Así como la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa constituyó la infamia que hizo evidente a todos el grado de descomposición de la vida nacional mexicana, de manera similar, aunque en otro contexto y con características muy distintas, el sangriento atentado terrorista perpetrado el martes pasado en Jerusalén por dos palestinos contra un grupo de fieles judíos que oraban en una sinagoga, representa un punto de quiebre a partir del cual es posible llegar a diversas conclusiones acerca del conflicto israelí-palestino, siendo la más general de ellas la de que la espiral de violencia ha llegado a magnitudes tales que revertirla parece ya una utopía.
Algunos de los aspectos más relevantes conectados con esta situación pueden resumirse en los siguientes puntos:
1.- A diferencia de 99.9% de los atentados terroristas previos llevados a cabo por palestinos contra israelíes, en esta ocasión el objetivo fue una sinagoga y sus fieles. La naturaleza del lugar, aunada a las turbulencias y amagos de violencia que se registraron durante las últimas semanas debido a la campaña de agrupaciones nacionalistas religiosas judías que pretendían alterar el statu quo en la Explanada de las Mezquitas o Monte del Templo, revelan que al añejo conflicto nacional-territorial entre israelíes y palestinos se está sumando ahora, muy peligrosamente, el factor religioso. En una región en la que el fanatismo religioso salvajemente agresivo está cobrando proporciones epidémicas, nada más grave que replicar en Israel-Palestina dicha condición.
2.- En las circunstancias en las que se da el conflicto israelí-palestino, la inexistencia de un proceso de negociación entre las partes encarna un vacío que se llena automáticamente con violencia. Luego del fracaso en abril pasado de las conversaciones impulsadas por John Kerry a lo largo de nueve meses, se ha instalado un horizonte que no promete nada en el campo de la política y la diplomacia. Con ello el recurso de la violencia entre las partes cobra un impulso irrefrenable.
3.- La respuesta del actual gobierno israelí centrada en una agresiva retórica que culpabiliza al presidente palestino Mahmoud Abbas de la violencia —aun cuando el jefe de los servicios de inteligencia israelíes, Yoram Cohen afirma que Abbas no estuvo en manera alguna detrás del atentado— conlleva una ruptura adicional que aleja cada vez más las posibilidades de atenuamiento del conflicto. Además, las represalias radicales decididas por el gobierno de Netanyahu, tales como la demolición de las casas de los terroristas echan más gasolina al fuego de los resentimientos acumulados y las ansias de venganza.
4.- Ante ese panorama que se nutre para escalar en su gravedad, tanto de las estridencias de Hamas que se regocija con la sangre derramada en los atentados como de las decisiones y declaraciones incendiarias de líderes connotados de la ultraderecha israelí, luchan por hacerse oír las voces de la sensatez y la moderación. Lástima que en este agitado contexto sean poco audibles y, por ahora, no hagan mella. Pero ahí está la clara condena de Abbas al atentado, como ahí están también los ciudadanos y las agrupaciones políticas israelíes que bregan por escapar de este círculo perverso. Una de tales iniciativas, por ejemplo, es la del general retirado Amnón Reshef, héroe de la guerra de Yom Kipur de 1973, quien encabezó hace poco una petición firmada por 106 generales retirados y exjefes de servicios de inteligencia, dirigida al premier Netanyahu para urgirlo a emprender pasos valientes en aras de una paz regional. Reshef planea ahora armar una campaña mucho más activa destinada a aglutinar a las fuerzas políticas y a la opinión pública israelí que consideran al gobierno de Netanyahu errado en su manejo del conflicto. Propone Reshef impulsar una iniciativa de negociación israelí no sólo con los palestinos, sino también con los países árabes moderados que podrían facilitar un punto de encuentro capaz de abrir la puerta a una solución de este añejo y doloroso conflicto.
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