El 14 de febrero de 1896 se publica la primera edición del libro “Der Judenstaat” (El Estado judío), de Teodoro Herzl, considerado el iniciador de sionismo político.Impactado por las reacciones antisemitas que había presenciado en París al comenzar el “Caso Dreyfus”, este periodista y escritor de novelas analizó la situación y llegó a la conclusión que la única solución para el pueblo judío no era asimilarse a las sociedades en las que vivía, como había sostenido hasta ese momento, sino convertirse en una nación como el resto, habitando en su propia patria: Der Judenstaat.
Si bien la propuesta de Herzl no era novedosa -ya unos años antes, León Pinsker había encarado el problema de forma semejante en su libro “Autoemancipación“-, su texto, originalmente escrito en alemán e inmediatamente traducido a los principales idiomas que utilizaban los judíos, impactó en gran medida en la mayoría de sus comunidades -en especial, las de Europa oriental y central-, generando las bases para que 19 meses después, del 28 al 30 de agosto, se efectuara en la ciudad de Basilea el Primer Congreso Sionista, que entre sus resoluciones creó el Movimiento Sionista.
En “Der Judenstaat”, Herzl convierte la búsqueda de una solución nacional al problema particular del pueblo judío en una cuestión debatida por la opinión pública mundial.
En su obra, resume los retos a los que se enfrentaba el pueblo judío en la sociedad moderna y explica la estructura de las organizaciones necesarias para que los judíos conformen una sociedad en un territorio propio: “Los judíos que lo quieran tendrán su Estado y lo merecerán (…). En los principales países donde prevalece el antisemitismo, esto sucede como resultado de la emancipación de los judíos. Cuando las naciones civilizadas fueron conscientes de la inhumanidad de la legislación discriminatoria y nos emanciparon, nuestra emancipación llegó demasiado tarde. Ya no era posible derogar nuestras incapacidades por decreto en nuestros antiguos hogares”.
Luego de publicado su libro, Herzl buscó el apoyo a sus ideas de los dos principales judíos que por esos años buscaban una solución concreta al antisemitismo, los barones Hirsch y Montefiori, y también de los miembros de la familia Rothschild, quienes no aceptaron su proyecto, al igual que muchos de los dirigentes comunitarios, ya que consideraban lo planteado un utopía irrealizable, si bien sostenían e impulsaban el mejoramiento de las condiciones de vida de los judíos que decidían radicarse en Eretz Israel (Tierra de Israel).
Debido a esa realidad, Herzl decidió buscar el respaldo de las masas judías, que sufrían en carne propia el antisemitismo y la discriminación, y lo obtuvo, pues no sólo les planteaba la necesidad de un Estado propio, sino también la manera de lograr el reconocimiento político internacional y de realizar el proceso migratorio, ya que consideraba necesario establecer dos agencias: La Sociedad de los Judíos y La Compañía Judía.
La primera de ellas sería eminentemente política y tendría la autoridad necesaria para hablar y negociar, en nombre del pueblo judío, con los diversos gobiernos implicados. En tanto, La Compañía Judía, organizada según los modelos de las grandes asociaciones comerciales de la época, sería la encargada de ejecutar el proyecto, atendiendo a los futuros emigrantes y organizando tanto su traslado desde los países donde residían hasta el territorio en que se establecería Der Judenstaat como la creación de las fuentes de trabajo necesarias para su sustento.
Pero Herzl no sólo fue el iniciador del movimiento de liberación nacional del pueblo judío, el Movimiento Sionista, sino que también soñó cómo sería el Estado que se constituiría con el apoyo de las potencias mundiales del momento, lo cual expuso en un libro que editó en 1902, “Altneuland” (Vieja Tierra Nueva), una novela donde describe que judíos y árabes se complementarían en el desarrollo de Eretz Israel con cooperativas que utilizarían los avances de la ciencia y la tecnología.
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