Compañero del aliento

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Cincuenta años después de la muerte del poeta Nizami, quien en su Khamsa o Quinteto contó la extraordinaria historia de Shirin y Cosroes, Omar Waqti retomó el tema en su Ham-nafas, Compañero del aliento, un breve relato en el que una mariposa cuenta  la aventura de los enamorados desde una perspectiva insólita, en clave sufí. Omar Waqti ya había descrito antes, en su Firas e-sér , El tapiz secreto, cómo puede uno viajar en meditación y trance sin moverse de su cuarto, y hasta qué punto el diseño de una alfombra induce al alma a salir de su laberinto de carne para ingresar en su cuerpo de luz. Quiso, por tanto, narrar el viaje desde el punto de vista del amor entre el hombre y la mujer.

La mariposa que cuenta la historia se llama Talab. Omar Waqti la describe pequeña, muy semejante a la criatura nocturna que en español llaman Esfinge Moro o Esfinge Colibrí, cuyo color pardo y ceniza sobrevuela las regiones paleárticas, India e Indochina. Puesto que Talab dice de sí misma que es la única entre las de su especie que vuela hacia atrás, su semejanza con el colibrí es obvia. Confiesa, al principio del relato, amar los arbustos bajos, la madreselva y los jazmines del atardecer. A veces, cuando la luz le acaricia el tórax, sus alas posteriores adquieren un brillo leonado.

Talab habla en primera persona. Su estilo es piadoso y sensible, como el de una viejita de voz delicada pero firme. Volar hacia atrás significa, para ella, que puede desandar el camino de sus personajes y verlos de niños en sus respectivos hogares.


Cosroes era un príncipe persa hijo del rey Hurmuzd, mientras que Shirin era la sobrina de la reina de Armenia, así que al comienzo de la historia la distancia entre ambos parece insalvable, cosa que, y para el amor, más que un impedimento es un estímulo El relato sostiene que Cosroes se enamoró de un sueño. Se vio a sí mismo cabalgando el caballo más veloz del mundo, Shabdiz, y constató que como premio a su carrera obtenía la mano de Shirin. Dos días después de ese regalo onírico su amigo Shapur regresa de Armenia y le cuenta que, en efecto, allí vive una princesa llamada Shirin. El sueño y la realidad se enfrentan y gimen en el pecho de Cosroes, quien, casi al borde del desmayo, piensa que no habrá para él ningún amor como ése. Descendido de la estrella polar a su pobre cabeza.

Por compasión para con su amigo, cuenta Talab la mariposa Esfinge, Shapur regresa a Armenia con un plan irresistible: paga a los servidores de la reina para que cuelguen retratos del príncipe Cosroes aquí y allá hasta rodear por completo el palacio de la bella muchacha, haciéndose presentar más tarde a Shirin para confiarle cómo puede llegar hasta Cosroes, el dueño de aquel rostro espléndido. La fuerza de las imágenes es la lengua de Alláh, dice Talab, el poder de las palabras su música y el encanto de las sílabas el mejor de los señuelos para las almas que buscan.

La princesa huye de noche, sin ser vista, prosigue Talab, pero ése no es un acto para la mujer común ni para el hombre de a pie. A menos que el amor te arranque el corazón y vuelva a ponerlo en su sitio pero al revés, a menos que el amor te empape la lengua de miel y pulse las cuerdas de tus tendones con una música irresistible, no vayas en su búsqueda. No salgas, no corras, ni saltes, ni preguntes. Quédate donde estás.  El gran amor es para los seres grandes, el pequeño para los pequeños, dice Talab. En el grande el riesgo va de la desposesión a la entrega, en el pequeño de la alianza al interés. Shirin montó el caballo más veloz que pudo encontrar en los establos de su tía la reina y siguiendo las indicaciones de Shapur cabalgó y cabalgó. Después de catorce días de marcha, exhausta, llegó a una charca de aguas límpidas, se desnudó y destrenzó los cabellos, cuyo color era el de una noche sin luna ni estrellas. Creyó que el contacto con el agua fresca renovaría sus fuerzas, que un masaje líquido le concedería unos instantes de olvido y que viajar era, en cierto modo, haber llegado.

