Breve Relato Sobre La Historia De La Presencia Islámica En El Brasil

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Este relato se basa en una investigación realizada por el Jeque Muhammad Ragip.

Aunque la historia oficial registre que la llegada de los portugueses al Brasil se produjo el 22 de abril de 1500, con la expedición de Pedro Álvares Cabral, trabajos de revisión histórica han apuntado varios indicios de presencias anteriores. Como por ejemplo, se verifica que las negociaciones para el establecimiento del Tratado de Tordesillas, que dividió las nuevas tierras entre Portugal y España, en 1494, no podrían avanzar si no tuvieran informaciones sobre la distribución de las tierras del nuevo continente en el hemisferio sur. También hay indicios de la llegada al Brasil, ya en 1498, de una carabela comandada por el navegador Duarte Pacheco Pereira.

Pedro Álvares Cabral fue acompañado en su expedición del año 1.500 por los musulmanos Chuhabidin Bin Májid y el navegador Mussa Bin Sáte. Con el inicio de la colonización, musulmanos, portugueses y españoles, aunque en número reducido, también vinieron al Brasil, manteniendo sus prácticas y tradiciones. Su presencia ha sido denunciada ya al final del siglo XVI, con la llegada de la Inquisición. Procesos y relatos del Santo Oficio se refieren a la presencia de estos musulmanos, describiendo sus prácticas y costumbres. Como referencia se observan: Primeras Visitaciones del Santo Oficio a las Partes del Brasil – Denuncias de Pernambuco, 1593 – 1595, del Visitador Heitor Furtado de Mendonça, Archivo Nacional de la Torre del Tombo, Escribanía de la Inquisición, Pergamino nº 130, con edición especial del editor Paulo Prado, serie Eduardo Prado, São Paulo, 1929.


La Inquisición actuó forzando la conversión de los musulmanos al cristianismo así como también al cambio de sus nombres. Los tribunales de la inquisición castigaban con la pena de muerte a los practicantes de cultos considerados herejes y a los que se negaban a aceptar el nuevo orden. Como resultado pocos registros restaron de la presencia de estos musulmanos en la fase inicial de la colonización.

El mayor contingente de musulmanos que llegó al Brasil fue el de los esclavos negros, a partir del comienzo del tráfico de esclavos, a mediados del siglo XVI.

La expansión del Islam, a partir del siglo VII, alcanzó al África, de tal forma que, antes del año 1.500, el Islam ya se había expandido por, como mínimo, dos tercios del continente africano. Este proceso llevó a una intensa utilización del árabe como idioma comercial y cultural. Importantes civilizaciones musulmanas se desarrollaron, abarcando las más diversas etnias del continente.

A través del tráfico de esclavos se estima que de 3 a 4 millones de negros fueron traídos del África al Brasil. El proceso de esclavización alcanzó individuos educados, alfabetizados, muchos con experiencia administrativa, comercial o militar, otros de origen aristocrática. De esta forma, los musulmanos entre ellos, trajeron consigo las tradiciones, el conocimiento, el modo de vida y las ansias de libertad inherentes a la religión.

Llegando al Brasil, como esclavos, alejados de los centros y escuelas islámicas, la falta de libertad y las imposiciones de los señores de esclavos fueron factores que llevaron la práctica religiosa a una situación crítica. En un esfuerzo para mantener las tradiciones, procuraron, aunque de forma secreta, organizar procesos de educación. Aún enfrentando las dificultades de comunicación y los controles de los proprietarios de esclavos, promovían la alfabetización y la recuperación del texto del Sagrado Alcorán y de hadiths (tradiciones del Profeta – saws), a partir del registro de lo que se había memorizado.

La resistencia a la esclavitud ya se había manifestado desde el inicio del tráfico, a mediados del siglo XVI. Los esclavos escapaban de sus señores y formaban comunidades de fugitivos que se protegían mutuamente. El gobierno portugues denominaba quilombo cualquier agrupamiento con más de seis esclavos fugitivos. El primer quilombo del que se tiene registro surgió en Bahía en 1.575.

