Arie Sternfeld, genio de la astronáutica

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En 1957, el lanzamiento del primer satélite artificial, el Sputnik, realizado por la Unión Soviética, estremeció al mundo. Este triunfo de la Ciencia se debió a los cálculos de un genio de la astronáutica, prácticamente desconocido en Occidente, Arie Sternfeld.


Con un nombre predestinado, pues en Yiddish Sternfeld significa “campo de estrellas”, el pequeño Arie nació en la población de Seradz, Polonia, en 1905 en el seno de una familia judía tradicionalista. Allá recibió una educación religiosa y cursó brillantemente sus estudios. Solía hablar desde muy joven de sus sueños de llegar a las estrellas, y sus compañeros hacían bromas sobre sus ilusiones.

A la hora de iniciar los estudios superiores, fue rechazado, pese a su talento, por el Instituto Politécnico de Varsovia, cuyo acceso era vedado por la ley a los estudiantes judíos, pero logró admisión en la Universidad Jagelón, en Cracovia, donde estudió filosofía durante un año.

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Empeñado en proseguir sus estudios científicos a pesar de todo, Arie, que hablaba alemán, (idioma enseñado entonces en los liceos de Polonia), y no hablaba francés, decidió ir a Francia, que era todavía en aquella época tierra tradicional de esperanza para los oprimidos de Europa. Francia lo recibió y fue admitido como estudiante en la Universidad de Nancy.

Durante la primera etapa de sus estudios y mientras aprendía el francés, Arie tuvo que trabajar, para sobrevivir, como cargador en la central de abastos “Les Halles” de París y luego en los mercados de la ciudad de Nancy.

Su primer año de estudios fue muy difícil. Por no conocer el idioma, terminó en el penúltimo lugar de su clase. El año siguiente, alcanzó el segundo lugar. Pronto se le reconoció su prodigioso talento. Arie se diplomó como ingeniero mecánico y fue contratado por las industrias Renault, donde destacó rápidamente como uno de los ingenieros más brillantes de esa empresa. Desde los principios de su vida académica, Arie seguía soñando con el espacio, los cohetes y la navegación espacial. A raíz de su éxito en Renault, ingresó a la Universidad de la Sorbona en París, con el objeto de hacer un doctorado en astronáutica. Sin embargo, el cuerpo docente no quiso asumir responsabilidad por ese trabajo, que era realmente demasiado avanzado para la época, y le pidieron que cambiara el tema de sus investigaciones. Como Arie no estaba dispuesto a ello, regresó a Polonia donde pese a las dificultades imperantes terminó su primer libro científico, redactado en francés bajo el título “Iniciación a la Astronáutica”, que fue premiado en París en 1934.

El mismo año la Academia Francesa de Ciencias aceptó su libro y estaba dispuesta a publicar dos de los trabajos científicos del mismo. Arie Sternfeld también había enviado su obra a la Embajada de Rusia en Francia, que se apresuró a publicarlo. Arie decidió posteriormente trasladarse a Rusia, ya que el gobierno comunista que buscaba afanosamente atraer “cerebros”, lo había invitado, y también bajo la influencia de su esposa que era comunista y elogiaba constantemente el paraíso de los trabajadores.

Aunque los rusos lo recibieron con gran entusiasmo e ingresó pronto al Instituto de Investigación Espacial de la Unión Soviética, fue despedido de ese Instituto en 1937 por ser judío, hecho inadmisible para Stalin. Esto resultó ser, sin embargo, su mayor suerte, pues dos meses más tarde, la KGB allanó el Instituto, casi todo el grupo científico fue detenido y luego deportado a Siberia, donde varios e sus miembros fueron fusilados.

Desde entonces, Arie Sternfeld nunca más trabajó oficialmente. Se quedó en su diminuto departamento e hizo con una primitiva computadora improvisada por él, gran parte de sus cálculos sobre una mesa de cocina. La sordera que lo afligía resultó ser en este caso otra bendición disfrazada, puesto que le impedía oír todo el ruido s su rededor y le permitía concentrarse en silencio en sus investigaciones de astronáutica.

Desde su modestísimo aposento Arie Sternfeld siguió publicando numerosos libros y artículos acerca de la navegación espacial. Tuvieron un éxito prodigioso, y fueron traducidos a 29 idiomas.

Durante los últimos años de su vida Arie Sternfeld fue colmado de honores y premios, pero no tenía libertad para viajar. En una ocasión, las autoridades soviéticas le negaron, con su acostumbrado sadismo, la visa para salir a otro país y recibir allá un premio. Entonces, varios de los discípulos que seguían sus enseñanzas desde el extranjero viajaron especialmente a Moscú para acompañarlo en la fecha de esa premiación.

Arie Sternfeld falleció en Moscú en 1980 mientras seguía trabajando un proyecto inaúdito de navegación espacial, que podría comentarse ulteriormente.

En Polonia, el Observatorio Astronómico de Lodz inaugurado en agosto de 2002, lleva su nombre, así como una calle de esa ciudad y una avenida de Seradz, donde nació. Como reconocimiento a su genio increíble, un cráter de la Luna ha sido nombrado Arie Sternfeld.

Cabe preguntarse, sin embargo, si Polonia que le negó en forma tan cruel como estúpida el acceso a los estudios científicos, tiene acaso algún derecho a considerarlo como genio polaco, y mucho menos aún a ufanarse de sus descubrimientos. Este honor debería lógicamente corresponderle a Francia, o en último caso a Rusia. Pensamos que este conflicto puede resolverse declarando que Arie Sternfeld es un genio universal, que trasciende todas las fronteras y que pertenece a la humanidad.

Sus cálculos no sólo fueron la base para lanzar el Sputnik en 1957 y luego la primera base espacial de enlace “Soyuz” en 1961, incluyendo los sistemas de retorno a la atmósfera terrestre, sino que también es el autor de varios sistemas astronáuticos y trayectorias, una de ellas denominada Trayectora Sternfeld, para ahorrar una cantidad considerable de combustible en el trayecto de los satélites y naves espaciales. También realizó la hazaña inaudita de mandar un cohete de exploración de la faz oculta de la Luna.

Estos descubrimientos fabulosos pueden ser temas de otros artículos. Por el momento, nos hemos limitado a esbozar la figura de este genio apasionante quien logró, a pesar de tantos obstáculos y sufrimientos, abrir para la humanidad el camino hacia las estrellas.

Junio 2003

Danielle Wolfowitz
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