Para hablar de contradicciones no hay como visitar Castello D’Empuries donde el pasado y el futuro se encuentran con tan solo una avenida de por medio.
Si Usted dobla a la derecha se encontrará con el viejo Castello, las callejuelas medievales, las iglesias, la inquisición, los viejos portales y las plazas populares donde siempre hay un buen café.
Si dobla a la izquierda llega al mañana, las oficinas de bienes raíces, con letreros en ruso, inglés y francés y hasta español (bueno seguimos en Cataluña) pero la Costa brava nos pega de frente con todo lo que da.
Calles venecianas con yates de todos los tamaños, mansiones y casas veraniegas para todos los gustos y muchos bolsillos (difícil seria decir que al alcance de todos), restaurantes y negocios que solo funcionan algunos meses del año, políticos mexicanos retirados junto con oligarcas rusos que siguen bien activos.
Desarrollos nuevos que atraen, nuevamente, a personas de todo el mundo que igual que en el pasado han poblado estas costas y servido de punto de contacto con el resto de la Europa mediterránea.
Y del otro lado de la calle, la historia con sus viejas sinagogas convertidas en iglesias pero que no pueden ocultar su carácter (y que curiosamente no se hizo mucho intento por hacerlo).
Aquí en Castello D’Empuries tuvimos el tiempo para visitar con la población, para hablar con ellos y conocerlos mejor. Descubrir cuantos vienen de “fuera” o sea que no son nativos de Cataluña pero ya se sienten como locales, cuantos recientes a los “extranjeros” que vienen a trabajar “solo para llenar su cuota y poder volver a su provincia a vivir del Estado -“y los impuestos que nosotros en Cataluña generamos” agregan algunos entrevistados sin ninguna pena.
Pueblo limpísimo, sin miseria, sin limosneros, conservado, preservado, enriquecido por el tiempo.
Castello es donde podemos constatar nuevamente la presencia, en esta ocasión de la Marina Española para reforzar a los soldados que nos detuvieron en la entrada a Cataluña para hacernos saber, sin mucha delicadeza, que para Madrid, esto es –aunque a algunos no les guste- España.
Pero fuera de un breve incidente, la presencia de los locales es siempre amigable, agradable, casi diría enternecedora a veces incluso inquisitiva por su interés en lo judío (“no queremos invertirnos” nos dicen casi siempre como introducción para evitar despertar “ilusiones” en nosotros) pero enamorados de la historia, la filosofía, la cercanía que encuentran entre sus actuales creencias y las que tenían sus antepasados y por las que fueron cuando no expulsados, perseguidos precisamente de estas tierras a las que hoy algunos vuelven para reclamar su pasado y construir su futuro
La comunidad judía de Castelló se inició, al igual que todas las de Iberia, con la llegada de los romanos aun cuando hay quien afirma que las de poblaciones como esta pudieron haber sido aun más antiguas debido al comercio naval documentado existente entre todas las poblaciones costeras del mediterráneo que incluían a las de lo que hoy es Líbano e Israel y que tenían puestos o avanzadas comerciales en toda la región.
Sabemos que en el Siglo XIII la comunidad de Castello se localizaba en el barrio de Puig de l”era Mala, cerca del portal de Sant Francesc donde los judíos vivían en paz y coexistencia con sus vecinos. Con el crecimiento del pueblo también creció la comunidad y llego a alcanzar los 300 habitantes en una población de 1000 personas que en 1281 tenía ya dos sinagogas que fungía, al igual que hoy, como centro social, cultural y religioso de la comunidad.
Al igual que en todos lados también aquí había una mikve, una carnicería y un cementerio siendo este especialmente famoso por haberse conservado – por gajes del oficio mas no por decisión- una gran colección de Matzeivot (lápidas) que fueron rescatadas después de haber sido utilizadas como materiales de construcción en edificios construidos después de la expulsión.
Hoy, entre antiguas construcciones y modernas casas de tipo californiano se levanta una nueva comunidad con nuevos emigrados con nuevas esperanzas donde el pasado de alguna manera se enfrenta al presente en formas muy curiosas no pudiendo terminar esta historia –tan llena de hospitalidad como de vistas inolvidables- sin mencionar a la cafetería Tramuntana, frente a la escuela en Castello donde los flamantes propietarios -emigrados a la región- nos dieron “asilo” y nos alimentaron después de que fuimos corridos – o después de que nos auto-expulsamos del hotel Emporium donde fuimos “expulsados” por haber “osado” usar los sanitarios del ala del restaurante cuando estábamos sentados esperando ser servidos en el área adjunta o sea, la cafetería.
Ante la agresiva sorpresa del Maitre’d que resulto ser uno de los dueños fuimos –literalmente- escoltados desde la puerta del baño donde nos íbamos a lavar las manos, hacia la ‘cafetería’ donde, “si queríamos” podíamos usar los lavabos correspondientes que además eran bastante más desagradables.
Ante este trato decidimos salir a “pedir posada” ya que no son muchas las posibilidades de comer en este pequeño pueblo y fueron los flamantes dueños de la cafetería quienes nos recibieron y hasta nos dejaron lavarnos las manos en unos lavabos nuevos.
Si yo sé, no es más que un evento pasajero, insignificante y sin sentido de un mal anfitrión pero, si en siglo XIV la guía para la ruta de Compostela ya mencionaba que hostales usar y cuáles no porque no incluir nosotros en esta serie esta único no-recomendación, el único lugar en toda España donde fuimos maltratados no solo para que usted lo evite y se evite malos ratos sino sobre todo para subrayar, que tras visitar casi 30 poblaciones, innumerables restaurantes e inolvidables paradores y hoteles solo en uno tuvimos una “mala” experiencia y, si esto es lo peor que experimentamos y lo peor que podemos decir de España habría que preguntarles a ustedes que esperan para visitar la nueva España y disfrutar de su gente, su cocina (recuerde que la ruta Sefarad incluye múltiples opciones de cocina que yo llamaría novo-sefardí más una miríada de guías, concejales, alcaldes y personas –sin título pero con gran nobleza- que no solo están esperando su visita sino que además lo están esperando con los brazos abiertos tal como nos recibieron todos –bueno todos menos uno- aquí en Castello D’empuries.
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