Entretanto, dice Talab la mariposa, Cosroes, compelido a abandonar Persia por razones políticas, se dirigía a Armenia cuando se topó en su ruta con una visión extraordinaria: la de una mujer joven bañándose en una charcha. En sus curvas temblaban gotas de luz y entre sus senos nacía la aurora. Atónico, Cosroes se acercó a ella tan silenciosamente como pudo. Sobresaltada, Shirin,  por aquella presencia, se cubrió con sus cabellos, vistió de prisa y huyó al galope. Tan ardiente era su deseo, que Cosroes hubiese poseído allí mismo a esa hermosa mujer. Jamás habría creído que se trataba de Shirin, ni Shirin, por su parte, hubiera podido imaginar  que huía de quien amaba.

¡Si todo fuera tan sencillo, exclama Talab la mariposa Esfinge, no habría leyenda, ni parábola de amor, ni incitación a proseguir su búsqueda!  Pues ¿de qué modo se puede hallar el centro si antes no se recorren los extremos? Ella llegó a Persia para descubrir que él había ido a buscarla, él alcanzó Armenia para constatar que ella había partido tras su imagen. Y es aquí, oh buscadores, oh hijos del tiempo, oh sorprendidos míos, dice Talab, cuando al volver sobre sus pasos y redescubrirse-ya que eso es el auténtico amor, un redescubrirse-yo los rocé con mis antenas en el momento del abrazo y les transmití esta enseñanza:

-Dos son las alas pero uno el vuelo, evidente el reconocimiento pero invisible la constatación.

Tan completo fue entonces el abrazo que se dieron Shirin y Cosroes, que ni el yo, el tú, ni los demás pronombres hallaron lugar entre sus pechos, pues el mar del amor no tiene costas, islas ni exacta cartografía. Creeréis, oh peregrinos,  que la bondad del diálogo es superior al silencio compartido, pero es en la profundidad del pozo callado donde la oscuridad aclara el agua. Escuchad lo que dice Talab:

-Un ala sola es sacudida y ruido. Dos y al unísono, ascenso en los rayos del sol al fruto de la identidad.

Omar Waqti, el autor de Ham-nafas, Compañero del aliento, murió en el año 1281 creyendo ver en la auténtica mariposa Esfinge que visitó su jardín unos días antes, los cuerpos sutiles de Shirin y Cosroes enlazados desde siempre hasta siempre. Su último pensamiento fue: ´´Tú crees abrirle la boca a tus palabras, pero es Alláh quien distribuye los acentos.´´

Mario Satz: El alfabeto alado

Acerca de Mario Satz

Poeta, narrador, ensayista y traductor, nació en Coronel Pringles, Buenos Aires, en el seno de una familia de origen hebreo. En 1970 se trasladó a Jerusalén para estudiar Cábala y en 1978 se estableció en Barcelona, donde se licenció en Filología Hispánica. Hoy combina la realización de seminarios sobre Cábala con su profesión de escritor.Incansable viajero, ha recorrido Estados Unidos, buena parte de Sudamérica, Europa e Israel.Publicó su primer libro de poemas, Los cuatro elementos, en la década de los sesenta, obra a la que siguieron Las frutas (1970), Los peces, los pájaros, las flores (1975), Canon de polen (1976) y Sámaras (1981).En 1976 inició la publicación de Planetarium, serie de novelas que por el momento consta de cinco volúmenes: Sol, Luna, Tierra, Marte y Mercurio, intento de obra cosmológica que, a la manera de La divina comedia, capture el espíritu de nuestra época en un vasto friso poético.Sus ensayos más conocidos son El arte de la naturaleza, Umbría lumbre y El ábaco de las especies. Su último libro, Azahar, es una novela-ensayo acerca de la Granada del siglo XIV.Escritor especializado en temas de medio ambiente, ecología y antropología cultural, ofrece artículos en español para revistas y periódicos en España, Sudamérica y América del Norte.Colaborador de DiarioJudio, Integral, Cuerpomente, Más allá y El faro de Vigo, busca ampliar su red de trabajos profesionales. Autor de una veintena de libros e interesado en kábala y religiones comparadas.