De entre la maleza surge de pronto, allá abajo, una playa privada, y luego otra y luego otra.
Estamos en la Costa Brava, donde las playas y las marinas se mezclan con castillos y nuevos desarrollos para formar una amalgama clara de la nueva España, la que preserva y conserva su carácter medieval con sus divisiones, sus lenguas y sus culturas y la que se acerca a rusos, americanos, ingleses y franceses y les ofrece sus mejores playas para su descanso e inversión.
Una historia repetida a través de los siglos.
Por acá salieron los expulsados por la Corona, por acá salieron los sobrevivientes de la guerra civil, por acá entraron las víctimas del nazismo y quienes sobrevivieron a este abrazo de sangre entre hermanos, llegaron a Ribadavia y de ahí a la libertad.
Hoy, en este último rincón de la nueva España, en este recóndito paraje de Cataluña pasado, presente y futuro se unen en un abrazo histórico de sangre, civilidad y filosofía.
Ninguno de los refugiados que durante 500 años se entrecruzaron en estas montañas lo sabían pero cada uno de ellos fue dejando las semillas de lo que hoy es el carácter catalán y la esperanza del sefaradismo.
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