Chamulas islámicas: igualdad genérica en el discurso, servidumbre tradicional en los hechos

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Cuatro siglos y 77 años después que un grupo de hispano árabes fundaran la Chiapa de los españoles, hombres blancos y barbados y blancas mujeres de largos vestidos que orgullosas cubren su cabello con el velo, pasean por la ciudad de San Cristóbal de Las Casas. Son hispano musulmanes que llegaron para establecer el Islam. Así, la ciudad y los indios de Chiapas -como si estuvieran atascados en una continuidad histórica-, siguen siendo espacio y objeto de misiones y conquista. La más reciente la inició ese grupo de musulmanes occidentales del Movimiento Mundial Murabitun, asociación político religiosa que pretende implantar el Islam en el “mundo occidental”. De su estancia en el Distrito Federal en 1991, reportaron: “Hemos llevado la lucha del Islam al corazón de esta tierra decadente y católica y estamos seguros que los mexicanos reconocerán al Islam como un nuevo principio después de 400 años de tiranía y opresión”.. En Chiapas, invocan de Alláh (Dios) ayuda para la conquista de América Latina y consolidar su misión entre los indios.

Los Murabitun del tercer milenio conciben al Islam como un sistema social perfecto revelado por Dios a su Profeta Muhammad. A partir de sus convicciones elaboraron una propuesta de sociedad islámica que enviaron al EZLN en 1995. En su “plan económico y político” proponen, la “Restauración del dominio económico de las mujeres y abandono del servilismo y de la usura”. De acuerdo con el documento, se trata del “Restablecimiento del derecho natural de la mujer a tener su propia actividad económica sin que se vea obligada a la servidumbre del salario, la angustia de la deuda y el abandono de su familia y su casa para producir. Se trata de restaurar la vida política y social de la mujer sin que por ello se vea obligada a romper con su función natural en el seno de la familia.” Diez años después, el mundialismo Murabitun se va realizando, pues a las españolas se han sumando decenas de mujeres tzotziles de Chamula, una peruana y otra inglesa. Además, la primera generación de niñas/os musulmanes se recrea ya en San Cristóbal. Es una pequeña comunidad que da continuidad a su tradición patriarcal, dirigida y gobernada por hombres: un emir (gobernador) y un imam (guía religioso). Un emir chamula gobierna a sus semejantes.

En la cotidianidad de la mujer Murabitun


El Islam cohesiona a esa comunidad que pretende ser autónoma y mantenerse alejada del “mundo de los infieles” y de la “usura capitalista”.. Han creado – con financiamiento musulmán -, una madrassa (escuela) donde forman a sus hijas/os en el credo musulmán; se organizan en gremios y montan sus unidades de producción bajo una clara división social, sexual y étnica del trabajo, teniendo de fondo la separación del trabajo manual e intelectual. Este último, patrimonio de los varones musulmanes. Dicen vivir en “armonía”, sin embargo, esta comunidad que representan como un “cosmos casi perfecto” no escapa a las prácticas y tensiones propias de donde impera la supremacía del hombre y se realizan los “usos y costumbres” con la marca Murabitun: autoritarismo, fidelidad, subordinación, violencia, obediencia, crecimiento y escisiones, rebeldía, desobediencia y expulsiones, alianzas y rompimientos en el seno de la comunidad, los gremios, la familia y en las relaciones personales e interétnicas.

Del modelo ideal y funciones de mujer musulmana Murabitun

Aisha es española y cinco de sus hijos nacieron en México. Es esposa del emir y directora de la madrassa. Ella es amable, preparada y nos habló de la mujer musulmana: “Sabemos que nuestra responsabilidad es tener hijos, educarlos y formar el carácter del niño. Esa es nuestra función. El hombre es majestad y la mujer belleza, compasión, ternura. Las mujeres musulmanas no estamos aisladas, podemos salir de nuestras casas y desarrollamos una importantísima labor social. Una prueba es esta escuela. Nosotras no somos ni superiores ni inferiores a los hombres: Somos diferentes y estamos contentas de ser mujeres y con nuestra función biológica.”

