El dolor se puede sentir de muchas maneras: físico, emocional, mental, social, espiritual, etc.
Pero estar viviendo constantemente con dolor, es algo insoportable, el dolor que sea. Resta calidad de vida y mina los ánimos de quién lo sufre.
Me ha tocado vivir con alguien enfermo y puedo decir que el enfermo no es el único que lo sufre. Acompañar a una persona con un padecimiento crónico es algo realmente difícil y complicado. Es como una prueba de esfuerzo, -si me pongo teológica-, se parece a una prueba de fe.
Muy de cerca he pasado por todos los médicos inimaginados en las diferentes especialidades no sólo en México sino también en EUA. El diagnóstico es…que no tienen idea. Han hecho cualquier cantidad de estudios y podemos decir en mi casa con tranquilidad que Bendito D´s el enfermo, no sufre nada grave que ponga en peligro su vida. Sólo que no saben que tiene. Pero de que le duele, le duele. Al principio el pobre no aguantaba los dolores, pero con el paso del tiempo, el dolor se vuelve parte de su vida y no queda más que la resignación. Hemos visto y seguimos viendo a cualquier médico que nos sugieren. Le han realizado todos los estudios posibles, lo han hospitalizado: hecho de todo: infiltrado, bloqueado, operado y no tienen idea de porque le sigue doliendo, y de qué forma. Quizá lo que más difícil es la incertidumbre. Tratar de comprender lo incomprensible, ese malestar ó dolencia, que no tiene un nombre, pero que está las 24 hrs. Siendo el foco de toda la atención. En este caso este “mal”, (porque no es una enfermedad) es de tipo crónico. Eso significa que es de larga duración.
Esto es difícil no sólo para el enfermo, sino para toda la familia. En especial si hay niños, ya que ellos no saben cómo lidiar con la enfermedad (de hecho, ni como adulto uno sabe).
Es común sentirse vulnerables, confundidos y preocupados por la salud y por el futuro.
Todas las reacciones son totalmente normales; como parte del afrontamiento de la noticia de que un mal llegó y no se sabe si algún día se irá.
Cuando uno reza por que haya salud, quizá no se alcanza a ver la importancia de estar saludable. Pero cuando los años van pasando, la salud empieza a ser tema de conversación cotidiana y más aún si realmente hay alguien enfermo.
Lo malo de esto no es el mal en sí mismo, sino en todo lo que desemboca; no sólo físicamente, sino también emocional, social y a veces, incluso, económicamente. Los males crónicos consumen todo lo que está cerca y la alegría es lo primero que se puede ir.
Aún siendo psicóloga y coach sé que no hay fórmulas mágicas para saber que se puede hacer en momentos como estos, pero creo que algunas recomendaciones pueden servir:
- Adaptarse a la realidad de estar con alguien enfermo en la familia.
- Escuchar a la persona afectada, tratar de empatizar con su problema.
- Mantener las actividades cotidianas, los pasatiempos, la cabeza ocupada para no caer en el desánimo: evitar caer inconscientemente en el victimismo, que no lleva a nada.
- Intentar estar al 100% de la capacidad si queremos ayudar y tomarnos un momento cuando sea necesario.
- Al igual que el dolor no da descanso, no hay que darle tregua al desaliento: no permitir que maneje nuestra existencia.
- Esto requiere tiempo, paciencia, amor, constancia de no darse por vencido.
- Afrontar la enfermedad como un reto diario a superar.
Dentro de lo posible tener una vida relativamente normal y con el favor de D´s: disfrutar de una vida plena.
Un articulo lleno de verdad en donde muchas personas pueden verse reflejadas y no saber como decifrar
el como acompañar a un ser querido.,en su vida.
Deseo que nadie pase esta pena dololrosa…
Que desgracidamente pasan muchas familias con seres queridos.
Elias