Durante varias semanas en Costa Rica, un colectivo de estudiantes de las tres principales universidades públicas, han denunciado en varias conferencias de prensa, ser objeto en forma reiterada de acoso sexual, dentro de estos centros de estudios superiores, sin que las autoridades administrativas hagan nada al respecto, más que campañas publicitarias, donde gestionan parte de sus recursos a la visibilización del problema, pero sin ningún resultado concreto, el cual mitigue en forma adecuada este flagelo de emergencia nacional.
Además, es evidente el doble discurso que las autoridades universitarias han manejado sobre el tema, siendo ellas mismas las encargadas de administrar e impartir justicia, amparadas en una “autonomía universitaria”, la cual ha servido de escudo para no exponer y menos denunciar a un grupo considerable de acosadores sexuales ante las autoridades correspondientes, convirtiéndose de ésta forma en cómplices de los depredadores que laboran ahí.
Como lo expresan las mismas estudiantes en su llamado de auxilio, los rectores y las comisiones contra hostigamiento sexual, lo único que hacen en realidad es desalentarlas en cuanto a llevar a cabo los procesos en contra de sus agresores, debido a que las sanciones hacia los mismos, son risibles en relación a la penalización de los hechos si es que los procesos llegan a buen término.
No es la primera vez que escribo sobre esto y tampoco será la última, debido a que como egresada de la Universidad de Costa Rica y exprofesora, se lo que ocurre a lo interno de esa institución, porque lo viví en carne propia y también en su momento lo denuncié, más allá de las presiones y amenazas hacia mi persona y familia.
Así que ya es hora que las estudiantes, profesoras y ex funcionarias alcemos nuestras voces, sobrepasando las fronteras de ese país centroamericano, para visibilizar un problema que es más que una “leyenda negra”, es una realidad que permea en forma transversal a todos los centros de enseñanza pública superior en Costa Rica, donde un profesor acosador en una Universidad, también lo es en las otras instituciones donde labora.
El acoso sexual y laboral que hemos tenido que enfrentar muchas mujeres durante gran parte de nuestra vida, no debe convertirse en una conducta naturalizada y menos, por quienes poseen una sexualidad mal encausada, misma que nos violenta nuestros espacios de trabajo y estudios, acosándonos como si fuéramos animales, presas al fin u objetos de cosificación.
Por ello, merecemos respeto y la garantía de que nuestros derechos no serán atropellados, con lo cual no podemos tolerar y menos mirar hacia otro lado, cuando compañeras, profesoras y estudiantes son acosadas y violentadas o peor aún, explotadas sexualmente dentro de una universidad, sin que los rectores hagan algo o las vicerrectoras reaccionen en su momento, denunciando esto a las autoridades correspondientes.
(Especial para el Diario Judío.com de México.)
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