Para las actuales generaciones de padres, Internet es algo que llegó en un determinado momento de nuestra vida y recordamos un tiempo en el que no existía.
Pero para nuestros hijos, la presencia de la red de redes ha sido una constante en su vida. Se han acostumbrado a ella y se han adaptado a sus cambios, utilizándola como un ámbito más en sus vidas.
Esta presencia permanente les proporciona muchas ventajas pero también algunos inconvenientes. Entre los más conocidos está la de la dependencia de Internet.
El smartphone, el rey de los dispositivos tecnológicos.
Las adicciones tecnológicas padecidas por niños y jóvenes suelen relacionarse sobre todo con los videojuegos, pero la interconexión permanente que posibilita el acceso a Internet ha fomentado nuevos modelos de adicción tecnológica.
Por su extensión en la población y sus múltiples usos, el teléfono móvil inteligente o smartphone es el dispositivo que mayor adicción provoca, sobre todo en la población más joven. Su facilidad de uso y las aplicaciones de redes sociales y mensajería instantánea hacen que millones de adolescentes consideren a sus teléfonos como un elemento imprescindible en su vida. Esto genera incluso expresiones artísticas sobre la adicción a los smartphones.
Pero la adicción a los teléfonos móviles suele ser solo una faceta de la más amplia adicción a Internet. El teléfono es el dispositivo más cómodo y funcional que nos permite el acceso a la red de redes, pero los enganchados a Internet no lo echan de menos si pueden seguir accediendo a ella con otros aparatos.
La detección temprana de la adicción a Internet.
Toda adicción se hace evidente cuando suspendemos el acceso del adicto al objeto o actividad que causa esta adicción. Pero sin necesidad de llegar a prohibir el acceso a Internet a nuestros hijos, podemos comprobar si padecen adicción según cómo reaccionen a las restricciones lógicas al pleno acceso a la red.
Si vemos que nuestros hijos prefieren sustituir experiencias reales por virtuales, ya tenemos un indicio de que su “vida online” tiene más importancia para ellos que la interacción física con su entorno.
La red no diferencia entre día y noche, y un adicto a ella suele tener más tiempo libre de noche. Por ello, los trastornos del sueño, las ojeras, el cansancio permanente y la irritabilidad suelen ser claras señales de que alguien está sacrificando horas de sueño para pasar más tiempo online.
Asimismo, el adicto suele inventar mentiras y excusas para estar más tiempo conectado, incurriendo en contradicciones. Si estas mentiras le son señaladas, suele sentirse ofendido o reaccionar de modo agresivo, incluso buscando el conflicto para que le “dejen en paz” y así obtener más tiempo a solas para su adicción.
Combatir la adicción de forma positiva.
Si detectamos este problema, podemos estar tentados de combatirlo con una decisión drástica como prohibir el acceso a Internet. Pero mucho mejor que una confrontación total con nuestros hijos es reconducir sus horarios de acceso a la red y controlarlos, así como seleccionar los contenidos a los que accede y las actividades que realiza online.
También será imprescindible fomentar hábitos que fortalezcan la visión positiva del tiempo disfrutado sin Internet. Encontrar hobbies y actividades entretenidas y que refuercen su autoestima es clave para que comprendan que Internet es solo un ámbito más de su vida y que no tiene por qué ser el más importante.
Siempre será mejor si estas actividades son realizadas con los padres y si se elige una actividad donde la interacción sea óptima y fomente su relajación. Por eso cada vez más padres se fijan en las ventajas del yoga para ninos.
Hay muchas otras posibilidades, como los juegos educativos o las excursiones a museos y espacios educativos. Siempre que los niños se diviertan de modo sano y comprendan que Internet es una opción más, les estaremos ayudando a prevenir o abandonar la adicción a la red.
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