Amapola y memoria

A los asesinados y desaparecidos de hoy y de ayer. Por:
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“Negra leche del alba la bebemos por la tarde / la bebemos al mediodía y en la mañana la bebemos de noche / bebemos y bebemos”. Inicia uno de los poemas más trágicos y crípticos del siglo XX: “Fuga de la muerte” (Todesfugue), producto de la inspiración de Paul Pésaj Antschel o Ancel, mejor conocido por su nombre artístico: Paul Celan, cuyo apellido creó a partir del anagrama de Ancel, su apellido en rumano, no obstante haber haber él nacido el 23 de noviembre de 1920 en Chernivtsí, la “pequeña Viena”, centro administrativo del óblast homónimo de la hoy Ucrania y que pertenecía a Rumania cuando él nació. Sí, me refiero al escritor de origen judío asquenazi que ha sido considerado tal vez el más importante poeta en alemán de la segunda mitad del siglo XX, debido a que su obra lírica la desarrolló predominantemente en la lengua de Goethe.

Nuestro aeda actualmente ucraniano inició sus estudios universitarios en 1938 en el campo de la medicina en Tours pero no tardó en regresar a su ciudad natal para estudiar literatura y lengua románicas. Sin embargo la vida le tenía deparado otro destino: en 1941 los nazis agrupan a los judíos en guetos y en 1942 sus padres son llevados a campos de concentración. Él morirá de tifus. Ella de un tiro en la nuca. Muertes de las que no se recuperará anímicamente el poeta que, a su vez, ya para entonces se encontraba recluido en un campo de trabajo en Moldavia. Tres años más tarde, en 1944 es liberado y se dirige a Bucarest donde labora en una editorial, trasladándose a Viena en 1947 y, finalmente, en 1948 a París, donde sobrevivirá dando clases de alemán y trabajando como traductor de autores como Arthur Rimbaud, Ósip Mandelshtam, Paul Valéry, William Shakespeare, Emily Dickinson, René Char y Emil Cioran.

Celan fue un prolífico autor. Se calcula que su producción poética alcanzó las ochocientas obras, pero es “Fuga de la muerte” , escrito hacia 1945 y publicado dentro de su poemario “Amapola y memoria” (Mohn und Gedächtnis) en 1952, no sólo el más conocido de sus poemas, sino uno de los exponentes epigonales de su testimonial lírico frente a la muerte, el cual se cree escribió Celan al saber del asesinato de un tío suyo en Aushwitz: “la muerte es un maestro de Alemania / grita tañan más sombríamente los violines para que asciendan cual humo en el aire / para que tengan una tumba en las nubes donde no hay opresión…”, exclamará.


Estudiosos de Celan, destacan que en la estructura de esta obra se advierte la idea de una fuga musical y sí, no cabe duda que permanentemente en el poema se percibe un sentido de persecución y desdoblamiento de las imágenes, tal y como sucede con los motivos en una fuga tradicional en el arte musical. No obstante, desde mi apreciación muy personal, yo no percibo que esta asociación estructural poético-musical sea correspondiente a esta estructura. Más aún, no creo que su autor le haya intitulado “fuga” evocando a dicha forma musical. Se trata, desde mi apreciación, de la evocación a una huida poética, coincidente con la que desarrolló en “Se questo è un uomo” el escritor italiano y contemporáneo suyo Primo Levi en cuanto a la idea, pero que mientras en Levi la fuga es en pos de la vida, en el caso de Celan, la fuga se consolida a partir de la muerte, de ahí que yo encuentre una analogía formal musical distinta.

Musicalmente hablando, una fuga implica la exposición de un sujeto (tema) y un contrasujeto, sucedidos cada uno por sus respectivos desarrollos hasta dar paso a la reexposicion del sujeto y contrasujeto antes de finalizar la obra con la “stretta” final, obviamente concebida a partir de elementos puntuales emanados del tema principal. Esto no lo encuentro en Celan. Yo advierto más bien un rondó. Un rondó particular: “roto”. Ello, dado que el autor repite obstinadamente específicas imágenes metafóricas de gran hondura como subtemas entre sí poderosamente engarzados, aunque no desarrollados en estricto sentido, pero que se exponen, se desdoblan y vuelven a reconstituirse: la negra leche y su ingesta en distintas temporalidades; el hombre (victimario alemán) que juega con las serpientes, que ordena cavar, que silba a perros y judíos, mientras obliga a cantar, tocar y bailar y, finalmente, los cabellos de tonalidades distintas de las figuras femeninas que se encarnan bajo los nombres de Margarete y Sulamita.

Subtemas que giran (como en todo rondó musical) en torno a un tema central: la muerte: obstinada presencia luctuosa. Ahora bien, si esto fuera así ¿por qué el joven poeta Celan le llamó fuga? Porque aunque no sea explícito el autor al respecto, hace evidente que el propio victimario es el que ordena que sus futuras víctimas se envuelvan en medio de la música y la danza, detonando que sea gracias al arte y mediante el acto metafórico de cavar fosas en las nubes y los aires que las víctimas, a pesar del sadismo extremo del victimario, terminan encontrando su evasión infernal gracias a esta sublimación.

Estimados lectores, les convoco al encuentro con Celan. Ustedes tendrán la última palabra.

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