Las ansias de libertad y la capacidad intelectual y administrativa de los esclavos musulmanos fueron elementos muy importantes en el fomento y la organización de estas comunidades. A partir del año 1.600 se inicia la formación de um enorme quilombo, el Quilombo de los Palmares, que, formado por esclavos fugitivos de las haciendas y los ingenios, llegó a reunir más de 20 mil habitantes. Hay documentos que registran el papel y la importancia de los musulmanos en la estructuración de los quilombos, como por ejemplo la de un cierto Karim Ibn Ali Saifudin, considerado el constructor de las fortificaciones del Quilombo de los Palmares.

En el Quilombo,se organizó un gobierno, con rigurosas leyes castigando con la pena de muerte hurtos, robos, adulterios, asesinatos y deserción en el ámbito de la comunidad. Con la consolidación desarrollaron la agricultura y mantuvieron relaciones comerciales con poblados vecinos. Compuesto por negros de diversos orígenes étnicos y culturales, no hubo imposiciones o predominancia de cualquiera de las culturas, ya que el ideal de libertad y las necesidades de mantener la seguridad de la comunidad superaron las diferencias. De esta forma, todo lo que era motivo para división era descartado. Hubo mezclas de idiomas y sincretismo religioso, inclusive asimilándose del cristianismo aquello que convenía y era aceptable. En cierto sentido, el Quilombo de los Palmares puede ser considerado como el primer gobierno libre del continente americano, ya que, aunque no reconocido, constituyó un estado organizado que no se sometió a la corona portuguesa.

Asediado y sufriendo diversos ataques organizados por el gobierno portugués acabó sucumbiendo alrededor de 1.695, siendo totalmente destruído.

Después de Palmares, millares de quilombos surgieron y se desparramaron por el país en los siglos subsiguientes, sin alcanzar, sin embargo, a aproximarse de sus proporciones y su nivel de organización.

La continuidad del tráfico negrero hizo que, a partir de los siglos XVIII y XIX, en que hubo expresiva representatividad de personas oriundas del Sudán Central, llegaran al Brasil nuevas levas de musulmanos, alfabetizados e instruídos.

Los negros musulmanos sudaneses son así descriptos por el autor Arthur Ramos en su obra “Introducción a la Antropología Brasilera”

“Eran altos, robustos, fuertes y trabajadores. Usaban como los otros negros musulmanos,una pequeña barba; de vida regular y austera, no se mezclaban con los otros esclavos.”

Eran denominados “malês”, que significa profesores, educadores en árabe. Organizaron la recuperación de la religión islámica entre los esclavos, a partir de los registros de la memoria del Sagrado Alcorán y de las tradiciones del Profeta Muhammad (saws). Promovieron, aunque en forma secreta, actividades de alfabetización y memorización del texto sagrado. Aún enfrentando oposición y persecución de los proprietarios de esclavos, escribían panfletos, se comunicaban en árabe, y se organizaban constituyendo consejeros y jueces en sus comunidades.

Algunos consiguieron la liberación, por haber aprendido un oficio, como por ejemplo la carpintería, o por otro motivo. Entre los que consiguieron la libertad algunos viajaron a África, buscando restablecer el contacto con los centros islámicos en sus países de origen. No hay documentación extensa sobre estas actividades ya que debido a la represión todo era hecho en sigilo. De todas maneras restaron registros e indicios que sustentan la tesis de que alguna comunicación fue en parte establecida. Como ejemplo se puede citar, teniendo como referencia pesquisa de Paul E. Lovejoy: “Abd- al Rahman al-Baghdadi al-Dimashqi fue para Rio de Janeiro en 1865 y entabló conocimiento con musulmanos clandestinos que vivían allá, se quedó dos años para instruír musulmanos del lugar, en los rituales y normas del Islam.”

Los “malês” fueron los grandes promotores de las rebeliones y movimentos de liberación. Instruídos, con capacidad de organización, y motivados por los ideales islámicos de libertad y resistencia a la tiranía, movilizaron sus pares en diversas rebeliones. El inicio del siglo XIX fue marcado por una secuencia de rebeliones denunciando el clima de tensión creciente y la desconformidad con la situación de esclavitud. Las principales ocurrieron en los siguientes meses y años: Mayo de 1807; 4 de Enero de 1809; Febrero de 1810; Febrero de 1814; Enero y Febrero de 1816,; Junio y Julio de 1822; Agosto y Diciembre de 1826, Abril de 1827; Marzo de 1828; Abril de 1830.

