Atardecer de un gigante (Primera Parte)

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Dorado Amanecer
La noche fue corta para Ben Gurión, y sus escasas horas de sueño confirmaban en parte, el apodo de “viejo” con que cariñosamente hacían referencia algunos periodistas en la prensa y en las conversaciones que efectuaban sus admiradores y funcionarios del gobierno.

Desde mucho antes que salieran los primeros albores del sol en el horizonte, David hacía uso de un interruptor eléctrico que colgaba de la cabecera de su cama. Con él llamaba a un ordenanza militar que el ejército le había facilitado desde que se presentaron los primeros problemas, en su mano derecha.

Antes de que terminara de vestirse y asearse, pedía al asistente que se adelantara a la cocina y preparara el desayuno, además de traerle, de la oficina de correos del kibutz los diarios y correspondencia que desde la tarde anterior habían llegado. Por costumbre -recién adquirida- no deseaba leer su correspondencia, sino hasta el siguiente día.


Mientras tanto, ponía a todo volumen un pequeño radio portátil que se encontraba sobre el escritorio de la biblioteca. Sintonizaba las primeras señales de radio que captaba de Tel-Aviv, Jerusalén o Jordania. Con frecuencia escuchaba algunos minutos de música y después los primeros noticieros; en el ínterin, dedicaba tiempo a organizar uno que otro papel que había dejado pendiente de ordenar o contestar el día anterior.

Transcurrido algún tiempo, su ayudante entra a la habitación y en tono respetuoso le dice:

– David todo está listo, puede usted pasar a la mesa.

– Gracias Shmuel, pero antes quisiera que me ayudaras a localizar el álbum foto gráfico de mi viaje a Sudamérica, pues le prometí a Rajel mostrárselo después de los masajes de este día.

– ¿Por qué ese álbum en particular?

-Al parecer -cuando realicé el viaje, hace unos 5 años- ella tenía algún primo o tío que era dirigente de la Comunidad del Uruguay, está segura que lo verá en alguna de las fotografías.

– ¡Mire David!… creo que es este… por lo que veo sólo las pastas de piel con los adornos de hoja de oro, representan toda una inversión de dinero y esfuerzo artesanal.

– Ahora que lo citas, me recuerdo que fue algo que me impresionó de esas tierras; su artesanía y lo espléndidamente bien que me recibieron, dándome un sinfín de regalos y reconocimientos, algunos exagerados.

– Bueno… creo que no era para menos, pues la imagen y obra de Ben Gurión -sobre todo en el cono sur americano- siempre sirvió de inspiración para mucha gente que ahora vive en Israel y tal como muchos de nosotros, auténticos sabras (nacidos en Israel), lo consideramos a usted como el Padre de la Patria.

– ¡A propósito de padre!, creo que hoy ofreció mi hijo Amos llamarme por teléfono, probablemente a eso del medio día… pero vamos al comedor Shmuel, que ya tengo bastante apetito.

Cuando llegaba a la mesa nuestro personaje, procedía a leer la correspondencia y el periódico, mientras se llevaba a la boca (con la mano izquierda) los alimentos que le había preparado Shmuel.

Al encontrar algo que le llamaba la atención, hacía comentarios en voz alta y preguntaba su parecer al asistente, quien se encontraba sentado en una mesita contigua, marcando las noticias y comentarios que veía y que hacían referencia a Israel.

– ¡Qué te parece Shmuel!, aquí afirman algunos representantes de la Kneset (Parlamento) que el Banco Occidental y Jerusalén no fueron ocupados, sino liberados y además dicen que esa opinión la comparte Ben Gurión.

– ¿Cree usted que están equivocadas esas aseveraciones?

– Hasta cierto punto, pues si bien es cierto que fuí durante muchos años obstinado en el ideal de un Israel más grande, sufrí una metamorfosis por los años 50’s. De joven mi sueño acerca de nuestro Estado Judío, comprendía la extensión a ambas márgenes del Jordán, como en el Antiguo Reino de Israel y así se había planeado a Palestina por la Liga de las Naciones, después de la Primera Guerra Mundial. Sin embargo el Ministro de Colonias inglés, Winston Churchil, cortó la parte oriental de la Palestina Bíblica del prometido Hogar Nacional y creó el artificial Emirato de Transjordania.

