Antonio Esteban

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A mi amigo y Maestro, Don Antonio Escudero Ríos,

a quien tanto gustan las dedicatorias, y

a todos los Camioneros del mundo


 

Antonio Esteban, todavía pudo “librarse” de ser hijo de Las Navas, en la dura tierra de Ávila, si su segundo apellido no hubiese sido Rosado. Este último, en unión del primero, definitiva y casi inapelablemente le “condenó” a serlo. A ser un navero de pura cepa. En efecto  -casi, o nada menos-  las virtudes de carácter que el Profesor Maltby, de la Universidad de Missouri-St Louis, atribuye al III Duque de Alba, Don Fernando Álvarez de Toledo (el Gran Duque de Alba), por el solo hecho de haber nacido al aire raso y seco de Cebreros  -tan sólo por eso-  y por la misma razón tales virtudes podrían adjudicarse a Antonio Esteban. A diferencia de Don Fernando, que se hinchó a matar rebeldes herejes holandeses  –después de haberlos juzgado y sentenciado por el Tribunal de Tumultos-  Antonio no tiene aspecto de haber matado nunca ni una mosca. Eso sí, valor para las grandes hazañas no le falta en absoluto, puesto que, en sus días más jóvenes, fue camionero, esa honorable orden de Caballeros Legionarios de la Carretera que se hacen al inmenso océano de la tierra, sin zarpar de ningún puerto de mar. Navegan siempre en seco, pero navegan dentro de una de las más duras formas de navegación. Sobre el gris asfalto, a veces casi derretido por el tórrido verano; otras, helado, deslizante, duro e inmisericorde. Soportando en todo momento la triple soledad de la noche, el silencio y el riesgo. Soslayando colapsos o peligrosos cruces; buscando un lugar de reposo; durmiendo unas pocas horas sobre esa cama transversal de la que están equipados los grandes camiones, mientras el compañero conduce. O incluso sin poder dormir durante muchas más horas. Sin cama ni compañía alguna.

En sus largos y dilatados viajes por casi toda la vieja Europa, Antonio pudo oír hablar en casi todas sus lenguas excepto las nórdicas, hasta captar, a veces por señas, lo más profundo del espíritu y sentimientos de los pueblos que las hablaban. Y, como España no hay nada, dice Antonio mientras recuerda cómo exhalaba en su día una bocanada de humo  –hace ya muchos años que no fuma-  mirando hacia lo alto del cielo azul de Las Navas. Una vez  -recuerda-  en Amsterdam, cuando fue a recoger un camión, de sus canales brotaba un vapor misterioso, en medio de un frío helado, que Antonio, pese a ser de Las Navas, no había visto ni sentido jamás y que no es capaz de explicar. Sin duda, pienso yo, debía tratarse del espíritu atormentado de los Condes de Egmont y Horn, y de su gran mentor y compinche, Willem van Oranje-Nassau llamado Guillermo el Taciturno, clamado refrescarse desde el Infierno por haberse rebelado contra España, a pesar del Himno holandés, único de entre todos los himnos nacionales del mundo, que tan expresa como cínicamente la recuerda.

Antonio ha tenido, de su matrimonio con Doña María Pérez, cuatro hijos. Todos ellos dignos hijos suyos, desde luego, aunque alguno  -más bien alguna-  debería apartarse del error y buscar con urgencia la verdad pura que Antonio encierra en su mirada. Elevemos una oración a lo más alto del Cielo para que pronto, así como cuantos otros permanecen en la mentira y el engaño, sean iluminados por el sol, que late tibiamente al amanecer, deslumbra y hiere a mediodía e, incluso, cuando ya declina y se apaga, a la caída de la tarde, en esa hora especialmente sensible y hasta mágica, abre más los ojos de todo ser humano de buena voluntad, hasta dilatar las pupilas del alma, y le conduce, del epicentro de la lucha iracunda, amenazante y vacía, al seno de la paz, del sosiego y la dulce sonrisa.

Bueno… en realidad no es necesario elevar a lo más alto tal petición, tras haber conocido más a fondo, en el interregno de elaboración de este artículo, a Marian y su marido Alberto Moraleda, contra los que inicialmente pensaba yo acometer sin piedad alguna. Sin embargo, pienso ahora que son muy escasas, y hasta no son, las diferencias que me apartan de su propio camino, en lo esencial, y que por ello podríamos recorrerlo de la mano.

