Cuando me enteré que me encontraba entre los 100 judíos más destacados en México (Al escribir “destacados” la función de auto corrección de la Tableta escribió “descarados” y no pude sino sonreír porque tiene toda la razón) sentí una profunda alegría.
La alegría no se debía a ser una celebridad, puesto que no lo soy, sino al hecho de poder estar en una situación en la cual se puede sacar jugo para influenciar al público.
He leído los posts, notas, status, twists, y ensayos, biografías, al respecto de cientos de celebridades, tanto en México como en el mundo entero, pero principalmente en Israel donde he vivido los últimos años y país del cual soy ciudadano. Muchos artistas, escritores, intelectuales, hombres de negocios, actores, realizadores, editores, periodistas, políticos, pero también modelos y presentadores de televisión han sentido que esta (el hecho de ser una celebridad) es una situación complicada y enervante, donde hay continuamente juicio y critica mutua. Muchos de ellos, llaman la atención (y hacen todo lo posible para llamar la atención) y luego escriben en un status o twit, que no les importa lo que se diga de ellos y no les gusta llamar la atención. A algunos ciertamente, les es una situación imposible, donde ya no pueden salir a la calle, a un lugar público, y ser avistados, señalados, abordados y resultados.
Escribo este artículo, por la peculiaridad de la situación, y para hablar de esto a los jóvenes.
La finalidad de la vida no es destacar o ser resaltado, ser famoso o rico o poderoso. ¡No!
No es lo mismo ser una figura pública con una connotación positiva y contribuyente, que una figura pública con una connotación negativa, o que acaba haciendo algo indebido aprovechando su estatus.
No es lo mismo ser un Jacobo Zabludowsky, periodista y presentador Mexicano, querido y respetado por todos, que ha aportado miles de horas de su vida personal a la vida pública de su país, que una celebridad que solo busca llamar la atención, y en ocasiones, su vida termina en páginas amarillas o notas rojas.
En la infancia mis padres me enseñaron muchas enseñanzas, una de ellas, vivir para aportar a la sociedad. Aportar algo positivo a la sociedad.
En Israel. Tuve la fortuna de conocer y ser amigo de una de las modelos más destacadas (y “descaradas”) de Israel, y del mundo entero, Bar Refaeli.
Bar, me enseño mucho sobre el significado de la vida pública. Todos los días ella escribe statuses y twits revelando su relevancia en el mundo, en bikini en alguna alberca, en una fiesta con amigos, en un restaurante de moda, en un festival de moda, pero no pierde la ocasión, una o varias veces a la semana o al mes, dependiendo de su estado de ánimo y lo tan ocupada que este, de participar en campañas públicas, en favor de algún buen acto. No solo me cautiva su sonrisa amplia, sino también su talento para cautivar y entretener a la gente, y por encima de todo su aportación a la sociedad. Ella, aprovecha su estatus de celebridad, para contribuir a la sociedad y participar en campañas de desarrollo social, consciencia política y campañas para ayudar a los niños. Además de ser conmovedor, me inspira. Me inspira para tomar este camino.
El acto de caridad no como donación de dinero sino como participación social.
Lo mismo el caso de cientos y miles de comunicadores, hombres de negocios, artistas, actores, escritores, dirigentes, ejecutivos, trabajadores, y quién no.
Un escritor, a diferencia de una modelo, busca el ser.
Ya está así destinado en la palabra “escritor” (es-critor) que comienza con un “Es”, (Ser en presente).
(¿Se dieron cuenta que en Facebook y Twitter se definen muchas palabras por su primera o ultima sílaba?, mientras que en la Cábala las palabras se definen por cada una de sus letras o sílabas, y yo me pregunto si el juego literario proviene del juego cabalístico.
Por cierto, ¿Qué es un “Critor”?… No lo sé, no creo que nadie lo sepa, así que hay que inventar uno.
