El sorpresivo vuelo de Biniamín Netanyahu a la ciudad de Neom, en Arabia Saudita, para dialogar con el príncipe Mohammed Ibn Salman ha encendido no pocas especulaciones. Más aún cuando la presencia allí del secretario de Estado Mike Pompeo en el marco de su última gira por el Medio Oriente continúa sugiriendo múltiples preguntas.
El objetivo de este tripartito encuentro es sin duda fortalecer los nexos militares y comerciales entre Jerusalén y Riad que de modo informal y discreto se establecieron hace algunos años. Oficializarlos se torna en estos días un imperativo considerando que ambos países enfrentan un enemigo común: Irán. No pocas fuentes indican que Israel le ha ofrecido apoyo en no pocas ocasiones, un apoyo que se tornará vital para Arabia Saudita si el presidente Biden resuelve redefinir los nexos con Teherán.
Sin embargo, estos vínculos no conocerán un sustantivo progreso si al mismo tiempo no se normalizan las relaciones entre Israel y los palestinos. En más de una oportunidad el líder saudita ha señalado la necesidad de levantar un Estado palestino independiente, ya sea por razones estratégicas, ya sea religiosas. Aspiración que de momento no es compartida por el actual gobierno israelí.
Un dilema que el príncipe Ibn Salmán deberá resolver en un plazo relativamente breve considerando las diferencias estratégicas, económicas y religiosas que lo distancian de Irán.
Cabe agregar que Gantz como ministro de defensa y el canciller Ashkenazi fueron sorprendidos por el vuelo de Bibi a Arabia Saudita. Una circunstancia más que agrava las tensiones en la presente coalición gubernamental. Como resultado, el cuarto torneo electoral parece irrefrenable.
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