¿Cuáles son las cosas graves y las no tan graves?
Grave es lo que me sucede a mí,
No tan grave es lo que sucede a los demás.
El tiempo no pasa, somos nosotros los que pasamos en el tiempo. La vida está hecha de dualidades: dolores y alegrías, fuerza y debilidad, bondad y maldad, creatividad y destructividad, entre otros, son valores humanos aunque a veces parecen no humanos. Nos gustaría vivir solamente dentro de la alegría y del pasarlo bien, de divertirnos; sin embargo, las tristezas que tratamos de ocultar saltan en el primer momento en que encuentran una rendija por donde meterse. La vida no nos fue dada para pasarlo bien solamente y la aceptación de esto nos hace ser más humildes y valorar los buenos momentos que nos han tocado. Son muchos y no siempre los queremos ver.
Las personas se ocupan de sus asuntos privados en la intimidad y en la privacidad; cuando no lo hacen se vuelven febrilmente a los asuntos de otras personas con la arrogancia de querer enderezarlas, castigarlas, ilustrar a cada loco y reeducar al desviado. Creemos que la gente tiene que ser como uno; tratamos de convencerlos ya que no aceptamos las diferencias ni la diversidad.
Hablamos de tolerancia que no siempre cumplimos.
En cualquier reunión social las personas muestran sus partes alegres y gratificantes; esto puede despertar en los otros que escuchan anhelos y deseos que no se han podido realizar. Aparecen fantasías envidiosas e irreales de que ellos si están completos y satisfechos con sus logros.
Sin embargo, si rascamos un poquito, nos damos cuenta que cada quien trae su propio paquete; el del otro no lo vemos, el nuestro siempre está presente. Se nos olvida que cada uno guarda para sí esa pesadez que no es socialmente aceptado mostrar; me parece bien guardar los sinsabores cuando es necesario pero también tenemos que darnos cuenta que nadie es totalmente feliz; siempre hay una falta (o muchas). Hay personas que saben darle sabor a su vida y otras que no lo saben hacer.
Todos conocemos a personas con una situación difícil que tienen la capacidad de saltar eso y disfrutar; otras personas con un problema menor se quedan lamentando durante toda su vida. Hay quién logra vivir bien a pesar de sus contratiempos; otros no lo logran. Casi siempre notamos el prado de enfrente y nuestro bello jardín no lo vemos.
Puede surgir la pregunta envidiosa ¿porqué a ellos les va mejor que a mi? No hay respuesta para eso, pero la sensación es muy desagradable y de nosotros depende el borrarla o alimentarla.
La vida está hecha de casualidades, causalidades, sincronicidades y hay que tener los ojos abiertos para ver que sucede, como y cuando. Las cosas suceden y eso no podemos evitarlo, pero la respuesta ante el hecho si es nuestra. Hemos hablado con anterioridad de lo inevitable e irreversible.
Yo no sé si a ustedes les haya sucedido… pero algunas veces al levantarme, me dan ganas de llorar, no de llorar así con grandes aspavientos ni alaridos pero si con un parsimonioso e incesante fluir de lágrimas silenciosas, que den cuenta de tantas y tantas tristezas propias y de la humanidad que han quedado guardadas en el interior y de repente, ante ciertos estímulos luchan por salir del alma donde se han acomodado. Nuestros ancestros han sufrido, han pasado guerras, desastres naturales, a lo mejor hambres y eso es parte de nuestro pasado-presente. En ocasiones al platicarlo se puede reacomodar lo propio y lo de los demás y dejar cargas que no nos corresponden.
Me ha tocado platicar con personas que no conocen nada del pasado de quienes lo antecedieron y cuando en esa familia se abren esos secretos que han sido guardado por años, las personas han comentado que sentían algo pero no le habían podido poner nombre. Beatriz me comentó: Hacía años que me sentía inquieta, por supuesto, más insatisfecha cada día, y este secreto que mi madre guardó siempre estaba dentro de mí aunque pensaba que lo ignoraba.
Alguna monstruosa verdad pugnaba por abrirse camino en mi sobrecargado cerebro. Mi madre había perdido una hija en su primer matrimonio y nunca me dijo nada de su pasado, cuando se lo cuestioné me dijo: El pasado sólo genera angustia. Mejor librarse de él. Al fin y al cabo, ¿Por qué guardar? ¿Nos libramos o solo nos escondemos?
Beatriz continuó diciendo: cuando lo pude platicar con mamá, mi vida cambió, primero sobrevino una crisis intensa y desgastante como una purificación; sentí que mi corazón se aligeraba y mi tensión se hacía cenizas; poco a poco mi atención empezó a cambiar y me pude concentrar mejor.
En otra ocasión Luis me comentó que estaba sorprendido de su familia que se caracterizaba por un exceso de peleas y conflictos: me sería imposible dar cuenta de todas las trifulcas que tapizan nuestras historia decía y que todavía siguen en marcha: las peleas, altercados, broncas y peloteras, los silencios y venganzas, los pequeños desaires y los grandes enfrentamientos que dejan su cicatriz en las reuniones del clan. Siempre hay en ella alguien que no se habla con otro alguien, un tercero que intenta que hagan las paces y un cuarto que aguarda disculpas. Hasta el más pacifista de nosotros es arrastrado al torbellino de disputas que no provocó. Poco a poco descubrí que habían secretos que se pensaban eran vergonzosos y al abrirlos la situación mejoró y las relaciones se hicieron más relajadas.
Tenemos que reconocer que ningún ser humano está completo, aunque todos perseguimos ese estado de completud. Existen límites a nuestro potencial, en ocasiones los podemos mover, muchas otras tenemos que aceptarlos; eso que nos pone tristes, paradójicamente también nos hace crecer y madurar. No hay recetas generales, cada quién tiene que buscar sus propias preguntas y respuestas.
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