– Por lo visto los ingleses, siempre resultan muy originales y creativos cuando de fijar fronteras se trata, siempre y cuando no sean las de su querida isla.

– Así fue, y no pararon con su primera original creación, sino que en 1937, una Real Comisión Investigadora, encabezada por Lord Peel, propuso otra partición, que consistía en un estado árabe grande y un pequeño estado judío, limitado en su mayor parte a la franja costera.

– Pero con todo respeto David, usted si no mal lo recuerdo, hizo enfurecer a sus mejores amigos al aceptar un plan de partición tan raquítico para la población judía.

– Veo que tienes buena memoria en temas de nuestra historia. Sí, efectivamente nadie podía creer que un militante como yo, un soñador de un estado judío grande, volteara la espalda a Tabenkin, Berl Katzenelson, Ben Aharon y a Golda Meir. Ellos dijeron que me había unido al grupo de los mansos, constituido por Weizmann, Sharet, Berl Locker y Nahum Goldman.

Yo no contesté a las acusaciones de mis amigos y sólo di una explicación a mi hijo, que también me reclamó y que en aquel entonces tendría unos 18 años.

– ¿Pero cuál fue entonces la oculta razón de su proceder?

– Como te dije sufrí un cambio de opinión, pues un líder político debe destacar su realismo y coraje, por encima de sus emociones. Comprendí que dadas las circunstancias de aquella década, un estado judío parcial no era el fin, sino sólo el comienzo. Mi prioridad inmediata fue traer el mayor número de judíos, después crear una moderna fuerza de defensa y entonces, estaba seguro que no se nos podría impedir establecernos en otras partes del país, ya fuera por acuerdos mutuos con los vecinos árabes o por algún otro medio.

– Por lo que entiendo usted se inclinaba a un crecimiento por la fuerza.

– ¿Acaso era amante de la guerra?

– No, definitivamente no, pero si los árabes mantenían sus barreras nacionalistas y los ingleses se entercaban con su postura y las limitaciones hacia los judíos, sólo podríamos expresarnos en otro lenguaje que entendieran, si teníamos un estado, aunque éste fuera mínimo. En otras palabras Shmuel, preferí la realidad factible de un estado amputado que podía crecer, al riesgo de no tenerlo, por esperar la realización ideal de nuestros sueños.

– Entonces debo comprender que no abandonó sus metas o sueños, sino que se decidió por logros en etapas.

– Correcto, la primera el crear un Estado, aunque éste fuera estrecho, pero nuestro pueblo podría retornar a su patria. La segunda etapa, comprendía el fortalecimiento de nuestros recursos humanos y materiales, y la tercera, sería la expansión del territorio, con o sin consentimiento. Pero debo recordarte que el plan Peel fracasó y 10 años más tarde, aceptamos un plan de partición propuesto por la ONU.

– ¡Pero ese plan también fue ridículo!

– Definitivamente lo era, pero también sabíamos que los árabes lo rechazarían, por eso lo aceptamos y nos invadieron, dándonos el motivo de poner a prueba no sólo nuestra defensa, sino el poder de expansión territorial.

Al terminar David esta última explicación, se incorporó de la silla y con una taza de café en la mano, se acercó a la ventana de la habitación para observar las tonalidades doradas del amanecer, que reflejaban las montañas y suelo desértico del Néguev.

Sin pronunciar palabra y con semblante que reflejaba profundos pensamientos, un esfuerzo melancólico hacia el pasado tomaba forma en su mente, mientras guiaba sus pasos a la puerta del comedor. Antes de salir a una pequeña terraza jardinada, en donde se encontraban tres mecedoras, David se dirigió de nueva cuenta a Shmuel.

– Toma tu taza de café y acompáñame afuera, pues la mañana nos invita a que la observemos a plenitud. Hay que escuchar a los pájaros y respirar los aromas de los cultivos del kibutz y del mismo desierto.