Sus otros hijos, Begoña, David y Dani, que viven en Las Navas, son un ejemplo de lucidez y vida feliz. Begoña, ama profundamente sus raíces y no necesita para sí nada que no pueda encontrar en Las Navas. David y Dani, conducen vehículos municipales para la prestación de insoslayables servicios públicos, con notable eficacia y esmero, lo que puede hacer de ellos en el futuro unos buenos funcionarios de la Administración local. David es ligeramente más alto de estatura y de un apacible sentido de la convivencia. Dani  -que alternó con su padre la cama transversal del camión-  es inquieto y alegre como un cascabel, y muy rojizo, aunque sólo de tez y de cabello. Recientemente ha sufrido un percance de salud que a sus amigos nos ha encogido el ánimo, pero ya se encuentra fuera de todo peligro, para que nosotros disfrutemos alegremente en su compañía, compartiendo una botella de vino blanco, que adorna lo anaqueles de La Cantina de la Estación, de muy escaso coste económico (1,50 €, en cualquier SuperCor), pero ilustrada exteriormente por los vitrales, no de una catedral, sino de la Catedral gótica más hermosa y sublime de España. No en vano dicen los franceses que su mejor gótico está en León. También yo lo digo, aunque mi opinión no puede contar demasiado, porque yo soy leonés.

Pero el futuro de Antonio Esteban Rosado, no fue “ayer”, como el de una gran parte de personas, sino que es un verdadero futuro, un devenir esperanzador. Porque el futuro de Antonio son sus dos nietas, Alba y Raquel. Alba es periodista y ha dado ya, o estaba dando el verano pasado, sus primeros pasos en este también importante camino, cuando se anda rectamente. Si pudiésemos nosotros hacer algo por el buen futuro de Antonio, desearíamos que su nieta Alba sea una periodista de verdad, como lo fueran en sus días, Ángel Herrera, Mariano de Cavia, Torcuato Luca de Tena (cualquiera de ellos), Alfredo Marqueríe o Jaime Capmany, por proponer tan sólo algunos ejemplos, sin poder omitir, por razones de identidad de “género”  -como ahora dicen los que no saben lo que dicen-  a Pilar Narvión. Que nunca sea Alba una periodista vociferante y analfabeta, tan ordinaria y superficial como tantos de los que hoy infectan los periódicos, y sobre todo las emisoras de Radio, especialmente los del futbol y similares, en unión de “los del corazón”. Eso jamás, Alba. Hazlo por tu abuelo Antonio, que siempre ha sido un hombre útil y honrado, y que por ello bien se lo merece.

En cuanto a Raquel, que es biólogo pero además, incomprensiblemente quiere ser sociólogo, quisiéramos aceptase que la teoría de la evolución de las especies de Charles Darwin, no está aceptada universalmente por toda la comunidad científica y, en cualquier caso, que no deje de leer la encíclica “Humani Géneris” del gran Papa Pío XII. Y respecto al valor “científico” de la Sociología, que no olvide leer antes la opinión al respecto de Don José Ortega y Gasset, la mente española más lúcida quizá de todos los tiempos.

Para que pueda enterarse todo el mundo, a una y otra orillas del océano Atlántico, de lo que tan encarecidamente os rogamos a ambas, algunos de entre los que frecuentamos la Cantina de la Estación de Las Navas, vamos a enviar este breve escrito nada menos que a Méjico  –a México, como dicen nuestros hermanos hispánicos de allá-  a un gran periódico digital cuya cabecera es la de diariojudio.com. Es un gran diario porque trata de mostrar al mundo la perversa injusticia y la suma crueldad a la que fue sometido ese gran pueblo que es Israel, proclamando todas sus excelencias y altas capacidades, humanas, científicas y tecnológicas, sin perjuicio de la contundente razón histórica que como pueblo le asiste. Y bien es sabido  -por la gran Historia, y no por crónicas menores-  que nuestros hermanos judíos, en especial los sefardíes, nada tuvieron que ver con la muerte de Nuestro Señor Jesucristo -Otro judío- porque nuestros judíos de entonces estaban ocupados, por aquellos días -se dice incluso que en tiempos de Nabucodonosor-  en fundar Las Navas, mucho antes de que viniese a este mundo el Marqués, Don Pedro Dávila y Zúñiga, y su gentil esposa Doña María Enriquez de Córdova y Pacheco. Aunque ambos fuesen también de origen judío.

 

Luis Madrigal

(Sin la más mínima cooperación de mi Maestro y amigo, don Antonio Escudero Ríos, por haber declinado éste su participación.)

Terraza de la Cantina de la Estación Las Navas del Marqués,

 Agosto de 2018

Acerca de Luis Madrigal Tascón

Nace en León (España), el día 19 de Mayo de 1936, en el seno de una familia cristiana. Pertenece por tanto a la generación que no tomó parte en la Guerra Civil española (1936-1939). Cursó estudios de Bachillerato en el Instituto Nacional Masculino de Enseñanza Media "Padre Isla", de León. Licenciado en Derecho por la Universidad de Salamanca. Ejerce la Abogacía, ante los Tribunales de Justicia, desde el año 1967, siendo en la actualidad el Letrado 9.336 del Ilustre Colegio de Abogados de Madrid. Escribe Poesía, de cuyo género es autor de 9 Poemarios, todos ellos inéditos, así como Ensayo sobre temas históricos y filosóficos. Ha escrito también una novela, "El secreto para ser feliz", ambientada en la India, en la mitología hindú y el panteón hinduista, asimismo inédita.

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