Por lúcida elección o por sentimientos de culpa no pocos escritores latinoamericanos atendieron la suerte y las agonías de los sectores indígenas en América Latina que hasta la llegada de Colón informaron las modalidades de sus vidas conforme a hábitos y deseos propios. En nombre de la Cruz o por incontenible maldad el conquistador blanco les impuso entonces un torcido régimen económico y social que deshilvanó no pocas de sus originales cualidades.
Ciertamente, algunos representantes de la Iglesia católica intentaron aflojar el sistema represivo instalado por los conquistadores y sus descendientes a través de la difusión del mensaje y de las prácticas de Cristo. No obstante, unos y otros coincidieron en ignorar las virtudes primeras y primarias de esta población. Una trágica herida que el peruano Ciro Alegría Bazán acertó en describir en piezas literarias que no han perdido actualidad. Más aún, rotando actores y guiones y con desigual intensidad el ahogamiento de marginadas poblaciones latinoamericanas no ha cesado.
La serpiente de oro, Los perros hambrientos, y en particular, El mundo es ancho y ajeno son páginas en las que Ciro Alegría describió y lloró la ciega y seca explotación del indígena peruano. Obras que merecieron-con justicia- amplia difusión, incluso en hebreo.
Ciro nació en 1908 en Sartimbamba, departamento de la Libertad en el norte del Perú en el marco de una familia terrateniente. Las convicciones liberales de sus padres gravitaron en su formación. Muy temprano pudo y quiso conocer con alguna intimidad a los núcleos indígenas que poblaban las tierras vecinas y que merecían entonces flaco apoyo en un entorno controlado por los descendientes de los conquistadores. Por convicción o por sentimientos de culpa, Alegría tempranamente adhirió a jóvenes agrupaciones que aspiraban a instituir algo más de equilibrio y justicia en el régimen peruano.
Como estudiante en la universidad de Trujillo y joven periodista de El Norte abanderó los planteamientos de Raúl Haya de la Torre y del APRA, su partido. Y bien pronto pagó caro por esta elección. Encarcelado en 1932 aprendió que ” la ley es una peste ” pues abrumaba injustamente al indio ” que no deja de ser hombre…Y reiteradamente se pregunta: ¿acaso debe teñirse?… ¿Hay leyes? ¿O sólo existen para fregarlos? ” Interrogantes que colman las páginas de sus relatos.
Castigado y perseguido por sus rebeldes actividades Ciro fue desterrado al Chile vecino junto con quien será su primera esposa. Allí enhebró y publicó sus primeros textos, y dio inicio a una amplia peregrinación a Buenos Aires y desde allí a Europa y Estados Unidos.
Las pesadillas del indio
El mundo es ancho y ajeno – título y aserto de su libro más conocido – cuenta las vicisitudes de una comunidad indígena en la que su líder Rosendo Maqui se empecina en proteger las tierras que aún le quedan a su pueblo. Son páginas que, según Mario Vargas Llosa, “representan el punto de partida de la literatura narrativa moderna peruana y su autor es nuestro primer novelista clásico.” Y en efecto presenta un escenario indigenista que describe y condena las acciones del cruel hacendado Álvaro Amenábar quien, protegido por torcidos jueces y por la fuerza policial, procura imponer las injustas normas de los blancos.
Este injusto y perverso cuadro resulta del sistema de encomiendas y del gamonalismo, instituciones creadas por los Reyes de España para compensar con tierras a los conquistadores españoles. Y éstos y sus descendientes, con el sostén de las fuerzas militares, se inclinaron a explotar sin restricciones a los indígenas. Un racismo esclavista apenas disfrazado con argumentos económicos.
Ciro describe la viruela y el tifo que abruman y matan a los indígenas; y las jóvenes conocen repetidamente la cruel violación de los blancos. Para defenderse y sobrevivir, ellos cultivan sus propios valores que suman una mixtura de ” catolicismo, superstición, panteísmo e idolatría,” que concede significado a sus vidas. Además, la briosa danza les obsequia diversión y consuelo cuando los conduce a ” agitar las alas y proferir roncos graznidos…” Saben en cualquier caso que la ley ” sólo existe para fregarnos…Y se preguntan:” para esquivarla ¿hay que teñirse de blanco? ”
Después de múltiples choques, el hacendado Amenábar logra por fin expulsar a los indígenas localizados en la cordillera andina, y los obliga a desplazarse a otras tierras. El indio Rosendo admira entonces ” la magnífica grandeza de los Andes “, y multiplica su amor a la esposa Pascuata, ” mujer que se rendía bajo el sol y en medio del campo cual una gacela.” El morirá maniatado en una celda.
Celebrado libro que mereció el Primer Premio en el concurso de novelas latinoamericanas que tuvo lugar en 1941.
Las peregrinaciones del escritor
Con estas páginas- cuentan hasta aquí más de ochenta ediciones y la versión en 14 idiomas – Ciro Alegría mereció alto lugar junto con José María Arguedas en la corriente literaria indigenista del Perú.
Su incontenible amor al tabaco afectó severamente su salud. En una de sus largas estancias hospitalarias escribió otra de sus celebradas creaciones: Los perros hambrientos donde describe filosos duelos entre animales abrumados por frecuentes sequías.
En 1960 retornó al Perú su país, y tres años más tarde fue elegido diputado en el gobierno de Belaúnde Terry. Falleció a los 57 años. La cubana Dora Varona, su tercera esposa, publicó y difundió múltiples textos que no habían visto la luz.
La novela y lo novelesco en América Latina
Al comentar las obras de Ciro Alegría, Mario Vargas Llosa reitera con acierto que ” la novela es en el Perú un género tardío y esporádico.” Llegó después de un Dickens o un Balzac. Fue fruto de una corriente – el indigenismo – que aspiraba a desnudar la cruel explotación del indio por el blanco, un acto que se sustentaba en lecturas parciales del Evangelio y, sobre todo, en la lujuria del hombre blanco. Lo que ocurre en la comunidad de Rumi es una de las múltiples expresiones de un presunto impulso civilizador vacío de piedad y cultura.
En términos estrictamente literarios creo que algunas descripciones y relatos de Ciro Alegría son excesivamente simples y repetitivos. Sin embargo, la denuncia social que conllevan no ha perdido validez. En otros términos y con otras modalidades interesa y gravita hasta estos días.