Au revoir. Adiós, París 2024

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AU REVOIR. ADIÓS, PARIS 2024

Después de 17 días con la tele prendida a todas horas, me encuentro con el vacío propio de cuando termina cualquier gran evento. Entonces hago catarsis homenajeando por escrito a los héroes del Olimpo, los atletas. A la magnificencia del ser humano en su expresión más pura de agilidad, fuerza, resistencia, valor, tenacidad, esfuerzo.

Durante dos semanas me olvidé de Netflix, e interrumpí mis series, la pantalla solamente me devolvía movimientos ágiles. Músculos y tendones, saltos, velocidad, puntería, plasticidad, y el cliché “sangre, sudor y lágrimas”. Una caótica danza visual.


La espectacular inauguración, mezcla de originalidad, arte y cultura, con los atletas desfilando (flotando) en el Sena, y atletas como Serena Williams y Rafa Nadal llevando la antorcha, presagiaba ya una justa grandiosa. No decepcionó. El pebetero fuera del estadio engalanó las vistas parisinas que la televisión nos proyectó durante la justa.

El cuadro que cerró las competencias, la Maratón femenil, no pudo haber estado en un mejor marco, con la etíopeholandesa Sifan “Zatopek” Hassan (bronce en los 1,500 metros, y oro en los 5,000 y los 10,000 en Tokio, hace tan solo 3 años), “volando” por las Tullerías para devorar los poco más de 42 kilómetros en 2 horas y fracción.

Una final “soñada” en el tennis varonil, con el (ahora sí indudable) GOAT (Greatest of all Times) “Nole” (Novak Djokovic) determinadísimo, venciendo al futuro, a Carlitos Alcaraz, ni más ni menos que en la mítica cancha Philippe Chatrier el complejo de Roland Garros.

En donde el verano sí le hizo justicia a España, fue en el fut. Oro Olímpico varonil (semanas después de haber ganado la Eurocopa) y plata femenil.

Hace 3 años, en Tokio, en el salto de altura, el italiano Gianmarco Tamberi y el qatarí Mutaz Essa Barshim, compartieron el oro por mutuo acuerdo. En Paris, después de varias rondas, el neozelandés Hamish Kerr lo ganó en solitario, luego de que él y su rival, el estadounidense Shelby McEwen se negaran a copiar a sus antecesores.

En la natación, los nombres Ian Thorpe, Mark Spitz, y Michael Phelps, van dejando paso a Katie Ledecky, convertida en la versión femenina de Poseidón, consiguiendo su noveno oro olímpico (14 medallas totales). Ariarne Titmus (Australia) y Summer McIntosh (Canadá) también nos maravillaron. Y en la rama varonil, el local Leon Marchand emocionó no solo a su país, sino al mundo entero con su babyface, su simpatía y más con sus triunfos (y récords).

En la pista, Noah Lyles, que en los 200 metros compitió (y ganó bronce) a pesar de su Covid, fue el rey de la prueba reina (los 100 metros planos).

El sueco (nacido en Estados Unidos) Armand Duplantis, que desde Tokio nos hizo olvidar a Sergei Bubka, reafirmó que volar es posible.

Simone Biles es eterna. Sin palabras. En la gimnasia, la imagen quedará por siempre en mi mente, es la reverencia que, tras ganar el oro en piso, le hicieron Biles (plata) y Chiles (bronce) a la brasileña Rebeca Andrade, la “niña” que, con sus piruetas, su sonrisa, y por su historia de favelas, nos robó el corazón.

El basketball sigue siendo de Estados Unidos, en ambas ramas. Dos Dream Teams, dos oros. Parece fácil, pero mantener tal hegemonía requiere de talento, entrega y perfección sostenidos al correr de las manecillas.

Las carreras de fondo, como cada año, mayoritariamente africanas.

En los clavados, el británico Tom Daley sigue tejiendo en la tribuna, mientras China sigue siendo perfecta, tanto que hubo un clavado con calificación de 10.0. Quienes logran arrebatarles algo, deben sentirse como dorados. Y “nuestro” Osmar Olvera es uno de ellos.

En el voleibol de playa masculino, por extraño que parezca, los escandinavos refrendan su oro (Noruega en Tokio, Suecia en Paris). Al parecer el hielo, los fiordos y la playa se pueden fusionar en metal.

Otra estampa: la del “hombre maratón”, el keniano Eliud Kipchoge, quien a sus 39 años abandonó la prueba a 10 kms de la meta, se desvistió casi todo, quedándose en shorts y regaló hasta la etiqueta con su nombre a la multitud que lo ovacionaba.

En el medallero, nuestros vecinos del norte bailaban en la cima cediendo el paso a China, quien se la entregaba de vuelta, diario, casi a cada hora. Al final, 40 oros para cada uno. ¿Quién sabe qué habría pasado si Rusia compite? De la Cuba Deportiva de antaño, queda poquísimo. Japón (tercero) y Australia (cuarto), también peleando su sitio palmo a palmo. Y los locales, un muy decoroso quinto, duplicando sus medallas obtenidas en Tokio, en los tres lugares de honor, haciendo válida la afirmación de que “al anfitrión siempre le va bien”.

En cuanto a las 3 platas y 2 bronces, y el sinfín de cuartos, quintos y demás lugares de la delegación mexicana, vaya mi total reconocimiento a esos logros, obtenidos con tan poco apoyo.
Osmar Olvera, Juan Celaya, Marco Verde, Prisca Awiti, Alejandra Valencia, Ana Paula Vázquez y Ángela Ruiz, Kudos. Los deportistas “amateurs” en México sufren viacrucis cuatrianuales para poder, ya no digamos competir, sino participar. Quienes llegan hasta ahí, a pesar de tantas adversidades tienen todo mi respeto y admiración. Nuestra caminata, y Tae Kwon Do, que en algún momento dominamos, se han esfumado.

La resaca durará 4 años, hasta Los Ángeles veinte veintiocho. Y cierro con una de mis frases favoritas: “Al abrir un periódico, hay que buscar siempre las páginas deportivas, en donde se registran los triunfos del hombre. Las demás secciones solo llevan la cuenta de sus fracasos”.

Los seres humanos somos tan estúpidos, que no nos damos cuenta de que, todo conflicto debiese dirimirse en una cancha, alberca, pista. En la tierra, el agua, o el aire. Pero así, lúdicamente. Jugando. No matando. Ahhh, si tan solo.

“Imagine all the people, living life in peace” -John Lennon.

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