He aquí un ejemplo simplista de que un escritor puede y debe ser un creativo, es cautivado por juegos lúdicos de las letras, y no digo que aprender a leer o escribir no sea importante para ser participe en la sociedad, y cuando más ser un maestro de etimología o gramática en una escuela, pero ello no necesariamente requiere un liderazgo o participación social. Ser escritor no requiere un aporte o contribución a la sociedad necesariamente de forma positiva.
Así nos decía, nos aleccionaba (con moral dual y ambivalente) nuestro profesor de comunicaciones en la universidad: “El artista está separado de la obra”. “Hemos venido a hablar de la obra -decía con pasión- de su belleza y profundidad, estilo y estructura, -no del artista. El artista puede ser un criminal, y aun así aportar una obra genial y estética a la sociedad.
Sencillamente no puedo más estar de acuerdo.
El artista no está dividido o separado de su obra, el artista, la vida de uno mismo, es su propia obra. La verdadera obra del artista es su vida, y en este sentido, todo hombre es un artista, un creador. De modo que nuestra obra no solo es un libro, una fotografía o un comercial, sino nuestra vida, y ultimada mente nuestra participación y aporte a la sociedad.
La vida social es la obra.
Como comenzar a aportar a la sociedad, en qué medida y de qué forma, es una pregunta totalmente diferente, pero aun cuando fuese por motivos egoístas, el aporte quedaría para la posteridad y enriquecería al crecimiento y desarrollo social.
Pienso que una modelo, así me lo reveló Bar, piensa mucho en su cuerpo (es una demostración de que “si piensa”). Piensa en su cuerpo y en la forma en que este se ve; es parte de su profesión, aunque es una profesión que no exige la modestia física, aún así, como en el caso de Bar, puede ser canalizada a temáticas como el deporte, la nutrición sana y una vida sana para el cuerpo. “Cuerpo sano mente sana”. Más aún, a una participación, contribución y aporte social.
Un escritor, cuyo cuerpo más bien es su mente, su visión, memoria, imaginación, capacidad analítica, creatividad, más bien, se revuelca constantemente en su mente, su vida mental, para encontrar una respuesta y exposición de su literatura. Yo diría que para encontrar una exposición a la vida. Sin embargo, y he aquí la contribución de la literatura judía a este artículo, dice la Biblia, “Dios dijo, hagamos a un hombre”.
Un hombre, no una pintura o una melodía.
El hombre es la obra de Dios, y de sí mismo. Pero para no decirlo en forma de cliché, diré que también es obra de la sociedad.
Todos, dentro de un grupo, comunidad o sociedad, somos productos de todo el grupo, todos compartimos la misma semilla. Somos un semillero.
Al destacar, guiamos a todos a ser destacados, pero diría yo, aún falta un elemento, más allá de nuestra familia e individualidad, de nuestro éxito personal, y este es, trabajar para el éxito social, para el éxito del conjunto.
Es verdad que parte de la creatividad lúdica en la literatura vino de la Cábala, los juegos de las letras, las interacciones de letras y palabras, las estructuras y sus profundidades, la interpretación y la significación, sin embargo, la Cábala, no se detiene allí, la meta no es la belleza o estética del escrito u obra, sino el mensaje, que en gran parte es, la construcción de la sociedad.
Al ver la lista de artistas destacados en México, me di cuenta cuanto aún me falta para desarrollar mi potencial en la participación y construcción social.
Creo que la idea principal es crear un mundo donde todos seamos los “elegidos”.
Como ejemplo el Rab Laitman, destacado Cabalista, como uno de los dirigentes y maestros actuales de la temática del éxito social.
Pienso que es suficiente para un artículo, escribiré sobre el éxito social y sus connotaciones más adelante. Sin embargo es un tema para explorar e investigar más a fondo, un tema de aprendizaje para poner en práctica. Se los dejo pendiente.
Se puede ser celebridad, y combatir el ego.
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