Este verano, diez jóvenes judeo-mexicanos aprendimos a salir de lo ordinario, de nuestro esquema; tuvimos que salir de nuestra zona de confort para poder conocer a gente completamente diferente a nosotros.
Este verano pude darme cuenta de que, como lo dice la psicología social, la única forma de romper un estereotipo es teniendo contacto, y de eso se trata Peacemakers: Juntar a 2 personas completamente diferentes y poder escuchar su punto de vista y aunque no estés de acuerdo, respetarlo, tratar de aceptarlo, y después de esto tratar de encontrar un punto medio entre individuos, sin hacer tratados y así poder crear la paz en la gente y no en una hoja de papel.
Toda mi vida pensé que un árabe era agresivo y su única meta era hacernos daño. Puede ser que incluso esa forma de pensar fuera parte de mi educación, pero al conocer a un árabe en persona me pude dar cuenta que ellos también tienen los mismos problemas que yo: sienten, lloran, se divierten y sueñan.
En el programa participaron también diez jóvenes árabes de una comunidad llamada Kfar-Qara; otros diez, de Arara; y, diez israelíes de una comunidad llamada Menashe. El programa duró dos semanas durante las cuales hubo discusiones y peleas en cuatro idiomas, así como sonrisas y abrazos. Aprendimos a conocernos y a convivir, y a pesar de tener diferentes religiones, logramos formar una hermandad.
Uno de los momentos que más me marcó fue al término de las dos semanas, antes de entrar al aeropuerto para regresar a México, Amir Massarwa me dijo: “I’m crying, really, I’m crying!” y me explicó que él estaba llorando porque sentía que su hermano se estaba yendo al otro lado del mundo… Hoy, lleno de orgullo, puedo decir que tengo un hermano árabe en Kfar-Qara.
Tenemos que romper con todos esos estereotipos, ya que a lo único que nos llevan es a odiar a nuestro propio hermano.
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