Lejos de atenuarse, sigue agravándose la crisis detonada por la decisión de Arabia Saudita, Emiratos Árabes, Baréin y Egipto de romper relaciones con Qatar e imponerle medidas restrictivas que afectan las rutas terrestres, navales y aéreas de entrada y salida al país. El jueves pasado, Kuwait, que es el mediador en ese conflicto, entregó a Qatar una lista de 13 exigencias que deben cumplirse en el plazo de los próximos diez días para normalizar las relaciones. Entre ellas, destacan la de cortar relaciones con la Hermandad Musulmana y el Hezbolá, reducir los nexos que mantiene con Irán, y cerrar la base militar turca que funciona en su territorio.
También, significativamente, le demandan el cierre de la cadena noticiosa Al Jazeera, que transmite su programación tanto en árabe como en inglés, y es seguida por millones de personas en el mundo. Al Jazeera, fundada en 1996 y financiada por el gobierno qatarí, ha tenido el mérito de ser una muy eficiente y libre cadena informativa que desde el comienzo de sus transmisiones rompió con el modelo de comunicación prevaleciente en el mundo árabe, donde la censura había sido siempre la norma. Al Jazeera se atrevió a transgredir ese esquema, aunque, por supuesto, el único gobierno nunca criticado ha sido el de Qatar, dueño de la empresa.
La libertad de expresión practicada por Al Jazeera ha sido realmente notable y de ahí la molestia de quienes ahora exigen su cierre. Los gobiernos de los cuatro países demandantes pretenden aprovechar la crisis actual para deshacerse de un incómodo medio, cuyas denuncias y críticas han sido a menudo intolerables para ellos, acostumbrados como habían estado hasta antes de la fundación de Al Jazeera, a que la información en árabe que llegaba a sus ciudadanos era estrictamente controlada y filtrada por la censura gubernamental.
Hasta el momento, no parece haber disposición de la cadena noticiosa de claudicar. Giles Trendle, director en jefe de la emisión en inglés de Al Jazeera, declaró desde sus oficinas en Doha a The Associated Press, que la exigencia de cerrar o limitar a Al Jazeera no es otra cosa que un intento por sofocar una voz democrática en la región y suprimir la libertad de expresión, agregando que para el gobierno de Qatar la clausura de la cadena no es un tema negociable. Así que en los próximos días se definirá si la crisis se mantendrá vigente o si habrá una negociación que le ponga fin.
Paralelamente a esto, se registró hace dos días un atentado suicida en las inmediaciones de la gran mezquita de La Meca. Un terrorista se hizo explotar en medio de miles de peregrinos presentes con motivo del Ramadán, hiriendo gravemente a algunos de ellos. De inmediato, tanto los gobiernos de Irán y de Qatar condenaron el hecho, mandando así la señal de que si bien existe un conflicto en curso con el gobierno saudita, ello no los implica en ese atentado, al cual juzgan intolerable dada la santidad del lugar para el mundo musulmán.
Y por último, cabe mencionar que en esta convulsa región se ha agregado además una nueva y muy grave crisis humanitaria para la población palestina de Gaza controlada por el Hamas. Debido a la decisión del gobierno de la Autoridad Nacional Palestina, encabezado por Mahomoud Abbas, de dejar de pagarle a Israel por la electricidad que le proporciona a Gaza, la población de la Franja ha visto reducido el suministro del energético a niveles mínimos de dos horas y medio diarias, en promedio. Ya en verano y justo en Ramadán, esta escasez está provocando una catástrofe en la vida cotidiana de dos millones de personas, en su de por sí limitada actividad productiva y en sus instalaciones hospitalarias, entre otras de las muchas áreas afectadas por esa situación. Con esto se confirma que el Oriente Medio es hoy, más que nunca, una zona tremendamente inestable y catastrófica cuyos múltiples y graves conflictos no hacen sino aumentar día con día.
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