La llegada de Biden a la Casa Blanca anticipa no sólo un cambio de estilo en la retórica y en la praxis presidencial norteamericanas. Orientaciones importantes en su país- la firme resistencia al covid, el trato a las minorías, los nexos con Europa, la suerte de los migrantes latinoamericanos, entre otros temas – conocerán mudanzas. Y en paralelo, se redefinirán las actitudes de Washington respecto a tres cuestiones fundamentales que afectan el presente y el devenir de Israel y del Medio Oriente.
La primera de ellas alude al carácter y a la amplitud de la colonización de Judea y Samaria. Los habitantes judíos, que hoy suman alrededor de medio millón, aspiran a ampliar su presencia hasta lograr en los hechos su legítima anexión a Israel. Aspiración que el presidente Obama en su momento resistió tenazmente. De aquí que es de momento materia de especulaciones si Biden se apegará o no a esta postura hoy sostenida por no pocos miembros del partido Demócrata.
Pienso que si una coalición de la derecha – jefaturada o no por Netanyahu- se impone en el duelo electoral de marzo este asunto ganará conflictivo lugar en el diálogo entre Washington y Jerusalén.
El rumbo de las relaciones entre Washington y Arabia Saudita- incluyendo a otros países de la Península árabe- tendrá elevado lugar en la atención de la Casa Blanca. El carácter apenas democrático de estos regímenes, su alta gravitación en los mercados petroleros, y el poder militar que están adquiriendo como resultado de los entendimientos concertados durante el periodo trumpista constituyen una realidad que Biden deberá encarar.
El tercer tema presenta superior relieve: el ascenso de la capacidad nuclear de Irán. Si aspira a frenarla, Biden deberá, por un lado, movilizar el apoyo europeo con este propósito, y, por otro, ofrecer amplia ayuda financiera para remediar el atraso social y la crisis económica de este país. Si no lo logra, cambiarán radicalmente los escenarios en el Medio Oriente al asomarse la posibilidad de un enfrentamiento militar no convencional que afectaría no sólo a esta región.
En suma: el júbilo que hoy se conoce y se comparte en amplios rincones de Occidente con el ascenso de Biden pronto se verá matizado con los difíciles problemas internos e internacionales que su antecesor creó o eludió. ¿Revelarán y su equipo la lucidez indispensable?
Yo creo que todos deberíamos ponernos a rezar por que al menos los que estudian un poco a los demócratas sabemos que les gusta hacer las guerras, espero estar equivocado por el bien de todos.