Yanna, comentó como vive el Islam: “Es el camino donde la mujer está totalmente protegida. Nos sentimos en el camino recto, guiadas, y tenemos libertad dentro de los límites del Islam. En el Islam tenemos las cosas claras y las hacemos por Alláh. Se ve la vida de otra manera. Tenemos confianza en Alláh y tenemos contentas a nuestros hijos. Sabemos que no nos va a faltar nada, que todo va a salir bien, pues al realizarnos en comunidad, es más fácil. Nos ayudamos en todo.”

Salija acredita que violencia y subordinación están normadas en el Islam: “Para cada cosa hay una aplicación de la Ley (islámica). El hombre te puede golpear y encerrar por algún tipo de indecencia o cosa grave. Como correctivo, en casos muy graves, sí está permitido.” Si una mujer considera que el maltrato fue injusto puede buscar al emir o al cadí (juez) para que intervengan, sin embargo, “muchos asuntos se arreglan en familia.” De la subordinación Salija dijo: “En Islam la mujer debe obediencia al marido. Eso es así. Tiene que estar bajo su guía siempre que el marido sea correcto, y se le reconoce un grado por encima de la mujer. Así viene en el libro. Está establecido por el creador.”
Las mujeres chamulas e hispano musulmanas como capital de los Murabitun

Para los Murabitun, las mujeres son un importante capital y disponen de ellas para el establecimiento de alianzas, crecimiento y consolidación del grupo. El matrimonio es uno de los medios: por ejemplo, la boda de Yanna, española -hija del imam-, con el chamula Ibrahim fortificó el compromiso del clan Checheb – 80 personas – con el Islam. Una situación semejante a la leyenda de la Malintzin pero al revés. El enlace de Saynab con Ismail, hijo del emir, fortalece y proyecta al núcleo duro de las familias españolas Murabitun. El matrimonio de la peruana Jazmín con el español Souleyman vigoriza los lazos con la comunidad islámica en Perú. Tres familias españolas viven la poligamia islámica. Por su parte, los chamulas Muhammad Amin y Muhammad Checheb tienen, cada uno, su segunda esposa. Una práctica que no es ajena “al costumbre” chamula.

En el terreno de la economía, los proyectos económicos descansan en las mujeres. Además de cumplir con su “función natural” de mujer-madre-esposa, realizan el trabajo manual en las unidades productivas Murabitun (panadería y restoranes La Alpujarra). Hacen los alimentos para el gremio de la carpintería y la comida que comparten en las celebraciones que impone la tradición del Islam. Como reproductoras de identidad y cultura, son responsables de la madrassa, de la formación de sus hijos y de las mujeres chamulas en el Islam.
Los vientres pasaporte

En alguna ocasión Aureliano Pérez Yruela o Nafi’a – emir de la comunidad islámica y cuñado de la actual Ministra de Cultura del gobierno español -, hizo alusión a los “vientres pasaporte”. Se refería a las facilidades que le da el nacimiento de sus hijos en México para regularizar su situación migratoria, es decir, el gobernador Murabitun había decretado una función más a las hispano musulmanas.

El viaje de las indígenas de San Juan Chamula a La Meca

La historia de las chamulas en el Islam comenzó con los hombres, es decir, una vez que Nafi’a conoció – a finales de 1995 -, al chamula Manuel en casa de Amado Avendaño, en ese entonces gobernador en rebeldía. Cuenta Manuel, ahora Muhammad Amin, que primero llegaron los hombres y una vez iniciados en el Islam, llevaron a sus esposas e hijos.

