Así fue la vida de la última emperatriz de Irán

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Cuando se habla de monarquías, lo común es pensar en la familia real británica, los últimos zares del Imperio ruso o en los reyes de España. Pero hay otras familias reales fuera del Viejo Continente con historias dignas de toda la atención que tienen hoy en día los ‘royalties’ europeos. Una de ellas es la historia de Farah Pahlaví, la Jackie Kennedy de Oriente Medio y la última emperatriz de Irán.

Su estilo y belleza la llevaron a ser más que solo la esposa del sah. Su inclinación hacia la filantropía y el arte la convirtieron en una figura política por derecho propio. Sin embargo, su destino fue muy distinto al de un cuento de hadas: Farah se vio obligada a pasar la mayor parte de su vida en el exilio.

Sputnik te presenta la historia de una de las más grandes mujeres de Irán.


Farah Diba nació el 14 de octubre de 1938 en el seno de una familia aristocrática con raíces en una antigua dinastía azerbaiyana. Su abuelo llegó incluso a ser embajador del Imperio persa en el Imperio ruso en el siglo XIX.

Su madre decidió educar a su hija conforme al modelo occidental, por lo que el hiyab nunca tuvo cabida en su casa. Antes de la llegada de la Revolución iraní de 1979 y de los anuncios del ayatolá Jomeiní sobre la vestimenta de las mujeres, que debía estar “en consonancia con el decoro religioso”, las chicas se paseaban por las calles de Teherán llevando elegantes vestidos, pantalones y faldas cortas. Mientras, los hombres llevaban vaqueros y se podían ver carteles de Sophia Loren en los cines.

Irán estaba entre Oriente y Occidente y se balanceaba entre honrar su glorioso pasado al tiempo que se mantenía relevante en la esfera internacional.

Fue en esta vibrante época en que la joven Farah Diba pasó su adolescencia. Se matriculó en el mismo colegio de Teherán donde estudió su madre y desde ese momento se podían ver sus dotes de liderazgo: pronto se convirtió en la capitana de un equipo de baloncesto. Gracias a una beca otorgada por el que sería su esposo, Farah ingresó en la Escuela de Arquitectura de París.

Farah Pahlav © AFP

En 1959, el sah Mohamad Reza Pahlaví ofreció una recepción en la Embajada de Irán en París que cambió la vida de ambos para siempre. Farah, quien asistió a la recepción en honor de los becarios iraníes que estudiaban en Francia, enseguida llamó la atención del sah. En diciembre de ese mismo año se celebró su boda.

Para el sah, de cuarenta años, este era el tercer matrimonio. Su primera esposa fue una princesa egipcia, Fauzia, y la segunda, una aristócrata iraní, Soraya Esfandiyari. Sin embargo, ambos matrimonios fracasaron, ya que no tuvieron como fruto un heredero para la monarquía.

Con su primera esposa, el sah tuvo una hija, pero en su segundo matrimonio la situación se complicó debido a la infertilidad de Esfandiyari. Esto fue motivo de divorcio, a pesar del amor que ambos se profesaban. Muchos asesores cercanos a los círculos de poder vieron esto como una amenaza, por lo que no dudaron en recomendar un matrimonio lo antes posible.

Como todas las celebraciones de las casas reales, la boda del sah y Farah fue elegante y fastuosa. El vestido de Farah fue diseñado por Yves Saint Laurent y en su cabeza colgaba una magnífica tiara Noor-ol-Ain, engastada con diamantes blancos, rosas y amarillos. La piedra más grande de la tiara es uno de los mayores diamantes rosas del mundo: el diamante Noor-ol-Ain, de 60 quilates, traído al actual Irán desde la India en el siglo XVIII por soldados persas. El nombre del diamante significa la luz del ojo.
En la actualidad, la tiara se considera un tesoro de Irán y se conserva en el tesoro del Banco Central junto con otras joyas de la colección nacional.

La tiara Noor-ol-Ain © Dominio público

Farah Diba era 20 años más joven que el sah, pero estuvo a la altura de sus expectativas y tuvo un hijo, el príncipe Reza Pahlaví, al año de casarse. En años posteriores, su matrimonio tuvo dos hijas, Farahnaz y Leila, y un hijo más, Alí Reza.

