Carta a Antonio Escudero, gran sabio e ingenioso jardinero

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Estimado amigo Antonio:

Muy grato recuerdo tengo de una tarde de julio, muy fresca y clara, el severo Gredos avistado desde la Atalaya, el olor a tomillo y el lago con el catedral hecho por los árboles. Muchos recuerdos más me quedan en el tintero, pero no es el propósito de esta carta describir los recuerdos compartidos. Su vida, estimado amigo, dedicada a la labor intelectual, a la escritura y a su sereno jardín, es un modelo para seguir.  Desgraciadamente, el tiempo que vivimos no es muy propicio para lucir de sosiego ni de la inteligencia. Mas no merece quejarse de las épocas, como diría Lope de Vega, quien a arar empieza no ha de volver la cabeza sino arar y proseguir. De esta manera, hay dos personajes del pasado que quisiera rescatar para hoy. Tampoco ellos tenían su tarea muy fácil.

Se me antoja empezar por un extremeño, ya que hablamos tanto de aquella tierra, que pasó a la historia como uno de los mejores conocedores del quechua de la época virreinal. Es el padre Diego González Holguín de célebre alcurnia cacereña de los Obando. Después de acabar sus estudios en Alcalá de Henares e ingresar en la Compañía de Jesús, González Holguín fue destinado a las misiones del Paraguay, donde dedicó su vida a la enseñanza y escritura. Fue Rector del Convento de los Jesuitas en Juli en 1608, año de publicación de su Vocabulario del quechua. Éste completó la Gramática y Arte de la lengua general de todo el Perú, llamada legua Quichua o lengua del Inca que apareció en 1607. Ambos libros son tesoros de la bibliografía hispanoamericana. Holguín no sólo recopila el material lingüístico, sino que también innova, porque adapta la ortografía a la fonética quechua con letras apropiadas, completa el estudio de los tiempos y de las declinaciones. Aparte de los aspectos gramaticales que renueva, Holguín es el primero que se preocupa por el uso del quechua en términos no solo de corrección sino de elegancia; su Vocabulario es imprescindible para el buen manejo de la lengua inca, aventaja a todos los vocabularios anteriores por el número de vocablos y apunta las frases cotidianas y metáforas difíciles de descifrar. El sabio gramático reconoció también las carencias del quechua: no tenía términos suficientes para hablar de lo espiritual, de Dios, de la otra vida, y ni siquiera tenía palabras para expresar virtudes y vicios. Ya anciano, González Holguín se traslada a Mendoza, donde inició el estudio de otra lengua indígena, pero murió el año 1618, casi medio siglo después de su llegada al Nuevo Mundo.


Le recordaré ahora, amigo Antonio, otro personaje de distinto jaez al extremeño:  Pedro Sarmiento de Gamboa.  Su vida desborda cualquier novela de aventuras. Joven, estuvo en varias batallas en Europa, pero cerca de 1555 se fue a América. La única constancia que hay de su estancia en Nueva España no es muy agradable: su azotamiento en Puebla de los Ángeles por orden de la Inquisición por actuar como agente de una venganza personal. Esta ingrata experiencia le hizo viajar a Guatemala, Chiapas y, finalmente, se instala en Perú. Allí su conocimiento de varias materias fue reconocido y obtuvo la cátedra de Gramática, con el virrey conde de Nieva, Diego López de Zúñiga y Velazco, ejerció de consejero en materia de historia y navegación. Pero el ingenio de Sarmiento rebosaba estos campos y su carácter inquieto buscaba la picaresca que lo llevó a ser compañero de aventuras amorosas del virrey. Una noche el conde de Nieva fue encontrado muerto en la calle de Lima y, como las causas de la muerte quedaron son esclarecer, Gamboa fue el primer sospechoso.

Tuvo que defenderse de la Inquisición que le acusaba de poseer anillos mágicos. Hasta sus amigos declararon contra él. La condena fue el destierro de las Indias, pero Sarmiento de Gamboa supo evitarlo y se asentó en Cuzco. Aquí empieza su etapa más conocida. Ayudó al virrey Francisco de Toledo a establecer orden en el vasto virreinato; le acompañó en su visita (o inspección) de cinco años para conocer mejor la tierra y población. Durante cinco años, acompañó al virrey Toledo, junto con otros destacados cronistas como José de Acosta o Polo de Ondegardo, en su visita general por los territorios de enorme virreinato. Descubrió las islas de Salomón (Melanesia), pero la gloria de este descubrimiento se la llevó el sobrino del virrey, Alvaro de Mendaña. Quién sabe si Sarmiento habría adelantado el descubrimiento de Australia, si no hubiera sido por el conflicto con Mendaña que no quiso seguir el rumbo propuesto por Sarmiento. Además de esto, la mala relación entre ellos llevó a la quema de todos los escritos de Sarmiento de Gamboa que contenían valiosa información destinada al emperador.