Nura nos contó que ella fue a La Meca para cumplir con el Hayy – la peregrinación y quinto pilar del Islam-, un recurso de impacto que los Murabitun usan para reafirmar a los fieles en el Islam. La mudanza religiosa de esta abuela chamula está asociada a la intervención de las iglesias cristianas, los últimos 65 años, en las montañas de Chiapas y, a la religiosidad y subordinación de las indígenas. Nura y su familia vivieron el costumbre, la iglesia Presbiteriana, la Adventista y en 1997 se iniciaron en el Islam. Su hijo Ibrahim fue el primero en dar Shajada (el testimonio de fe musulmán), luego su marido: “Ya después, dijo Nura, vinieron estos señores (los musulmanes). Cuando llega la Fiesta (del Sacrificio) nos vamos y ahí tomamos la shajada y aceptamos musulmán. Gracias a Alláh encontramos la verdad. Gracias a Alláh que mandó a esos mensajeros”. Emocionada recordó la peregrinación a La Meca: “Me sentí muy contenta, vi la casa de Alláh. Llegamos (a la Ka’aba) donde la gente le da siete vueltas. Había mucha, muchísima gente. No es un poquito es muchísima.”

Amina, una chamula con tres hijos y esposa de un chilango musulmán, contó: “Conocí a un muchacho que ahora es mi marido. Él era musulmán y viene de México. Me habló de Islam y me gustó.” Para formalizar ese matrimonio intervino el Emir, comentó la tzotzil que ahora habla con acento hispano: “Si algún muchacho le gusta una joven y si se gustan los dos, vaya… se pide a la chica, se casa y ya está.”

Las chamulas jóvenes son menos refractarias al cambio, han crecido en la ciudad. Un espacio de dinámicos intercambios sociales. Ellas visten, se cubren el pelo, hablan y tratan de comportarse como las españolas. Se sienten “seguras”, “contentas” y se refieren al Islam en los mismos términos que Aisha o Yanna: “Una de ellas me dijo que se siente más bonita, más inteligente […] Todas ellas han dicho que su vida ha cambiado mucho desde que son musulmanas, y que están más felices, más unidas y más tranquilas.” También aceptan la eventualidad de la poligamia.

Disidencia y ruptura en la comunidad islámica, otras chamulas en el Islam

Integrarse a la comunidad y vivir el Islam al modo Murabitun significa obediencia al emir. Disciplina, abandonar todo, romper con el pasado, amigos y familiares no musulmanes. Abandonar estudios, trabajo y “dejarte llevar de la mano sin preguntar nada”. Así, el núcleo duro de los Murabitun lo integran siete familias españolas y las/os jóvenes chamulas que rondan el primer círculo de esa comunidad. La mayoría de las/os chamulas mayores siguen desarrollando sus actividades. Evidentemente que un grupo con esas exigencias va a generar diversas tensiones.
Aloine fue expulsada de la comunidad. Ella es española. Su padre tomó a una peruana como segunda esposa. Se hizo musulmana para acercarse a su madre. Después que la enviaron a ponerse bajo las órdenes del emir se rebeló. Argumentó que sus obligaciones eran cumplir con los Pilares del Islam. Actualmente vive en Europa. A Safia no la aceptaron al negarse a abandonar sus estudios y romper con su familia, ella es una joven mestiza estudiante universitaria que buscando una respuesta espiritual se hizo musulmana con los Murabitun.

Sulaija es una chamula de 27 años que vende artesanías en la Plaza de la Caridad. Ella contó que una compañera la invitó a la Fiesta (del Sacrificio) con los españoles: “Ahí acepté el Islam, hace como siete años. Me llamó la atención que en el Islam Jesús no es Dios, es un profeta. Cuando di mi testimonio me dieron el nombre de Sulaija”. Ella procura hacer las cinco oraciones del día. Se cuida y evita hablar públicamente del Islam. Ayuna los días del Ramadán y dijo, “inshala (primero Dios), un día llegaré a Meca”. Según Sulaija, su vida cambió con el Islam y estuvo cuatro años con los Murabitun. Salió del grupo por presiones y maltrato que ejercieron sobre ella: “Me decían que si mi mamá no es musulmán déjala, que le dejara de hablar. Entonces no me gustó y me salí”. Acusa que los Murabitun decían que la Biblia es una mierda, que no debían mandar a sus hijos a la escuela del gobierno, que los llevaran a la madrassa y que el emir presionaba a los hombres para que buscaran “hasta cuatro mujeres”.

