Su nombre completo: Sidonie Gabrielle Colette. Pertenece a esa singular familia de escritores entre los cuales la biografía rivaliza con los textos. Nació en la campiña francesa en 1873, pero como muchos personajes de su generación no pudo fugarse de los encantos de la turbulenta Paris. Aquí la vida bohemia y sensual la atrapó sin resistencias de su lado. Desinhibida y con espléndido entusiasmo se ofreció entonces a bailar desnuda en el celebrado Moulin Rouge que desde entonces constituía el centro y símbolo irreemplazables de la bohemia francesa. Un escenario donde hizo suyo el ardiente sensualismo uniéndose con personajes y tramas que después se manifestarán en sus breves narraciones.
Frisando los 20 años conoció a Henry Gauthier Villars – un hueco personaje que empleaba a anónimos escritores para que escribiesen obras que llevarán su nombre. Colette se sometió a esta farsa, y así produjo Las historias de Claudine en varias entregas, un inflamado conjunto de relatos que pintan a una joven curiosa y sensual que se pasea sin reservas por los antros parisinos. Por añadidura, Henry la inició en sus aventuras bisexuales, y para distanciarse de él buscó la intimidad de distinguidas damas de la aristocracia francesa.
Más tarde se unió con Henry de Jouvenel, celebrado director del periódico parisino Le Matin e hijo de una aristocrática familia que desde antes y hasta hoy tiene presencia en la política y en la cultura de Francia. Poco tiempo después nacerá su única hija. Una relación que concluyó en un nuevo divorcio debido a sus intimidades con un sobrino de Henry. Años más tarde conocerá por fin a un fiel amigo y esposo – el judío Maurice Goudeket- quince años menor que Colette que padeció la tortura y la prisión cuando los nazis conquistaron Paris.
Relatos cortos respondieron a su ágil pluma. Encontró excelentes guías en este afán, desde George Simenon a Henri de Montherlant. Y con sus aventuras amorosas con Jean Cocteau y con Paul Valery pudo multiplicar los temas y matices de sus narraciones.
Gigi es su obra más importante. Es el retrato de una curiosa y afiebrada adolescente que procura diversificar sus experiencias sensuales eludiendo la severa mirada de su abuela. Fue llevado al cine. Colette escogió a una joven actriz – Andrey Hepburn – para representar a Gigi. Sin planteamientos ideológicos y sin artificiales recatos censura el estilo convencional de la burguesía femenina. A su juicio, sin aventuras y sin riesgos la vida carece de significado.
En algunos de sus relatos – como Noche blanca y Los zarcillos de la vid- se confiesa: …” Quisiera decir todo lo que sé, todo lo que pienso, todo lo que adivino, lo que me encanta y me hiere y me asombra…” Sublime deseo, al menos para ella.
Fue candidata al Premio Nobel en 1948. Mereció distinciones de la Academia Goncourt y una condecoración de la Legión de Honor. Ciertamente, no pocos de sus escritos disgustaron a espíritus estrechos. La Iglesia le negó un cristiano funeral, actitud que no impidió al gobierno francés rendirle un emotivo homenaje.
Todos sus escritos se encuentran en castellano editados por la editorial española Plaza -Janés. Algunos ya vieron la luz en hebreo. Herbert Lottman ha escrito la mejor biografía hasta aquí; vio la luz hace dos décadas. Y sus escritos y actitudes aún están con amplia razón en la pública memoria.
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