El Midrash comenta sobre cierto filósofo proveniente de la ciudad de Atenas, Grecia, quien habiendo escuchado una y otra vez sobre la erudición del pueblo judío, decidió visitar Yerushalaim y poner a prueba lo que tanto le habían contado. Una vez ahí, entabló conversación con el primer muchacho judío que encontró. Concluyó mostrándole dos pedazos de queso blanco al tiempo que le decía: “Estos pedazos de queso provienen de diferentes cabras ¿Podrías decirme cuál de ellos proviene de la cabra negra y cuál de la blanca?”. La sonrisa de desafío y victoria se reflejaba en el rostro de aquel filósofo.
Sin embargo, el muchacho le pidió que lo aguarde por unos minutos. A su regreso, llevaba consigo un par de huevos, y al mostrárselos le preguntó: “¿Podría indicarme cuál de ellos proviene de la gallina blanca y cuál de la negra?”.
Ahora bien, el mensaje que vienen con estas parábolas es que el filosofo piensa que después de obtener el producto o resultado, al ser exactamente igual no se puede ver de dónde proviene, si viene de un lugar negro o un lugar blanco, por el contrario, el joven piensa que si se puede, ya que al mostrarles los huevos, si estos son empollados, al nacer el pollito verás si proviene de una gallina negra o una blanca. Así también ocurren con las acciones, si llegas o consigues algo por medios incorrectos, al final el resultado lo reflejará.
Es interesante destacar que el Talmud (Bejorot 8b) comenta un suceso similar al del Midrash anterior, pero ¡completamente al revés!
En dicha anécdota Rabí Yehoshú’a Ben Jananiá se encontraba sentado, acompañado de filósofos de su época. Entre las muchas discusiones que entablaban sobre diversos temas, comenta el Talmud que uno de los filósofos le mostró dos huevos, al tiempo que cuestionaba si podía determinar cuál de ellos provenía de la gallina blanca y cuál de la negra.
Para responderle, Rabí Yehoshú’a le mostró un par de pedazos de queso, al tiempo que preguntaba si alguno de los presentes podía identificar cuál de ellos provenía de una cabra negra y cuál de una cabra blanca.
El Maharshá interpreta el relato anterior tomando como fundamento lo que indica el Talmud, que desde que el huevo es expulsado del cuerpo de la gallina, deberán transcurrir veintiún días.
Similarmente, en el calendario judío existen dos épocas con una duración de veintiún días: Ben Hametzarim (los días entre los ayunos del diecisiete de Tamuz y del nueve de Av) y Yamim Noraim (los días entre Rosh Hashaná y Sheminí ‘Atzéret), caracterizándose los días de Ben Hametzarim por su desdicha y los días de Yamim Noraim por su regocijo.
Basado en lo anterior, comenta el Maharshá que los filósofos querían exponer a Rabí Yehoshú’a mediante el par de huevos, que precisan de veintiún días para procrear, haciendo alusión a las dos épocas antes mencionadas, los “negros” (Ben Hametzarim) y los “blancos” (Yamim Noraim) son iguales en insignificancia y falta de valor verdadero, pues si Hashem realmente los perdonara durante los días “blancos”, jamás hubieran llegado los días “negros”. Por ello, Ben Hametzarim es una clara prueba de que los Yamim Noraim son irreales e imaginarios, y viceversa.
A su vez, Rabí Yehoshú’a indicó a los filósofos que la verdadera relación entre estas dos épocas del año no se representa con doshuevos, sino con dos pedazos de queso, ya que para el pueblo judío ¡Ambas épocas son blancas! En ambas nuestros rezos son aceptados y nuestro aprecio por Hashem no cambia. Sólo se distinguen por sus orígenes, pues los días de Ben Hametzarim se originaron por los actos “negros” del pueblo de Israel en aquel entonces.
Es por eso, además, que Rabí Yehoshú’a mostró dos pedazos de queso provenientes de cabras, para insinuar a las dos cabras sacrificadas en el Bet Hamikdash para expiar por su intermedio los pecados del pueblo de Israel todos los días del año, incluyendo las dos épocas anteriores por igual, consiguiendo así nuestra “blancura”.
En las Fiestas de Rosh Hashana, Sucot, etc… estamos haciendo cosas aparentemente raras, pero uno tiene que entender el mensaje que está detrás, no quedarse en los resultados sino que debemos fijarnos en la raíz de las cosas.
Es interesante que en el Pasuk que indica: “Y estarás sólo alegre”, la palabra “sólo” (en hebreo) suma veintiuno. Probablemente la Torá quiso indicar de este modo que la alegría que se consigue en estos veintiún días, tienen el potencial de acompañarnos durante todos los días del año. Todo depende de cada uno de nosotros.
Sea la Voluntad de Hashem que consigamos “calentar” la “chispa blanca” que arde dentro nuestro, hasta que brote un nuevo comienzo lleno de dicha y felicidad ¡Amén!
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