Qué escasos son los periodistas que se preguntan, en Occidente, de dónde saca Hamás dinero para tanta pólvora y cómo aguanta, el pueblo al que rige con mano de hierro, semejante despilfarro cuando miles de personas pasan hambre en la franja de Gaza y dependen, para subsistir, de las migajas que les regala Europa. Esos periodistas, bien intencionados pero movidos, casi siempre, por viejos prejuicios, ignoran también que ahora mismo y en las bodas o grandes celebraciones, a los árabes les encanta disparar sus armas, incluso los viejos rifles de los nómades de Marruecos no dejan de tirar al aire mientras corren a todo galope en sus hermosos caballos.
Saddam Hussein, al que muchos hoy añoran dada la inestable situación de Irak, solía disparar sus escopetas desde el balcón presidencial en un gesto de auténtica prepotencia. Tamaña afición por las armas de fuego, y también por las dagas y las espadas-muy presentes en danzas y banderas islámicas-, nos señala una clara preferencia por el ruido antes que por la silenciosa masticación.
Por desgracia para el pobre pueblo palestino-que en sus declaraciones públicas frente a las cámaras culpa de todo a Israel ignorando que fue Hamás quien inició la última ronda de violencia, dirigida desde sus refugios subterráneos por sus líderes-, apagado el furor de la maquinaria bélica y si pueden volverán a la pólvora. Vana esperanza, estúpida adicción que no hará más que empeorar su destino. Claro que la delirante esperanza de derrotar a Israel no la alimentan sólo ellos, pues de Irán al sur del Líbano todos sueñan con ´´apropiarse´´ de las conquistas de los sionistas.
Hay millones de simpatizantes de los palestinos en el mundo, algunos de los cuales, como los turcos, se atrevieron a llegar a las costas de Gaza en un barco de mala memoria. Pero, poco a poco, las tornas girarán. Las manos dadivosas encogerán sus palmas. Hay otros sitios a los que socorrer, por ejemplo Siria. Por ejemplo los países africanos en los que el Islam lucha por imponer su peor versión. Entonces, viéndose cada vez más solo, el pueblo palestino comenzará a reflexionar hasta comprender por el sufrimiento lo que no acertó a dilucidar por el mero acto de pensar. Tarde o temprano y desde las amargas cenizas y las ruinas de su querida Gaza, comprenderán que Israel está dispuesto a ayudarles más de lo que imaginan con la simple condición de ser aceptado de una vez y para siempre en el concierto de los pueblos de la zona.
Para que tal cosa ocurra, empero, deben empezar por desmontar ese odio de vieja data que planea como un cuervo insaciable por muchas zonas de su cultura. Cuando cese ese desprecio comenzará a despejarse el camino de la paz.
Mario Satz
esto están gestando todos los gobiernos europeos con su política de meapilas consentidores, y en poco tiempo tendremos pruebas