Farah se convirtió en un pilar y un apoyo tan fuerte para el sah que este decidió otorgarle el título de shabanú (emperatriz) en 1967. Esto no ocurría desde la invasión árabe en el siglo VII.

No se trataba de una simple formalidad ceremonial, sino de la concesión de un verdadero poder político a su esposa. De hecho, podría ocupar el trono, convirtiéndose en regente en caso de muerte del sah antes de la mayoría de edad del heredero.

Shabanú era tan famosa como la reina Isabel II del Reino Unido y tan popular como la primera dama estadounidense Jacqueline Kennedy. Además, inspiró a otras mujeres iraníes a vestir a la moda y a conducir y contribuyó a que la revista Playboy se publicara en Irán.

Farah fue una auténtica figura política que construyó escuelas y bibliotecas, luchó contra la lepra, apoyó la cultura tradicional y el arte contemporáneo y desarrolló el entorno urbano. Fue especialmente activa en la defensa de los derechos de las mujeres e incluso promovió la fundación de la Universidad Pahlaví en Irán, la primera institución educativa del país establecida según el modelo estadounidense.
A principios de la década de 1970, patrocinó 24 organizaciones en los ámbitos de la educación, la cultura y la salud. De 1967 a 1977 se celebró en Irán el Festival de Arte de Shiraz. A iniciativa de Farah y bajo su dirección se creó un Museo de Arte Moderno en Teherán, que presentó las obras de Pablo Picasso, Claude Monet, Andy Warhol, Jackson Pollock y otros grandes artistas del siglo XX.

© AP/Vahid Salemi

El final del cuento de hadas
Todo llegó a su fin con la llegada de la Revolución Islámica, que dio un giro de 180 grados a la vida de la familia real.
El descontento en el país iba en aumento. El sah no era popular entre la población religiosa del país debido a su política pro-EEUU y por haber cedido por completo la extracción de hidrocarburos a Estados occidentales. También se consideraba que el sah estaba demasiado alejado de la realidad, una realidad plagada de pobreza para la mayoría de los iraníes.

La última gota que derramó el vaso fue la fastuosa celebración del 2.500 aniversario de la fundación de Persia, considerada una de las celebraciones más costosas jamás realizadas en el mundo. Mohamad Reza Pahlaví organizó una celebración que entró en el Libro Guinness por su escala, lujo y cantidad de dinero derrochado. Fue una celebración que por primera vez reunió a reyes, jeques y líderes de las potencias mundiales en un mismo lugar. El sah deseaba ser considerado un gobernante digno de estar al mismo nivel que Ciro el Grande.

Sin embargo, los exorbitantes gastos tuvieron un único logro: unir a los opositores del sah. En 1979, la familia real se vio obligada a abandonar el país a causa de los disturbios. El poder cayó en manos del ayatolá Jomeiní, que el 1 de febrero regresó del exilio en el que se encontraba por haber participado en actividades revolucionarias. Como resultado de la revolución, Irán se embarcó en una vía de desarrollo islámico, rechazando el capitalismo.

La familia Pahlavi se refugió en Egipto, donde el sah Mohamad Reza Pahlaví murió un año después de un linfoma. Tras su muerte, el presidente estadounidense Jimmy Carter ofreció exilio a Farah y a sus hijos en EEUU.

La muerte de su marido no fue el único dolor en la vida de Farah. En 2001, su hija menor, Leila, murió con tan solo 31 años; su cuerpo fue encontrado en una habitación de hotel con rastros de una sobredosis de estupefacientes. El siguiente golpe llegó 10 años después, en 2011, cuando el príncipe Alí Reza, segundo hijo de Farah, se suicidó.

Desde entonces, Farah ha vivido entre EEUU, donde se encuentran sus nietos, y París, la ciudad donde pasó su juventud.

