Su caminar artístico comprende desde la modernidad europea hasta el nacimiento de Israel como estado, momento más que especial para “nacer de cero” y poner las bases del arte “que se quiere pero no se tiene”. En este gigantesco paso, ser partero de las artes de todo un estado, Mordecai está considerado como un patriarca de las artes y no sólo en Israel.
En el V Congreso Sionista en Basilea, el escultor Boris Schatz y Theodor Herzl, creador del sionismo moderno del que surgió el Estado de Israel, plantearon al problema del arte en el futuro Estado y como favorecer el nacimiento de una nueva visión artística con génesis en la historia y tradición judías. Para ello desarrollaron el proyecto de la Escuela de Arte Bezalel, bautizada así por el primer artesano que aparece en la Torá. Con el tiempo, Ardon Mordecai dirigiría esta institución.
Considerado el mejor pintor de Israel y uno de los más importantes del mundo en diversas escuelas y tendencias, Mordecai estudió en la escuela Bauhaus (1921-1925) con Klee, Kandinsky, Feininger e Itten. Su caminar es propio e irrepetible, debido al carácter vanguardista impreso por la propia Bauhaus y a la interrelación con Paul Klee, con quien colaboró en muchos aspectos y obras. La época de influencia común se nota mucho en ambos artistas.
Sin embargo él siempre se consideró deudor de los grandes maestros, Rembrandt y el Greco especialmente, cuyas técnicas estudió intensamente en la academia de Max Doerner, en el Munich de 1926.
Esta contradicción entre clasicismo y modernidad forjó su carácter pictórico y alumbró el debate aún caliente en el mundo artístico. Su posición única en el arte moderno, y muy controvertida en su momento, aboga por la unión de estos dos extremos: un estilo fundamentalmente abstracto, expresionista y moderno, con las técnicas clásicas de los grandes maestros aplicadas con una gran calidad, gracias a la cual consigue la profundidad y la riqueza de sus colores. Liberó al color del contexto figurativo de los maestros clásicos para convertirlo en herramienta: la herramienta de su gran contribución al arte moderno del siglo XX.
Ardon creía que el arte puro carecía de mensaje social o político alguno, que la pintura únicamente debía juzgarse en función de sus elementos artísticos inherentes, del color, la composición y la interrelación entre ambos. Se negaba a asignar un significado literario, simbólico o de cualquier otro tipo a las obras de arte. No obstante, aunque lo intentó, no siempre pudo vencer su impulso de crear una expresión artística sobre el horror que sentía por la guerra, el Holocausto y la injusticia, impulso que culminó en ocho trípticos monumentales (1955-1988) y que también expresó en “Khirbet Khize” y “Fatal Eclipse”. En toda su obra hay una atmósfera mágica, espiritual, casi mística, tal como se le presentaba en sus estudios de los pintores clásicos más emotivos, como lo son Rembrandt y el Greco.
En una carta a Willem Sandberg, el legendario director del museo Stedelijk de Amsterdam (y posteriormente primer director del Museum de Israel), reconoce este conflicto interno, que compara con el conflicto histórico entre Atenas y Jerusalén.
Activo hasta el final de su vida, Mordecai realizó en 1988, a los 92 años, el tríptico “Hiroshima”, “Noche” y “Sombra”/réquiem final.
Acompañó e inspiró toda una brecha de arte novedoso y vitalista, alumbrando la creación del arte Cinético, visión artística especialmente deudora con este artista.
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