En la narración de Sulaija se ve la división del trabajo entre las mujeres musulmanas y las tensiones entre los hombres. Mientras las españolas son las encargadas de la educación; hacer la comida o la limpieza son tareas de las indígenas, con la ayuda y supervisión de las hispanas: “Yo hacía la comida para los niños y nos llevamos bien entre musulmanas. Salija me ayudaba a cocinar. Con los españoles era diferente, a los hombres (chamulas) los tenían como esclavos, no les pagaban. A mi esposo que trabajó años con ellos no le pagaron. Él se enfermó, tuvo parálisis en su cara, pidió ayuda y le dijeron que lo que necesitaba era mujer. Si reclaman les dicen ¡Lárgate!”. Sin embargo, Sulaija reconoce que gracias a los españoles llegó el mensaje del Islam. Ahora ella convive con Yamila – otra joven chamula que abandonó el grupo de los Murabitun -, en la comunidad sunnita Al Kawthar.

Yamila contó que tenía doce años cuando se inició en el Islam: “Nosotros conocimos al Islam cuando los españoles nos invitaron a una comida. Conocimos como eran los musulmanes. Antes era sabática y nos dijeron que el sabático no será aceptado en la última vida ni tendrá recompensa. Dos meses después nos hicimos musulmanes. Un día de Dhikr hicimos la shajada mi papá Abdulhaq, mi mamá Baraka, mi cuñada Rahma y yo. Conocimos a Alláh y a Muhammad el último Profeta. En el 2000 nos salimos del grupo de los sufíes. Lo vimos que el Islam, como lo hacen los españoles, está cambiado. También porque hubo maltrato. Regañaban a los hombres. Querían que se fueran a trabajar con ellos, que dejaran nuestras casas y se fueran a vivir con ellos. También nos decía que por qué seguíamos comiendo tortilla y chile si eran como mierda. Por eso nos salimos.”

Mujeres Musulmanas

Las que, según su credo, se someten voluntariamente a Dios, a lo prescrito en el Corán, a las normas del Islam. En primera línea, las europeas Sufí-Murabitun, contentas con sus funciones y que le deben obediencia al emir, al imam y al marido. Que reconocen la normatividad de la violencia y la subordinación en el Islam. Las que sostienen la comunidad Murabitun y realizan el trabajo productivo. Mujeres que se reúnen, conviven y comparten el “día a día” o los alimentos. Que como primera o segunda esposa salen juntas con su marido y sus hijos a tomar algo en una cafetería. Después, tenemos a chamulas como Jabiba, la bisabuela que le da solemnidad a la comunidad Al Kawthar y que sin falta hace sus oraciones. Las chamulas mayores, entregadas a sus actividades cotidianas, siguen a sus hombres y cumplen con las obligaciones mínimas. Madres jóvenes como Yamila, se preocupan por enseñar a sus hijos a recitar en árabe el Corán y las jóvenes chamulas solteras se esfuerzan por parecerse, en todo, a las hispanas. Todas son un referente para las niñas hispanas y chamulas que se recrean: unas, en la comunidad Sufí-Murabitun y, otras en la comunidad sunnita Al Kawthar. Las dos realidades que se soportan en la tradición milenaria del Islam y piezas del puzzle chiapaneco.

Fuente: http://www.jornada.unam.mx


1) Mariaca, Méndez Ramón, 2005, El deterioro del Valle de San Cristóbal, Revista Alta Voz, año 1, número 2, página 7, San Cristóbal de Las Casas, Chiapas.
2) Schennerock, Angélica, 2004, Más allá de los velos y los peinados: Las reelaboraciones étnicas y genéricas de las chamulas musulmanas en San Cristóbal de Las Casas, Liminar, Revista de investigación, CESMECA, UNICAH, Año 2, Volumen 2, número 2, página 88
3) Dhikr. Literalmente <>, <>. Esta palabra designa de forma muy natural las letanías repetidas individual o colectivamente para <> de Dios.

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