Una inspiración para el arte

Aunque la propia Farah decidió inmortalizar su historia en un libro titulado Mi Vida con el sah, su nombre está estrechamente ligado al mundo del arte. Posó para Andy Warhol y armó una distinguida colección de arte en el Museo de Teherán, cuya historia se cuenta en el libro Iran Modern: The Empress of Art, publicado en 2018.

En 2019, el coreógrafo ruso Alexéi Miroshnichenko decidió crear un ballet en honor a la emperatriz.

A diferencia de la versión tradicional del ballet de 1910 con música de Rimski-Kórsakov, llamada Sheherezade, que se basa en un cuento del ciclo de Las mil y una noches, el ballet de Miroshnichenko muestra un “viaje a través de los recuerdos” de Farah Pahlaví desde sus estudios en la escuela de arquitectura parisina hasta la Revolución iraní, en la que se ahoga literalmente y se queda sola.

La versión tradicional del ballet ‘Sheherezade’ de 1910
© Sputnik/Dmitry Korobeinikov

 

El papel principal fue interpretado por la famosa prima bailarina Diana Vishneva y a Reza Pahlaví le dio vida Marcelo Gomes, antiguo primer bailarín del American Ballet Theater y amigo de Vishneva desde hace mucho tiempo. A pesar de la amplia experiencia escénica de la bailarina, participar en el nuevo ballet fue una experiencia completamente nueva incluso para ella.

En una entrevista con los medios rusos, Vishneva admitía:

“Cuando interpretas a una figura y es tu contemporáneo, puede llamarte por teléfono y contarte sus impresiones sobre la actuación y después incluso puedes conocerlo. Esto probablemente ocurra una vez en la vida, si es que ocurre”.

Miroshnichenko no solo se ciñó a la exactitud de los hechos históricos, incluido el magnífico desfile en Persépolis (en el estreno participaron 70 cadetes del Instituto Militar de Perm de la Rosguardia, que representaron una procesión de guerreros persas). Los creadores también trataron de reproducir fielmente los elegantes vestidos y trajes que la protagonista llevó durante sus estudios en París, su traje de novia y la corona.

Gracias al suntuoso trabajo de los artistas, al talento de Diana Vishneva y Marcelo Gomes y a la profundidad de la música de Rimski-Kórsakov, el ballet revela en una hora el carácter de Farah, el lujo que la rodeaba, el culto por ella y la gran fuerza del amor con la que permaneció junto a su sah hasta el final.

Diana Vishneva en el ballet ‘Shaherezade’ de Alexéi Miroshnichenko
© Irina Tuminene

Diana Vishneva y Alexéi Miroshnichenko consiguieron reunirse con Farah en París en marzo de 2020, antes de que se introdujera las restricciones por la pandemia. Ambos bailarines rusos destacaron la apertura y calidez con la que Farah los recibió en su casa, su genuino interés en el proceso de creación del ballet y su gratitud por el resultado.

“Le dimos un CD de la actuación y nos llamó al cabo de un rato y nos dijo que había reunido a su círculo más cercano para verlo y que estaba aún abrumada”.
Diana Vishneva

A pesar de que la reunión duró al menos dos horas, solo hubo una foto juntos como recuerdo. Vishneva y Miroshnichenko estaban intimidados y no se atrevieron a pedirle Farah una foto juntos. Mientras se despedían, ella misma exclamó que quería una foto de recuerdo.

Este breve episodio mostró una vez más el gran corazón de la última emperatriz de Irán.

2 comentarios en «Así fue la vida de la última emperatriz de Irán»
  1. La presunta infertilidad de Soraya “la princesa de los ojos tristes” fué una maquinación de palacio y de Taj-ul-Muluk Ayromlu, su suegra, que ya le había hecho la vida imposible a la primera mujer, la princesa Fawzia. Nunca se le hicieron pruebas médicas, apenas estuvieron casados dos años (poco tiempo para saber si se es fertil o no) y, además, en el “contrato” de divorcio el Shah estipuló que Soraya (su auténtico gran amor) no podía casarse nunca más con nadie…la quería para él solo y la mantuvo economicamente toda su vida. . Soraya, la Princesa de los Ojos tristes fué su Gran Amor…Era Vox populi.

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