijo Amir a las autoridades.

En septiembre, Amir llegó a México unos días antes de la redada. Cuando la policía irrumpió en las casas de Lev Tahor, hombres, mujeres y niños gritaron. Al final, los agentes sacaron al hijo de Amir.

Su esposa también estaba allí, pero se negó a abandonar Lev Tahor. Ella y algunos otros miembros fueron detenidos por las autoridades de inmigración. El hermano de Levy, de 16 años -el que Amir había visto- y otras 18 personas fueron trasladados un refugio del gobierno mexicano.

Para alivio de Levy, después de más de tres décadas, Lev Tahor parecía estar desmoronándose.

Nachman Helbrans está en prisión, condenado en marzo a 12 años por secuestro y explotación sexual infantil; los fiscales demostraron que, tras secuestrar a su sobrina de 14 años, la reunió con su marido adulto. También otros miembros fueron condenados en el caso.

Encontrar refugio se había convertido en la prioridad de Lev Tahor, y algunas familias viajaron hasta el norte de Irak o los Balcanes. En un momento dado, el grupo contempló la posibilidad de pedir asilo en Irán.

Levy se sentía optimista de que pronto se reuniría con su hermano de 16 años. Su madre y sus otros hermanos seguían desaparecidos, pero se atrevía a confiar en que sería cuestión de tiempo que ellos también salieran.

Pero cuatro días después de la redada de septiembre, el Ministerio de Asuntos Exteriores israelí dijo en un comunicado de prensa que su cónsul en México había intentado hablar con los miembros del refugio, pero fue rechazado.

“Se niegan a abandonar la secta y a trasladarse a un centro de detención israelí”.

Dos días después, Levy recibió una llamada de un reportero de un sitio de noticias ortodoxo israelí que buscaba confirmación de que los miembros de Lev Tahor habían escapado del refugio.

“¿Qué?”, exclamó Levy.

El periodista le envió un vídeo en el que se veía a niños y adultos de Lev Tahor con largas túnicas y la cabeza cubierta empujando a los guardias del centro y desapareciendo en la noche.

Levy llamó a Amir, que pudo confirmarlo: Todos se habían ido.

Levy se contuvo. Ir a México ya no tendría sentido.

El golpe final llegó cuando se enteró de que las autoridades mexicanas liberaron a los dos hombres que habían arrestado durante la redada.

Un abogado que los representa dijo que fueron liberados porque un juez determinó que no había pruebas suficientes para procesarlos. Los fiscales mexicanos no respondieron a las solicitudes de entrevista y el Ministerio de Asuntos Exteriores israelí declinó hacer comentarios sobre la fuga.

En una videoconferencia con The Times, Avraham Dinkel y Uriel Goldman, miembros de Lev Tahor que dijeron estar viviendo en Guatemala, insistieron en que el grupo no había hecho nada malo y que estaba siendo perseguido por su oposición al Estado moderno de Israel.

“Hay gente en la comunidad judía ortodoxa, en el gobierno israelí, que está empeñada en destruir nuestra comunidad, cueste lo que cueste”, dijo Dinkel, un canadiense que se unió al grupo alrededor de 2014.

Negó que los miembros de Lev Tahor se vean a sí mismos como los únicos judíos auténticos, pero dijo que su forma de judaísmo no está “diluida” y sigue la letra de la Torá. Los dos hombres también negaron que el grupo utilice el castigo corporal. Reconocieron que abogan por el matrimonio precoz – “normalmente” no antes de los 13 años-, pero afirmaron que no se obliga a nadie.

En cuanto a las afirmaciones de que los niños son separados de sus padres, los hombres reconocieron que Levy y sus hermanos fueron enviados a vivir con otras familias, pero sólo porque eso es lo que su madre quería.

“Nadie se lleva a los niños”, dijo Goldman, un israelí que se unió a Lev Tahor en 1990. “No voy a vivir en una comunidad donde la gente hace cosas contra la Torá y contra la ley”.

Levy y su hermano Mendy “eran niños muy rebeldes” que sólo buscan atención y “estatus de celebridad”, dijo Dinkel, que negó que la secta tuviera responsabilidad alguna en la muerte de su padre.

Su madre, dijo, vive feliz en Guatemala, donde la mayor parte de Lev Tahor tiene ahora su sede, y enseña a otras mujeres cómo cocinar y criar a los niños.

“Ella es una de las damas más poderosas”, dijo Goldman.

Ella “es libre de irse”, dijo Dinkel. “Todos somos libres de irnos. No se retiene a nadie”.

Dinkel y Goldman dijeron que estaban en Grecia cuando se produjo la redada y que se pusieron en contacto con miembros del refugio para coordinar la huida. El plan había sido que todos corrieran hacia una salida mientras se repartía comida. Después de que varios taxis los recogieran, huyeron de vuelta a Guatemala.

“Si realmente fueran víctimas de Lev Tahor, ¿escaparían de sus supuestos salvadores?”. dijo Dinkel.

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Después de tres años en Israel, Levy se sentía estancado. Tenía un pequeño círculo de personas a las que quería, incluidos Amir y su hijo, que ahora tiene 3 años. Pero sin un diploma de secundaria, luchaba por encontrar un trabajo decente.

La semana pasada embarcó en un avión con destino a Montreal, donde pensaba empezar una nueva vida cerca de Mendy.

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Levy se despide de Simba, el perro de su compañero de piso, antes de dirigirse al aeropuerto.
(Jonas Opperskalski / For The Times)

Levy, que ahora tiene 21 años, piensa constantemente en el resto de su familia y se pregunta si alguna vez se reunirá con ellos, o si quieren abandonar Lev Tahor.

En junio, él y Mendy hicieron su propio viaje a Guatemala con una misión especial: visitar la tumba de su padre y empezar a organizar el regreso de su cuerpo a Israel.

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En el aeropuerto israelí de Ben Gurion, Levy espera su vuelo. Después de tres años en Israel, se reunirá con su hermano Mendy en Canadá.
(Jonas Opperskalski / For The Times)

Salvo por un guardia que vigilaba la propiedad, la antigua base de Lev Tahor había sido abandonada. El guardia no dijo adónde habían ido todos, sólo que estaban siendo injustamente perseguidos. Los tradicionales sombreros de piel estaban esparcidos por la tierra. Levy se paró para una foto delante de un muro que había formado parte de la sinagoga.

Los hermanos regresaron al día siguiente, armados con un machete por si la hierba ocultaba dónde estaba enterrado su padre. Levy esperaba rezar y tomar fotografías que pudiera compartir con funcionarios o con un abogado.

El guardia se negó a dejarles pasar.

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