Había una vez un rey muy triste. El sirviente del rey triste, era muy feliz. No se explicaba como el sirviente estaba feliz viviendo en la pobreza. El rey decidió llamar al más sabio de sus asesores y le pregunto:
– ¿Por qué él es feliz y yo no?
A lo que el sabio respondió:
– Ah, majestad, él está fuera del círculo.
– ¿Fuera del círculo?
– Así es.
– ¿Y eso lo hace feliz?
– No, Majestad, eso lo hace no ser infeliz.
– A ver si entiendo, ¿estar en el círculo te hace infeliz?
– Así es.
– Y él no está. ¿Y cómo salió?
– ¡Nunca entró!
– ¿Qué círculo es ese?
– El círculo del 99.
– No entiendo nada.
– Te mostrare con hechos, lo haremos entrar al círculo.
– Eso, obliguémoslo a entrar.
– No hace falta, Su Majestad. Si le damos la oportunidad, el entrará solito, solito.
– ¿Pero él no se dará cuenta de que eso es su infelicidad?
– Sí, se dará cuenta.
– Entonces no entrará.
– No lo podrá evitar.
– ¡Hagámoslo!
– Bien, para esta noche prepara una bolsa de cuero con 99 monedas de oro, ¡ni una más, ni una menos, 99!
Así fue, esa noche se ocultaron junto a la casa del sirviente. Allí esperaron el amanecer. Dentro de la casa se encendió la primera vela, el hombre sabio agarró la bolsa con una nota que decía: “ESTE TESORO ES TUYO. ES EL PREMIO POR SER UN BUEN HOMBRE. DISFRÚTALO” y la dejó en la puerta del sirviente.
El sirviente agitó la bolsa y al escuchar las monedas se estremeció, apretó la bolsa contra su pecho, y entró a su casa.
El, que nunca había tocado una de esas monedas. Las juntaba y desparramaba, hacia pilas de monedas: Una pila de diez, dos pilas de diez, tres pilas, cuatro, cinco, seis… mientras sumaba 10, 20, 30, 40, 50 60… hasta que formó la última pila: ¡99 monedas!
Buscó y buscó donde quedó la última moneda. “No puede ser”, pensó. ¡Me robaron! gritó.
Me robaron, ¡malditos!. “99 monedas. Es mucho dinero”, pensó. Pero me falta una moneda. ¡99 no es un numero completo! ¡100 si!
El rey y su asesor miraban por la ventana. La cara del sirviente ya no era la misma, estaba con el ceño fruncido y los rasgos tiesos.
El sirviente se sentó a hacer cálculos.
¿Cuánto tiempo tendría que ahorrar para comprar su moneda número cien?
Después quizás no necesitara trabajar más. Con cien monedas un hombre es rico. Con cien monedas se puede vivir tranquilo.
Si trabajaba y ahorraba su salario en once o doce años juntaría lo necesario. Quizás su esposa debía buscar trabajo. El mismo podía trabajar doble turno.
Sacó las cuentas sumando esos extras, en siete años reuniría el dinero.
Y así durante horas hizo sus cálculos… El rey y el sabio volvieron al palacio. ¡El sirviente había entrado en el círculo del 99!
Durante los siguientes meses, el sirviente siguió sus planes. Una mañana, entró a la alcoba real golpeando las puertas, refunfuñando y de pocas pulgas.
– ¿Qué te pasa? – preguntó el rey de buen modo.
– ¡Nada me pasa! ¡Nada!
– Antes, reías y cantabas todo el tiempo.
– Hago mi trabajo, ¿no? Qué querría su Alteza, ¿que fuera su bufón también?
Poco después el rey despidió al sirviente. No era agradable tener cerca de alguien que estuviera siempre de mal humor.
Es increíble, pero tenerlo todo crea un vacío. ¿Porque? Porque nunca logramos tenerlo todo. Siempre nos queda la sensación de que podríamos tener más. Tenemos la sensación de no estar completos, siempre falta algo y cuando ese algo llegue entonces seremos felices. Pero como siempre nos falta algo, entonces la felicidad no llegará. Es un círculo vicioso en donde nunca se puede gozar de la vida, nunca hay completa satisfacción.
Los padres de hoy hemos decidido darles todo a nuestros hijos, pero al hacer esto les creamos un mundo de constante insatisfacción y de vacío. Un mundo de 99 monedas.
“Si tuviera dinero ya sería feliz”; “Si bajara de peso ya sería feliz”; “Solo me falta una pareja para ser feliz”
¿Reconoces esto? ¿Has sentido que tu hijo(a) siempre se queja por lo que no le das? ¿Siempre estas a punto de ser feliz?
Sí, tenemos que seguir teniendo objetivos y sueños en la vida, pero tendríamos que poder disfrutar el camino, darle valor a lo que si tienes.
“Se puede tener por compañera la fantasía, pero se debe tener como guía a la razón.” Johnson, Samuel
Nos confundimos porque vemos a nuestro alrededor y pensamos que hay personas que si han conseguido tenerlo todo: esto es la presión social.
Me despido invitándolos a tener sentido del humor, eso nos alegra la vida y guarda una gran sabiduría.
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