Chateau L’Hospitalet se ubica en el corazón de La Clape, una isla histórica que conquistara el corazón de los antiguos fenicios y romanos, famosa por ser el lugar donde floreció por primera vez en Francia, y que según documentos datados en 1561, también fuera famosa por brindar refugio a peregrinos de distintas regiones.
Las cualidades naturales de la isla junto con las habilidades de hospitalidad desarrolladas por sus habitantes, fueron la fuente de inspiración para que Gérard Bertrand fundara el hermoso chateau, un lugar mágico donde conviven la gastronomía, la historia y la cultura de la región, con una sublime manifestación artística y la esencia de la vida mediterránea.
Además de ser un acogedor hotel, cuenta con un restaurante espectacular, una cava con una fascinante colección de sus propios vinos, una boutique y áreas de deleite sensorial, además, en 2004 se inauguró el festival Jazz à l’Hospitalet, que se ha convertido en una referencia mundial en su género.
Junto a la iniciativa de llevar la hospitalidad de la isla a un nivel superior, y de incitar a sus huéspedes un estado de en paz y armonía con la naturaleza, Gérard tuvo la visión de embotellar la esencia de la isla mediante la creación de vinos maravillosos que hablaran de las cualidades del terroir. Así fue como cargado de amor y de paciencia, logró producir su primer añada 15 años después.
En su bodega, el viñedo, el árbol de olivo y el roble son como la santa trinidad del Mediterráneo. En sus viñedos se cultivan las uvas Syrah y Mourvedre junto a las antiguas cepas de Caignan y Grenache, y para agregar un toque extra a este ambiente cautivante, en el punto más alto de la finca se renovó una antigua granja, y se crearon una sala de fermentación, un cellar y hasta una cómoda área de meditación. Es justo en esta sala donde el alma logra convertirse en una con el paisaje maravilloso que nos atrapa no sólo con su belleza, sino con la sensación de felicidad y tranquilidad que nos transmite.
El vino es una bebida multidimensional y llena de mensajes: el amor del enólogo y de las muchas manos de quienes cuidan las uvas, la culminación de un sueño, la materialización de las cualidades de la tierra y la energía del lugar. Por eso, la sala de fermentación está diseñada no sólo para ser funcional en la parte productiva, sino para atraer la influencia cósmica más favorable. Esta es la magia de los vinos de Bertrand, que son vistos no sólo como objetos de placer, sino como el logro de una vida de excelencia al servicio y cuidado del terroir, en su necesidad de crear y compartir emociones a través de una copa cargada de amor.
La profunda relajación que se vive en la propiedad es parte de la herencia de su pasado y de su filosofía actual, es un recordatorio de la humildad, el enlace entre el principio y el final, los inicios de la cruz de su logo que fue creada en Languedoc en el siglo Xll.
https://es.gerard-bertrand.com/collections/chateau-l-hospitalet
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