El 25 de Enero de 1835 estalla una rebelión de grandes proporciones que pasó a ser conocida en la historia como “Guerra de los Malês”. Los revoltosos recorrieron las calles de la capital de Bahía, atacaron el palacio del Presidente de la provincia, invadieron cuarteles, enfrentaron tropas y fragatas de guerra ancladas en el puerto. Fueron totalmente subyugados por las fuerzas del gobierno.

A partir de la rebelión de los “malês” la religión islámica pasó a sufrir una severa represión. Fue considerada como religión salvaje que incitaba a la rebelión a los negros esclavos, en ese entonces considerados seres sin alma humana. Para la mentalidad de la época, no se justificaba pensar, para seres sin alma, en el derecho a la libertad, a la justicia, a la vida, a la religión o a la dignidad.

Después de 1835, muchos musulmanos fueron juzgados en tribunales especiales, algunos condenados a muerte. Muchos fueron deportados para África como forma de reducir su influencia entre los negros esclavizados. Los que escaparon a la muerte o a la deportación fueron forzados, para sobrevivir, a mantenerse en la clandestinidad.

Nuevo contingente de musulmanos, estos de origen árabe, comenzaron a llegar al Brasil al final del siglo XIX y a principios del siglo XX. La abolición de la esclavitud en 1888 y la dificultad de los negros ahora liberados en adaptarse al trabajo asalariado, la necesidad de mano de obra para la agricultura y también de mano de obra especializada en la actividad industrial naciente, llevaron a una política gubernamental de incentivo a la inmigración. Hasta finales de la década de 1940 el Brasil recibió aproximadamente 5 millones de inmigrantes. La mayoría eran italianos, portugueses, españoles, japoneses, y también, en menor escala, sirios, libaneses, palestinos y otros.

Los primeros árabes de origen siria que inmigraron para el Brasil eran cristianos, buscando nuevas oportunidades de vida alejándose del Imperio Otomano. Debido al hecho de que su pasaporte los identificaba como turcos, pasaron a ser conocidos en el Brasil por turcos, aunque fueran de origen árabe. Esta confusión persiste hasta hoy, de manera que en el lenguaje coloquial los pueblos de origen árabe son designados en el Brasil como turcos.

Posteriormente, a partir de principios del siglo XX, comenzaron a llegar árabes musulmanos.

Llegaron al Brasil con la motivación de hacer fortuna y retornar a la tierra de orígen. Inicialmente se dedicaron al pequeño comercio, como vendedores ambulantes, que fueron denominados “mascates”. Se distribuyeron por todo el país vendiendo mercaderías como peines, perfumes, productos de higiene, chucherías y utensilios en general. Con el suceso de su trabajo, en pocos años se establecieron en pequeños comercios, almacenes y también pequeñas industrias de tejidos. La prosperidad adquirida atrajo nuevos inmigrantes árabes, que encontraron a los primeros ya instalados y con grandes negocios, lo que facilitó su integración, no solamente en términos comerciales sino también en el aprendizaje del idioma portugués.

La prosperidad y el progreso de las actividades industriales en el Brasil, hizo que pasaran a dedicarse al comercio de mayor porte y a la industria, fundando nuevas empresas y especializándose en determinados productos. El ánimo original de volver al país natal disminuyó y pasaron a adquirir propiedades en el Brasil.

Nuevos contingentes de musulmanos árabes continuaron a llegar al Brasil en los años que se siguieron, destacándose los palestinos, después de la creación de Israel en el territorio palestino. Y posteriormente otras ondas inmigratorias continuaron trayendo nuevos contingentes de libaneses y palestinos y en número bien menor: sirios, egipcios, marroquíes, sudaneses, nigerianos y otros.

Los inmigrantes musulmanos que llegaron al país al principio del siglo XX, aunque hayan sido recibidos con hospitalidad y plena libertad por los brasileros, encontraron situaciones adversas para la práctica de su religión. Entre estas condiciones pueden ser citadas: El hecho del Brasil ser un país de mayoría cristiana,donde no había mezquitas ni centros religiosos para congregarlos. La diferencia de costumbres en el país, no solamente en términos culturales sino también religiosos. La ausencia de centros y escuelas islámicas. La ardua lucha diaria para sobrevivir y alcanzar prosperidad en un país extraño. La dispersión por los más variados rincones de este inmenso país.