Shmuel, casi al instante tomó su taza y algunas notas que había marcado y se encaminó hacia las mecedoras donde ya estaba sentado David, con la vista en el horizonte y respirando a plenitud la atmósfera, aún fría y algo húmeda.

Sin atreverse a interrumpir los pensamientos del anciano, continuó en su trabajo de revisión de noticias y comentarios que tarde o temprano, sabía le pediría su jefe. Pero antes de terminar el café, David le preguntó:

– ¿Sabías que he sido soldado? y sin embargo nunca he estado en combate como tal. Algunas personas, como tú, me han calificado como amante del partido de los Halcones, pero curioso, nunca he matado o herido a nadie.

– Seguramente usted encabezaba alguna unidad en la Guerra de Independencia.

– No Shmuel, no fue durante la Independencia, sino en el ejército británico, y tampoco en Israel o Inglaterra, sino en Egipto.

Poco después de la Declaración Balfour en 1917, posterior a un viaje que realicé a los Estados Unidos para formar batallones de judíos, destinados a liberar Palestina; me presenté como voluntario en el ejército de Su Majestad en la legión judía, precisamente en el 39avo. batallón de fusileros reales.

– ¿Cuántos judíos formaban el batallón?

– Los primeros en enrolarnos fuimos los 150 miembros del Hejalutz, que junto con 200 exiliados de Palestina, formamos un núcleo del batallón.

Recuerdo que fue iniciativa de Jabotinsky la creación del batallón judío. Era importante que también judíos figuraran entre quienes exponían sus vidas para la liberación de Palestina de manos de la dominación turca.

– ¿Cuántos años tenía usted, cuando llegó a Egipto?

– 32 años y con mi mujer en Nueva York, en el cuarto mes de embarazo. Afortunadamente, no entramos en batalla, pero como dato curioso te comento, que fue la primera bandera hebrea que flameó bajo el cielo de Egipto.

– Debieron ser tiempos muy difíciles los que les tocó vivir en Egipto.

– Bueno… no tanto como los de nuestros antepasados con el Faraón; sí había carencias e incertidumbre, pero aunque no era tan joven, mi espíritu sí lo era y además estaba rodeado de muchos amigos idealistas como Ben Zvi y muchos más que formábamos el movimiento obrero de Palestina.

En esos tiempos, renovamos la lucha por la puesta en práctica de los ideales sionistas socialistas. En pocas palabras, nos preparábamos para los grandes días de la inmigración judía en masa y de la colonización que seguiría a la liberación del país del gobierno otomano.

En forma inesperada, sonó el teléfono que se encontraba dentro de la cocina y Shmuel corrió a contestar.

David estaba seguro que sería la llamada de su hijo Amos, por lo que se apresuró, aunque en forma mucho más lenta, a trasladarse a la cocina con Shmuel.

Casi de inmediato comprendió, por la forma de contestar demasiado formal de Shmuel, que no era la llamada esperada.

– Sí señor… con todo gusto le pasaré su recado al Sr. Ben Gurión… él se encuentra bien y estará pendiente de su visita para la próxima semana… Shalom.

– ¿Quién llamó, Shmuel?

– Era el Secretario del Sr. Peres, que deseaba saber cómo se encontraba de salud y que espera visitarlo la próxima semana con algunos miembros del gobierno.

– Siempre ha sido Shimón muy atento y todo un caballero, espero tenga tiempo, después de los problemas y trabajos que seguramente pasó con lo de la guerra de Yom Kipur.

– Tal vez la visita se deba a alguna invitación especial, como la que le hizo hace dos años la Sra. Meir, para celebrar sus 85 años de edad y que pudiera usted ocupar de nuevo su tribuna en la Kneset.

– Puede ser… pero ellos saben que ya no estoy en condiciones de viajar como antes y no me siento con ánimos de ponerme traje y corbata, para saludar a tantas personas en la Kneset. Además aunque quisiera, no lo puedo hacer por las condiciones de mi mano y por otro lado, les estoy dejando la oportunidad de gobernar como ellos lo desean, de acuerdo a las opiniones que obtienen del pueblo.

– ¿Qué esto último no debe ser así en una democracia como la nuestra?

