Como en los Veinte

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El número veinte según yo es importante y bonito, noten como es sofisticado, no como el diez o el treinta o ningún otro a decir verdad, es guapo el veinte. Además de esto, para las personas representa la segunda década de su vida y mucho más importante que la primera.

Si lo pienso detenidamente como buena chica de la generación Y nostálgica, haber vivido en los veinte en Nueva York, con unos 17 años ya cumplidos al menos, me habría ido como anillo al dedo. Esta época maravillosa en donde Vogue y Vanity Fair eran revistas de contenido y publicaban de vez en cuando las historias cortas de Hemingway. O ¿qué tal toparse en la calle 54 a Dorothy Parker camino al hotel Algonquin para su junta semanal del ” The Vicious Circle” y que al pasar te deje ir una frase sarcástica como “Ducking for apples doll! Change one letter and it’s the story of my life”. Whiskey y cigarros en un sótano que ofrezca ver a Armstrong y Fitzgerald en dueto sólo porque se les antojo… hasta yo me vestía con las faldas de flequillos y los sombreros pegados; de hecho no, no lo habría hecho, eso es lo que me llena de alegría al pensar en los veinte, la gente estaba muy relajada (tan relajada que miren su depresión económica nueve años después…) sí claro las mujeres no teníamos derecho a votar aún ¡pero en eso estaban! y tengo la corazonada de que eran mucho más fuertes las mujeres en ese entonces. Seguro que con cien dólares en el bolsillo y una maleta podría haber caminado y conquistado esa época en mis pantalones, tirantes y zapatos que ahora resulta usan los “punketos”.

¿Por qué nos empeñamos en mirar atrás?


Música, moda, tendencias, tradiciones, personas, relaciones… Como si no encajaramos, llenos de ansiedad y miedo más que nada.

En lo personal, me cuesta no mirar atrás hacia las personas que he o me han dejado, como buena manipuladora obsesiva no se me da eso de que me dejen plantada en el altar. Tienes que estar en el foso para ver bien clara la salida, y vaya que me ensucie. Aún no salgo por completo, pero esto es lo que he meditado últimamente: no nos sentimos plenos muchas veces porque lo que buscamos y lo que nos ofrecen no concuerda. No es el hilo negro ni creo ser más iluminada que tú, pero si lo piensas… tal vez no te lo habías planteado de esta forma. Liz Gilbert narra en uno de sus libros como todas las ciudades y personas tienen una palabra. Por ejemplo, yo creo que la palabra para el metro de la Ciudad de México es “monotonía“, trépate a eso de las 8:00 am y dime qué tal se ven los pasajeros. Los estados de ánimo también se pegan.

Tras pensarlo un poco, y meditando otro más diciendo mis mantras y todos los recursos de los que me tuve que hacer para no ahogarme en ese foso… descubrí que mi palabra es “creer“.

Busco estar en lugares en donde pueda creer, ¿en qué? eso no importa, simplemente creer en algo, alguien, una idea, una corazonada, incluso un impulso. Creer que es posible, creer en mí, creer en ti.

Cuando en la noche se me acercan soledad y depresión me aferro muy fuerte a mi palabra y noto como me empiezo a llenar de calor y con un sentir invencible. Recuerdo lo afortunada que soy de tener lo que tengo y a las personas que sí se quedaron a mi lado después de la tormenta, mis logros y sobre todo saber que si llegué a amar de esa forma es porque hay mucho más escondido en mi.

Piensa en tu palabra. ¿Qué buscas? o ¿qué eres?, básicamente es ¿qué te define ahorita? Una vez que lo tengas claro y comiences a rodearte de personas o situaciones con esa definición, comenzarás a disfrutar el presente y más importante aún… dejarás de voltear atrás, hacia los veinte.

Acerca de Shirel Porras Hermida

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