Colón descubre América, el ADN descubre a Colón.

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  • Descubrimientos históricos que te volarán la cabeza
  • Cristóbal Colón: el gran mentiroso que nos la jugó a todos
  • Un estudio genético español tira por la borda el mito del navegante genovés y destapa un secreto que lleva siglos enterrado

Durante quinientos años nos vendieron el cuento: Cristóbal Colón, el intrépido marino nacido en Génova, Italia, que surcó los mares y tropezó con América. Lo aprendimos en la escuela, lo leímos en los libros, lo vimos en estatuas y cuadros polvorientos. Pero agárrate, porque un equipo de científicos españoles acaba de prenderle fuego a esa historia oficial con un descubrimiento que tiene más giros que una telenovela. Olvídate de Génova. Olvídate del mito. Colón no era quien decía ser, y las pruebas están en su ADN.

Todo empezó en la Universidad de Granada, donde un grupo de mentes inquietas decidió hurgar en los restos del navegante más famoso de la historia. Liderados por el forense José Antonio Lorente, estos investigadores confirmaron en diciembre de 2024 que los huesos olvidados en la Catedral de Sevilla son, sin duda, los de Cristóbal Colón. Pero eso fue solo el aperitivo. Lo que encontraron al analizar su ADN es el verdadero golpe en la mesa: el tipo no era italiano. Ni de cerca. Los resultados apuntan a un linaje judío sefardí, con raíces hundidas en la España medieval. Sí, has leído bien: Colón, el supuesto héroe genovés, podría haber sido un judío español disfrazado.

Desmontando el engaño, hueso por hueso

El equipo no se anduvo con rodeos. Tomaron muestras de los restos de Hernando Colón, su hijo, y de Diego Colón, su hermano, y se pusieron a desentrañar el rompecabezas genético. A pesar de que el tiempo había hecho estragos en el material —imagínate ADN degradado por siglos de humedad y olvido—, lograron estudiar el cromosoma Y (la línea paterna) y el ADN mitocondrial (la materna). ¿El veredicto? Los marcadores genéticos coinciden con los de las comunidades judías sefardíes que vivían en la Península Ibérica antes de que la Inquisición les diera con la puerta en las narices. Esto no es una teoría de conspiración sacada de un foro oscuro; es ciencia dura, con pipetas y secuenciadores de ADN.


Pero espera, que la cosa se pone más jugosa. Este hallazgo no sale de la nada. Durante años, algunos historiadores ya venían oliéndose la tostada. Uno de ellos, Francesc Albardaner, expresidente del Centre d’Estudios Colombins de Barcelona, lleva décadas gritando a los cuatro vientos que el Colón genovés es un invento. Según él, en la Génova de la época no había ni rastro de una comunidad judía ni una sinagoga que justificara esa conexión. Entonces, ¿de dónde salió este tipo? Albardaner tiene una respuesta que suena a guión de Hollywood: Colón era un tejedor de seda valenciano, miembro de una familia judía que se la jugó para sobrevivir en una España obsesionada con purgar herejes. ¿Su estrategia? Ocultar su identidad, borrar su pasado y reinventarse como un navegante cristiano con una misión divina. Ingenioso, ¿no crees?

Un judío en la corte de los Reyes Católicos

Pongámonos en situación. Finales del siglo XV. España está en llamas con la fiebre religiosa. Los Reyes Católicos, Isabel y Fernando, firman el Edicto de Granada en 1492 —el mismo año que Colón zarpa rumbo a lo desconocido— y dan un ultimátum a los judíos: o te conviertes al cristianismo, o te largas (o te quemamos en la hoguera, si te pones rebelde). Miles de sefardíes se ven obligados a elegir entre la fe y la supervivencia. Muchos se convierten en “cristianos nuevos”, pero bajo la superficie, siguen siendo judíos de corazón. Según Albardaner, Colón era uno de ellos. “Judío de cultura, judío de religión, judío de nación y, sobre todo, judío de alma”, dice el historiador, citando los escritos del navegante, llenos de guiños al judaísmo que nadie quiso ver.

Entonces, ¿por qué el engaño? Fácil: sobrevivir. Si Colón hubiera admitido sus raíces en una corte donde la Inquisición olfateaba herejías como sabueso hambriento, su gran aventura nunca habría despegado. Necesitaba el respaldo de los reyes, sus barcos, su oro. Así que se puso la máscara y jugó el juego. Y vaya si lo jugó bien.

¿Quién fue realmente este tipo?

Cristóbal Colón no era un don nadie. Navegante, cartógrafo, almirante y soñador empedernido, este hombre convenció a los Reyes Católicos de financiar una locura: cruzar el Atlántico para encontrar una nueva ruta a las Indias. El 12 de octubre de 1492, sus carabelas tocaron tierra en lo que hoy llamamos América, y el mundo cambió para siempre. Pero no te equivoques: su “descubrimiento” no fue el primero, ni mucho menos el más pacífico. Los indígenas ya estaban allí, y hay evidencia de que otros pudieron haber llegado antes.

Hablando de eso, otro estudio reciente publicado en Nature mete más leña al fuego. Resulta que los rapanui de la Isla de Pascua —sí, los de las estatuas gigantes— podrían haber cruzado el Pacífico y tenido contacto con pueblos indígenas americanos siglos antes de que Colón siquiera soñara con sus barcos. El ADN de antiguos rapanui muestra un 10% de origen indígena americano, lo que sugiere un encuentro transpacífico que nadie vio venir. Adiós a la idea del “ecocidio” que pintaba a los rapanui como unos salvajes que destruyeron su isla antes de que llegaran los europeos. La historia, como siempre, es más complicada de lo que nos contaron.

El legado de un impostor

Entonces, ¿qué nos deja esto? Un Cristóbal Colón que no era italiano, sino posiblemente un judío español con un secreto a cuestas. Un hombre que navegó bajo una bandera falsa, literal y figuradamente, y que marcó el inicio de una era de conquistas, colonización y caos. Su ADN ha hablado, y con él, las teorías que lo pintan como un outsider en su propia narrativa cobran fuerza. ¿Era un genio oportunista? ¿Un superviviente desesperado? ¿O simplemente un mentiroso con suerte?

La próxima vez que veas una estatua de Colón, mírala bien. Ese tipo que apunta al horizonte no es quien crees. Y eso, amigos míos, es la magia de la historia: justo cuando piensas que la conoces, te da una bofetada y te manda a empezar de nuevo.

Acerca de Rob Dagán

Mi nombre es Gabriel Zaed y escribo bajo el seudónimo de Rob Dagán. Mi pasión por la escritura es una consecuencia del ensordecedor barullo existente en mis pensamientos. Ellos se amainan un poco cuando son expresados en tinta, en un escrito. Más importante es expresarse que ser escuchado o leído, ya que la libertad no radica en hablar, sino en ser libre para pensar, analizar.

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