La empresa de mayor envergadura apareció en el horizonte de Sarmiento, cuando Francis Drake, el pirata inglés al servicio de su graciosa majestad, emprendió su viaje en 1579 para atacar los barcos españoles. Las autoridades españolas recurrieron a Sarmiento, a pesar de un contencioso que tenía con la Inquisición, y le pidieron que acabará con Drake. El español persiguió al pirata por el Mar del Sur, el actual Pacífico. Durante el periplo, Sarmiento redactó un detallado diario sobre las costas y los sucesos acontecidos. En España persuadió a Felipe II sobre la necesidad de poblar el Estrecho de Magallanes para mantener las costas a salvo de las potencias europeas. Felipe aceptó el plan de Sarmiento, pero el monarca solía compartir el poder de las empresas importantes entre dos personas, normalmente de distintas actitudes. En este caso, nombró el capitán de armada a Diego Flores Valdés, lo que hizo casi desistir a Gamboa. Su cargo fue de poblador y gobernador y capitán general de las poblaciones del estrecho, independiente de Flores. La expedición consistía de 23 naves con 3000 personas, 670 marinos y cerca de 2000 soldados, 200 pobladores con familias. Sin embargo, Flores mostró su poco interés y hasta el profundo desdén por el proyecto de población, cuando llegaron al puerto de Río de Janeiro, consintió o participó en la venta de los víveres destinadas para los pobladores. Cargó las naves con el palo brasil. El ingeniero Antonelli, encargado de construir los fuertes, se quedó en Brasil. Al llegar al Estrecho, Flores abandonó rápidamente a los pobladores junto con Sarmiento, y regresó a España. El fin de su carrera de navegante fue triste: fue destituido por la ineptitud y cobardía que mostró estando a cargo del Escuadrón de Castilla de la Invencible.

Mientras tanto, Sarmiento y los pobladores, a pesar de escasos medios que disponían, fundaron dos ciudades: Nombre de Jesús y el Rey Don Felipe (1584). Agobiados por las dificultades y pobre dieta basada en frutos y moluscos, lucharon con la aspereza de la tierra y el duro clima. Sarmiento salió en la única nave que disponían de la ciudad Don Felipe a otra población, pero la tormenta le condujo a las costas de Brasil. Allí compró los víveres con su peculio, intentó enviar las naves para el socorro de los habitantes, escribió al rey, pero no recibió la respuesta y decidió viajar a España. He aquí el comienzo de su larga peregrinación. Los ingleses interceptaron la carabela, en la que él viajaba, y descubrieron que él poseía la información relevante sobre el Estrecho, pero Gamboa echó al mar todos los mapas y diarios. En Inglaterra al cautivo recibieron Walter Raleigh y la reina Isabel con quien Gamboa conversó en latín más de dos horas. Le encomendaron un mensaje verbal a Felipe y le proveyeron de todo lo necesario para su camino a España. Cuando estaba cerca de Burdeos, Gamboa fue preso por un hugonote que lo mantuvo casi tres años en el castillo de Mont-Marsan. Nadie quería pagar el elevado rescate por Sarmiento, que salió de la mazmorra en 1590 por la ayuda del monarca. Nada más regresar e instalarse en el Escorial, se ocupa de averiguar la suerte de sus compañeros y las poblaciones fundadas. Hubo sólo un superviviente, un extremeño Tomé Hernández que narró ante el escribano los últimos y trágicos días en el Estrecho, renombrado por el pirata Thomas Candish el Puerto Hambre o Port-Famine. Sarmiento de Gamboa murió cerca de Lisboa, en 1592, como el almirante de la flota de galeones que realizaba la carrera de Indias.

En fin, amigo, aquí le dejo estas historietas sobre nuestros grandes antepasados para renovarle mis afectos.

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