Arturo Castellanos. La fuerza de la Justicia. 3. Nadando contra corriente

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Una vez que el coronel decidió salvar vidas de manera clandestina, surgió la pregunta de cómo hacerlo. Su solución fue muy ingeniosa.

La mayoría de los cónsules que decidieron auxiliar a quienes se hallaban amenazados por el nazismo lo hicieron a través de visas, que permitían la migración de quien las portaba al país que las otorgaba o que servían como conducto para salir del territorio que los exponía a la muerte, o por pasaportes, los cuales igualmente implicaban la movilización de las personas con las pocas pertenencias que aún conservaban y el arribo a un nuevo horizonte.

La embajada de El Salvador en Suiza emitió certificados de ciudadanía a miles de judíos que huían de diversos países de la Europa ocupada por el nazismo y que, sin ayuda, terminarían asesinados en los campos de concentración y exterminio. Estos documentos validaban como ciudadanos salvadoreños a sus portadores, quienes en realidad no tenían relación alguna con El Salvador, su cultura, su lengua o tradiciones. Recordemos que la población judía había sido declarada apátrida, lo que significaba que no eran considerados ciudadanos en sus naciones, que colaboraban o habían sido invadidas por el nazismo, dejándolos en una situación vulnerable a la violación de sus derechos humanos.


El ingenio del coronel Castellanos es notable, ya que las visas y los pasaportes habían sido prohibidos por su gobierno en el caso de los judíos, por lo que surgió la idea de certificados de ciudadanía, que, aunque no estaban validados por el gobierno salvadoreño, en la práctica los nazis tardarían demasiado en comprobarlo y así rescatarían miles de vidas. El objetivo era proporcionar protección a quien lo portara y salvar su vida ante la amenaza de muerte inminente sin que la persona tuviera que movilizarse. Ya no eran judíos, eran ciudadanos del salvador viviendo en Suiza.

El reconocido historiador Mario Sinay afirma que nadie era capaz de salvar sin una red de apoyo de al menos ocho personas. La operación de rescate del coronel Castellanos inició gracias a Gyorgy Mandel y fue apoyada el ilustre internacionalista salvadoreño José Gustavo Guerrero, así como el abogado judío francés Matthieu Müller y el empresario judío polaco Ysroel Eis.

Mandel y el coronel se conocieron en la misión a Checoslovaquia durante los años treinta y estrecharon lazos de amistad. Debe resaltarse que Gyorgy era un exitoso empresario judío rumano que fungió como intermediario en la compra de armas y que eventualmente lo perdió todo a manos de los nazis, pero logró escapar a Suiza con su esposa cuando Arturo ostentaba el consulado. Fue por esto que Castellanos lo integró al cuerpo diplomático con un puesto inventado de Primer Secretario con el objetivo de salvar su vida.

Uno de los primeros rescates realizados por el coronel fue el de su amigo judío, que ahora se llamaría George Mantello, una versión hispanizada de su nombre tras otorgarle la ciudadanía salvadoreña. George le explicó Castellanos que había logrado escapar de una muerte segura, pero que su familia aún corría peligro en Hungría, por lo que enviaron a Florian Manilou, quien era parte del cuerpo diplomático de la embajada, con los certificados para la familia. Este fue detenido por la Gestapo durante una semana, tiempo en que los judíos fueron deportados y enviados a Auschwitz, en donde fueron asesinados. El dolor de la pérdida de su amigo impulsó a Arturo a llevar cabo la titánica labor de continuar expidiendo certificados de nacionalidad salvadoreña a miles de judíos de los territorios invadidos por el nazismo. Tenían que salvar todas las vidas que pudieran.

El rumor de las acciones bondadosas del consulado llegó a oídos de los más desesperados, y la embajada se llenó de solicitudes y multitudes que hacían filas durante días con tal de conseguir un pase de vida, un certificado de ciudadanía. Esto pronto atrajo la atención de la policía suiza, que, si bien no colaboraba con el nazismo, tampoco deseaba la salvación de los judíos. La posición y labor de salvamento del coronel Arturo pendían de un hilo.

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