Repetir, las veces que se necesario, que todas y todos cabemos en esta sociedad se ha vuelto en un imperativo cívico. A partir de ahora, hemos emitido una contundente decisión democrática que le da nuevo sentido a una mayoría que no debe olvidar a ninguna de las minorías que también participaron.
No es un acto de reconciliación, sino uno de amplia coincidencia en el que debe existir la generosidad y la humildad que engrandecen cualquier victoria. Tuvimos un gran acuerdo a lo largo de los segmentos que componen nuestra sociedad y esa es una de las mejores noticias para una joven democracia; sin embargo, varios millones de mexicanas y mexicanos se manifestaron de otra forma a través del ejercicio de su derecho a elegir, lo que obliga a escucharlos, comprender sus puntos de vista y compartirles de la información puntual que clarifique, si es el caso, las impresiones erróneas que se han formado, gracias a una de las etapas de mayor desinformación que hayamos visto en la historia moderna de este país.
Ninguna sociedad puede resolver por sí misma los importantes problemas que siguen aquí, como tampoco ningún gobierno puede hacerlo sin el apoyo de la mayoría de la población, incluyendo a esas minorías que son indispensables para lograr los consensos básicos que nos permitan avanzar y prosperar.
Se dio un mandato por medio de la poderosa herramienta democrática que es el sufragio y lo que sigue es el cumplimiento de esas expectativas. Difiero de la opinión de que esta determinación popular fue un “cheque en blanco”, porque las cláusulas de cumplimiento son muy claras. Es, si se quiere ver de alguna manera, un contrato social abierto que estipula condiciones y directrices con las que estuvimos y estamos de acuerdo desde hace seis años.
Para quienes no lo están, los brazos deben estar abiertos y los oídos prestos a escuchar sus razones. Habrá motivos que parten de la emoción y hasta de prejuicios, pero esa es una oportunidad de cambiar consciencias con argumentos y con hechos. Es útil que revisemos de dónde provinieron los porcentajes, porque nos daremos cuenta de que contempló a todos los segmentos de la sociedad, independiente de ingreso, nivel educativo y edad. Pocas veces en la historia podemos presenciar un fenómeno así.
En lo que debemos enfocarnos en este momento es en construir la confianza y los acuerdos mínimos que surjan de ella para funcionar como una sociedad inteligente, que dirija sus esfuerzos en crear prosperidad para la mayoría y reducir la desigualdad general. No existe otra fórmula eficaz para el desarrollo.
A la ciudadanía nos corresponde seguir participando, este proceso no ha concluido. Faltan varias etapas de consolidación y una toral es recuperar el tejido social en todo el país. Poco a poco se van restaurando las condiciones de tranquilidad y de oportunidades que alejan, particularmente, a las y los jóvenes del crimen y de su falsa oferta de riqueza barata. Entre más personas, de todas las edades, continúen con su educación formal, estamos preparando a una sociedad que ya es una de las más trabajadoras del planeta y que, en este periodo, ha recuperado poder adquisitivo para resurgir.
Todas y todos deseamos un país en paz, que podamos recorrer sin reservas y disfrutar en un amplio crisol de cultura, tradiciones y atractivos. La mayoría, que hoy se siente representada, y las minorías que no lo consideran así, tenemos más motivos que nos unen que supuestas diferencias. No importa si estamos en el sur o en el norte, compartimos valores y principios que hacen que diariamente salgamos a buscar un sustento digno para quienes son nuestros seres queridos.
Una alegría, desde mi punto de vista, es que se han establecido puentes generacionales por medio de los cuales podemos seguir coincidiendo. Ya no solo es la bandera, la música, las fiestas y hasta los logros deportivos los que nos juntan; ahora también lo hace la decisión común y masiva para que entremos en un nuevo periodo de este cambio de época.
La convocatoria es a caminar unidos, a no dejar a nadie atrás, porque todos cabemos en este país, para mí el más hermoso del mundo. Todos tenemos un papel y una responsabilidad. Nadie sobra. Y nuestra contribución es definitoria para que dejemos un legado de respeto, dignidad, justicia y bienestar para una sociedad que está creciendo, en lo cívico y en lo moral, para ocupar el merecido lugar que siempre ha merecido y hoy puede tener en el mundo.
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