– En teoría puede ser, pero te debo confesar que cuando tuve la oportunidad de ejercer el poder, en muchas ocasiones: “no sabía lo que el pueblo deseaba… pero sí sabía lo que era deseable para el pueblo”.

Un tanto confuso y pensativo, Shmuel se dirigió junto con David a la biblioteca, dejando en el escritorio las notas y correspondencia que había revisado. Shmuel se disponía a retirarse, cuando David notando la intranquilidad que habían provocado sus palabras en su asistente, le dijo:

– No quiero que te formes una idea errónea de mi persona, que seguramente en tu mente es la de un dictador.

La tarea de gobernar, para personas como Moshé Dayán, Shimón Peres, Abba Eban, Itzjak Navon o Teddy Kollek entre otros, que afortunadamente he tratado de enseñar y guiar en lo político, es distinta en actitud y forma a la generación fundadora como la mía.

Ellos pertenecen a otra que podría llamar continuadora. Tienen otro estilo, tal vez no tan resuelto como el de la primera generación, pero se tendrán que abrir camino por sus propias fuerzas.

A veces pienso que no ha sido muy sano para ellos y por consecuencia para el país, pues son jóvenes prometedores, pero han estado mucho tiempo bajo mis alas protectoras. En muchas ocasiones, todavía me consultan alguna decisión que deben tomar. Creo que eso ha afectado la aptitud y capacidad para efectuar algunas medidas impopulares, pero necesarias en mi opinión.

Cuando yo falte, forzosamente se formará una conducción nacional nueva y resuelta… tal vez no sean mis pupilos los que lleven a cabo los pasos más importantes en el futuro nacional, pero no me cabe duda que será una continuación de labores, pues recuerdas lo de las etapas que te comenté y hasta la fecha, algunas siguen pendientes. No deben esperar a otro Ben Gurión, eso pertenecerá al pasado y será también difícil su labor, pues deberán articular una sociedad cualitativa y justa, de un “pueblo elegido, luz para los pueblos”.

– ¿Qué pasará entonces con la democracia al estilo Ben Gurión y con los ideales sionistas?

– Ya notaste que no creo en una democracia plena, eso para mí puede quedarse en teoría… además recuerda que formo parte de una generación práctica y no muy teórica, pero pienso que mejorando la educación y disciplina de nuestro pueblo, ese concepto de democracia, se apegará cada vez más al concepto que tú tienes y tanto defiendes.

…En cuanto al sionismo le queda mucho por hacer. Tiene que buscar caminos atractivos y eficaces, para que se puedan anular varios polos opuestos dentro de nuestro propio pueblo y adquieran nuevamente una luz que sobre todo les brinde a jóvenes judíos de la diáspora.

El sol de ese día se había remontado y lucía todo su esplendor, por lo que los amigos de nuestra historia continuaron sus quehaceres en la pequeña casa de Sdé Boker, en espera de que las horas transcurrieran para recibir las visitas acostumbradas de Rajel, la enfermera y Yeoshúa Cohén, el viejo amigo de David.

Continuará…

Acerca de Jacobo Contente

Egresado de la carrera de Contador Público del ITAM, por varios años trabaja en la industria de la confección, transformación y la industria editorial.Es de destacar su actividad en organizaciones comunitarias judías mexicanas entre ellas la Comunidad Sefaradí y el Comité Central. Al mismo tiempo se dedica a la edición de varias publicaciones como la revista "Emet" (1984); periódico "Kesher" (1987) y "Foro" en 1989.Dentro del campo intelectual siempre ha tratado de mantener vigente la Asociación de Periodistas y Escritores Israelitas de México y por lo menos un medio escrito lo suficientemente amplio, con calidad y profesionalismo como lo es "Foro", para que más de 60 escritores de México y el extranjero expresen mensualmente a través de sus páginas los pensamientos e inquietudes que forman opinión dentro del gran número de lectores que hasta la fecha tiene.Dentro de esta misma práctica de edición, ha colaborado, cuidado y diseñado más de 40 libros de escritores e instituciones que se lo solicitan y tiene en su haber tres libros histórico-biográfico y de consulta, como el "Prontuario Judaico".

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