Compló

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“¿Por qué no se compraron los trenes de contado?, porque no tenía dinero el Gobierno de la ciudad, porque hizo un esfuerzo muy importante para construir la Línea 12. Entonces, no podía con la carga presupuestal de la construcción y al mismo tiempo comprar trenes, por eso se busca un esquema que además incluye el mantenimiento”. En la voz del principal protagonista y actor del escándalo más grande en la historia del gobierno capitalino, esta no es simple declaración, sino confesión de culpa de Mario Delgado, secretario de Finanzas del DF en el pasado sexenio.

El secretario de Finanzas admite que al financiar la obra no pensó cómo financiar la parte móvil, los vagones, piedra que descubre en su zapato cuando la parte fija construida está a punto de ser terminada; en la precipitación propia de un funcionario escrupuloso decide alquilárselos a una empresa que los tiene nuevecitos para entrega inmediata, qué suerte, y contrata con CAF sin tomar en cuenta dos pequeños detalles, el primero sin importancia: “El contrato de arrendamiento con CAF presentaba un sobrecosto de al menos mil millones de dólares en comparación con la propuesta que hizo Norinko para el mismo fin”, según acusó pública y oportunamente Jorge Sotomayor, diputado federal. El segundo detalle es fundamental: los vagones de CAF no son como los de la Línea A, características exigidas en la licitación original, sino muy diferentes. Y eso generó el colosal problema.

Si complot es confabulación, conspiración, conjura, intriga y trama, el caso llamado Línea 12 del Metro es cada una de esas conductas y también todas juntas.


Cuando hace más de tres meses denuncié el meollo del problema (Bucareli, “El misterio del Orange Express”, 1 de marzo) no me equivoqué, pero era imposible imaginar entonces el cuidado y la anticipación de las acciones burocráticas para llegar a una consecuencia principal calificándola de recurso obligado frente a una contingencia súbita: el contrato de mil 588 millones de dólares (18 mil millones de pesos) para renta y mantenimiento de 30 trenes que el Sistema de Transporte Colectivo adjudicó directamente, dedazo, a la empresa CAF, gracias a la autorización otorgada por Mario Delgado, secretario de Finanzas del DF quien, alega, no estaba obligado a saber qué haría el STC con ese dinero. Pulcritud de minucioso servidor público celoso del destino de nuestros impuestos.

Mario Delgado preside la Comisión del DF en el Senado: entre sus funciones actuales no figura revisar la conducta del director de Finanzas del DF, Mario Delgado, y por lo tanto, no hay conflicto de intereses entre el Mario Delgado con fuero y el que autorizó el dinero que cinco días después se pagó a CAF. La canija casualidad lo llevó a encabezar en el Senado la comisión que, en otras manos, no hubiera tenido los impedimentos que el don Mario de hoy tiene para investigar al don Mario anterior.

Las buenas vibras fueron convocadas desde mucho antes de que don Mario y socios dejaran sus puestos en el gobierno capitalino, como si hubieran planeado protegerse, cubrirse las espaldas por si las moscas y también la Asamblea Legislativa del DF se llenó de cuatachos del alma quienes, prestos a cumplir con la patria, crearon la Comisión encargada de investigar la Línea 12 del Metro. Por casualidades no paramos: Pablo Hiriart se encarga de abundar en mi denuncia y afirma en su columna del martes en “El Financiero”: “La verdad no se puede tapar con las palabras ‘desgaste ondulatorio’. Lo cierto es que los trenes no son para esas vías. O las vías no sirven para esos trenes”. Pablo sospecha, como yo, que los involucrados se curaron en salud poniendo en lugares clave a quienes, si se destapaba la chapuza, pudieran echarles una manita. Ahí están haciendo lo que saben. Pablo los nombra uno por uno. Aquí algunos: Adrián Michel, oficial mayor del Gobierno del DF cuando este arroz se cocía; Cuauhtémoc Velasco, del Movimiento Ciudadano; Jorge Gaviño, del Panal; Fernando Espino, al frente del Sindicato del Metro desde hace 30 años; Ariadna Montiel, al frente de la Red de Transporte de Pasajeros del DF en el sexenio anterior, son los juzgadores de la conducta de funcionarios involucrados, sus excompañeros.

Hoy se presentará ante legisladores el resultado de la investigación. En la niebla de las comisiones especiales, en el laberinto de las definiciones técnicas, un grave peligro se cierne sobre usuarios y vecinos de la Línea 12: los vagones no son para esos rieles. De ahí derivan otras consecuencias. No es cosa de parches, los perjuicios serán cada vez mayores, las interrupciones del servicio más frecuentes. El deterioro apenas se conoce.

El peligro es mortal.

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