Introducción
De todas las lenguas minoritarias el judeo-español (espanyol, djudyo, djidyo, o espanyoliko en Levante, haketiya en el Norte de Marruecos y tetauni en Orán) es probablemente la lengua que más profundamente ha visto afectadas sus estructuras mentales y lingüísticas.
En el mundo todavía 400 000 sefardíes- la mayoría bilingües – y aproximadamente 80 000 de ellos residentes en Francia, tierra de elección de numerosos judíos originarios del antiguo Imperio Otomano, de Marruecos y de Orán (Argelia) hablan el judeo-español.
La historia de aquellos judíos españoles desde su expulsión de España en 1492 hasta la actualidad – pasando por su instalación por la cuenca mediterránea, sus tribulaciones en medio de guerras y revueltas en aquella parte del mundo, la formación de su etnia, sus migraciones y nuevos exilios por Europa o América, el genocidio, etc…- ha sido analizada en el precedente tomo indispensable para el conocimiento global de la etnia judeo-española: La agonía de los judeo-españoles.
Ahora este tomo es la segunda parte del díptico, en el cual nos limitaremos al estudio del devenir de la lengua y de la cultura judeo-española.
Estudiaremos primero las “fuentes” y luego la situación lingüística de los judíos en 1492, basándonos en el trinomio que siempre conviene recordar:
L1 LV/LT L2
Porque en la Península coexisten el hebreo, las lenguas romances comunes a las tres religiones (LV/LT) y la lengua resultante de la traducción del hebreo o del arameo (L1) por LV/LT, o sea la lengua vernácula y a su vez traductora, obedeciendo las estructuras de L1 en un fiel palabra por palabra que engendra el Ladino definido como judeo-español calco (L2) no hablado y anterior a 1492.
Aproximadamente hacia 1620 constituyéndose la etnia judeo-española de LV/LT nacerá el judeo-español vernáculo o djudezmo.
Entonces el trinomio arriba citado compondrá
L1 (hebreo o arameo- LV/LT (judeo-español vernáculo) y L2 (judeo-español calco o Ladino).
L2 (Ladino) es utilizado por todos los sefardim hispano-parlantes por supuesto tanto en el Levante, en Marruecos como por las comunidades del sur-oeste francés y en Holanda, cuando el judeo-español vernáculo no se habla en aquellos últimos países donde ellos hablan portugués o español peninsular.
En cuanto a la terminología insisto en un gran rigor porque- a causa de crisis políticas- se suele utilizar términos inexactos característicos de la aculturación/desculturización que ha afectado a los judeo-españoles.
Y es a la luz de la problemática del judeo-español formulada con esa exactitud que hay que repasar el conjunto de su producción.
Bastará con pasear este trinomio a lo largo de los siglos (tiempo) et por diversas regiones del mundo (espacio) para encontrar las mutaciones de aquel águila bicéfalo que es nuestro judeo-español (djudezmo y ladino[M1] ) pero también con ellas, las variaciones de las mentalidades.
De lengua vernácula y vehicular de todo el este mediterráneo, el djudezmo hubiera podido fundirse con la haketía y formar a finales del siglo XVIII la lengua vehicular de todos los judíos mediterráneos, y de los no judíos. Livorno hubiera podido ser un cruce de caminos. Pero esta cita con la historia se ha perdido.
Oriente y Marruecos han permanecido separados. El uno con aquella obra maestra: el Meam Loez, el otro como si fuera el conservador más fiel ( según Menéndez Pidal) del romancero judeo-español .
Sin embargo la intervención de las grandes naciones occidentales rompería la unidad judeo-española de ambas vertientes mediterráneas y penetraría hasta lo más hondo a aquellos judeo-españoles colonizados por otras lenguas de prestigio y serían víctimas de la glotofagia, reducidos a minorías, sacudidos y separados entre diversas culturas, como reventados y a menudo espectadores de su propia lengua incapaz según ellos de “alimentarles”.
Es el utilitarismo y sobre todo el afrancesamiento de su lengua por las instituciones – aunque filántropas – de l´Alliance Istraélite Universelle , que modificarían por completo la situación del judeo-español . Nacerá entonces el judeo-fragnol, producto del afrancesamiento galopante de su lengua.
Paso a paso, llegaremos a la situación actual después del enorme vació producido por la shoa y el reencuentro de los supervivientes estupefactos, lentos en retomar conciencia de sus valores sepultados en la memoria de sus mayores.
En efecto se trata de la memoria, de la recuperación de nuestra memoria como garantía de nuestra identidad.
Y veamos prosperar artículos, talleres y actividades judeo-españolas. Y sobre todo, hoy día después del reconocimiento del Estado de Israel por España tan cercana a nuestra cultura, la inmensa esperanza de dejar atrás las conclusiones pesimistas de La agonía de los judeo-españoles que fueron como una provocación hacia mis hermanos judeo-españoles entonces un poco adormecidos.
ATESORAR, ATESORAR, para luego difundir, son las últimas palabras de la antología final que acompaña este pequeño libro.
Esto es nuestro quehacer desde hace más de cuatro décadas.
Seamos capaces de recuperar nuestra cultura, seamos capaces de volver a hablar nuestra lengua agonizante y por consiguiente volver a encontrarnos, y quien dice agonizante dice – etimológicamente hablando- combatiente y luchadora para su supervivencia. Debemos ser los artífices de esta supervivencia.
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Libro: Le judeo-espagnol
Por: Haim vidal sephiha
Editions entente
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