Todos estos factores no sólo tornaron difícil la práctica de la religión, como también impidieron que a sus hijos les fuera transmitida una educación dentro de los ideales islámicos. También debido a estos factores y a la adaptación cada vez mayor de las nuevas generaciones al ambiente brasilero, el idioma árabe pasó a ser cada vez menos utilizado por los descendientes, dificultando más todavía la transmisión y recepción de la herencia cultural y religiosa.

La adaptación a la nueva tierra y la prosperidad llevaron a la formación de una nueva generación, instalada en los grandes centros urbanos, principalmente en el sur y sureste del país, formando profesionales liberales y técnicos con instrucción superior como médicos, ingenieros, abogados, administradores. De esta forma, en la búsqueda de suceso profesional e integración a la sociedad brasilera, el aprendizaje del idioma portugués se tornó más importante que el del idioma árabe lo que contribuyó para un mayor distanciamiento social entre los descendientes y las generaciones anteriores.

En un esfuerzo de reacción a la pérdida de identidad religiosa y cultural, la comunidad árabe inicia la fundación de centros religiosos, asociaciones beneficientes y la construcción de mezquitas y escuelas. El polo inicial de este proceso fue la ciudad de São Paulo, siendo que, posteriormente, el ejemplo fue seguido por las comunidades islámicas en otras regiones del país.

Actualmente existen más de ochenta asociaciones islámicas y más de cincuenta mezquitas y salas de oración en el Brasil. No hay datos precisos y confiables sobre el número de musulmanos. Las estimativas presentadas por las entidades musulmanas varían de un millón a un millón y medio de fieles, entre ellos incluídos los convertidos. El número de convertidos es reducido, siendo que muchos fueron atraídos para la religión motivados por el sufismo, la mística islámica.

El esfuerzo para preservar la identidad y la herencia religiosa de la comunidad árabe trajo un efecto cultural deletéreo que fue el de tornarla cerrada dificultando la integración con la cultura brasilera y consecuentemente dificultando el trabajo de divulgación del Islam.

Hoy, en el Brasil, el Islam es una religión poco conocida. Las referencias que existen sobre la religión son las peores posibles. Son las divulgadas por los medios y asociadas a actos extremos y conflictos. No hay, ni entre los brasileros más instruídos, ni siquiera conocimientos rudimentarios sobre los principios, sobre la historia, y sobre la vasta contribución que la civilización islámica trajo al conocimiento humano.

Si en el pasado el inmigrante árabe era denominado de turco, hoy también es asociado al terrorismo y al fanatismo, lo que tiende a apartar el interés de las personas.

El gran desafío actual de la comunidad islámica en el Brasil es el de, siendo minoría, en un vasto país cristiano, conseguir preservar las tradiciones religiosas y al mismo tempo estar integrada y abierta lo suficiente para que el Mensaje se torne accessible a aquellos que tienen potencial interés en la religión. Otro desafío es conseguir distinguir el Islam de la cultura árabe. El Islam es universal, para toda la humanidad. El Alcorán es la “sunna” del Profeta (saws) son las referencias mayores, de forma que debe haber claro discernimiento de lo que es costumbre y característica cultural, los cuales no deben ser presentados como inherentes a la religión islámica.

En este desafío, el brasilero convertido representa papel fundamental. Aunque no tenga el árabe como lengua materna, y no haya sido instruído en escuelas islámicas en países árabes, su contribución no debe ser menospreciada. Por ser brasilero, conoce la mentalidad del brasilero típico,tiene una vivencia real y no teórica de las dificultades por las que pasa un convertido. Conoce por experiencia propia cuales son los factores que generan aversión al Islam, ya que nació, fue educado y aprendió a pensar dentro de la cultura brasilera. Tiene así un gran potencial de saber comunicar. Comunicación enfocada en la forma de pensar y de sentir del brasilero, tan distante e inaccesible para una persona inmersa en la cultura árabe.

Hajji Mustafá, nombre islámico de Arcôncio Farias Barros, nacido el 19 de febrero de 1929, en la ciudad de Palmeiras dos Índios, Brasil, hijo de
Antonio Alves Feitosa e de Capitulina Farias Barros. Se convirtió al Islam en 1992, en São Paulo.

Fuente: http://www.islamhoy.org/principal/Latinoamerica/brasil.htm#relato

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