Hace mucho tiempo en un lejano país había un rey que tenía un consejero judío, al que le daba toda su confianza. Un día decidió subirlo de puesto a jefe de consejeros, así que los demás consejeros protestaron y se quejaron con el rey, diciendo que ellos no podían estar por debajo de un judío.
Por lo tanto el rey le pidió al judío convertirse, lo cual tuvo que aceptar, creyendo que uno debe obedecer al rey. Después de haberse convertido, el judío se siente muy deprimido y al paso del tiempo, se siente cada vez peor, afectando también a su salud.
Por lo que el rey le pregunta: ¿qué es lo que le está afectando tanto?, al explicarle el judío, el rey se retracta y le dice que puede seguir siendo judío.
Cuando el judío llega a su casa le cuenta a su esposa y ella se enoja con él preguntándole: ¿No podías esperarte a que pasara Pésaj?
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En un barrio vivía Moshe, un judío que cada viernes en la noche horneaba pollo y le llegaba el aroma a sus vecinos que eran católicos y que en Cuaresma, no podían comer carne sino pescado, lo cual les molestaba, por lo que convencen al Papa para que ponga un ultimátum y que Moshe se convierta al catolicismo o se tiene que ir del país. Así que Moshe se ve obligado a convertirse.
El sacerdote que lo convierte le echa agua bendita y le dice tres veces, naciste judío, fuiste criado judío, pero ahora eres católico. Cuando llega el viernes, Moshe prepara otra vez pollo, a lo que el vecino católico le reclama.
Moshe contesta, pero éste se ha convertido en un pescado, toma un poco de agua y la echa al pollo diciendo tres veces, naciste pollo, fuiste criado como pollo, pero ahora eres un pescado.
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