Conceptos erróneos sobre las fronteras de Israel

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La expresión “fronteras del 67” que tan a menudo oímos, escribimos y mencionamos, es una muestra del error en el que se incurre tantas veces -también nosotros, los periodistas – al hacer uso de frases o conceptos conocidos cuya base, de hecho, es equivocada.

No por minimizar lo equivocado de incorporar a nuestro propio lenguaje periodístico un término legalmente erróneo, aclararemos que la frase “fronteras del 67” ha entrado con toda naturalidad en la retórica del conflicto árabe-israelí – cuyo foco israelo-palestino parece haberse convertido en el central en los últimos años -, y es utilizada sin problemas por políticos y analistas de variadas tendencias. Se refiere por cierto a las fronteras que existían cuando estalló la Guerra de los Seis Días el 5 de junio de 1967. O sea que hablar de retirarse “a las fronteras del 67”, equivale a un llamado a Israel a salir de todos los territorios que conquistó en esa guerra: los altos del Golán, Cisjordania, la Franja de Gaza y Jerusalén Oriental. Cabe recordar que la península del Sinaí, conquistada en el frente egipcio, fue devuelta enteramente a Egipto en el marco del acuerdo de paz suscripto el 26 de marzo de 1979 y ya implementado.

Pero lo que en el uso común ya es conocido y utilizado diariamente como una expresión que todos entienden, debe ser analizado de otra forma, más legalista y ordenada, cuando hay de por medio decisiones pendientes de gobiernos en temas de política internacional.


Concretamente, antes de que nuestro gobierno decida en qué condiciones y en qué términos exactamente formalizará el ya anunciado reconocimiento del Estado palestino, consideramos conveniente explicar por qué señalamos que hablar de “fronteras del 67” es un error.

Si bien también nosotros, los periodistas, debemos ser exactos en el uso de los términos, hay una diferencia entre una nota que usa conceptos manejados comúnmente por el lector y oyente promedios y que transmite un concepto determinado, y los términos con los que se debe manejar un gobierno al anunciar pasos claves en su política exterior.

El tema está explicado a fondo en un detallado estudio escrito recientemente por el Embajador Alan Baker, ex asesor jurídico de la Cancillería israelí y actual Director del Centro Jerusalén de Estudios Contemporáneos.

Baker comenzó por recordar los recientes éxitos de la diplomacia palestina, al lograr que Argentina y Brasil anuncien formalmente su reconocimiento del Estado palestino “en las fronteras de 1967”, pero aclara terminantemente que “esas fronteras no existen ni tienen base alguna en la historia, el Derecho ni los hechos”. En realidad, la única línea fronteriza reconocida internacionalmente era la línea de demarcación de los armisticios de 1949, con los que se concluyó la guerra de Independencia de Israel. Eso está basado de hecho en las líneas del cese de fuego entre Israel y los ejércitos árabes que le invadieron apenas proclamada la fundación de Israel.

Concretamente, se trata de las líneas hasta las que habían avanzado los ejércitos a la fecha del 16 de noviembre de 1948, cuando fue declarado el alto el fuego y fijado como tal en la resolución 62 del Consejo de Seguridad de la ONU.

Se las conoce también como “la Línea Verde”, dado que en el mapa anexo al acuerdo de armisticio, fue marcada con color verde.

Los acuerdos de armisticio de 1949 especifican explícitamente que esas líneas no tienen significado político o legal que venga a suplir de antemano lo que resulte de futuras negociaciones sobre las fronteras. En otras palabras, claro está que las fronteras definitivas deberían determinarse en el marco de la búsqueda de un acuerdo de paz permanente. Las que existían cuando estalló la guerra en el 67, eran las fronteras del 48-49.

Las “fronteras del 67” surgieron cuando fueron violadas. Se entiende hoy de qué hablamos al mencionar el término “fronteras del 67”, porque la guerra en la que los árabes violaron las líneas de armisticio del 49 en un nuevo intento de destruir a Israel, tuvo lugar en junio de 1967.

Como Israel ganó la guerra, repeliendo los ataques en su contra y pasando el combate hacia el territorio del cual había sido atacado, amplió sus fronteras, conquistando todos los territorios ya antes mencionados. Inclusive la posición del Derecho internacional contra la adquisición de territorios por la fuerza – que no es menos fuerte que la oposición a un ataque bélico contra un Estado vecino – confirma que el concepto de “fronteras del 67” es de hecho una falacia. Si se sostiene que la conquista de territorios por parte de Israel en esa guerra fue ilegítima, pues clara está la necesidad de negociar para hallar una solución definitiva, que suplante las líneas de armisticio que existían desde 1949.

El Embajador Alan Baker recuerda que la propia resolución 242 del Consejo de Seguridad de la ONU llamó a negociaciones para determinar fronteras “seguras y reconocidas” y que, como es natural, los distintos acuerdos entre la OLP e Israel, suscriptos desde 1993 con el comienzo del proceso de paz, “confirman la intención y el compromiso de las partes a negociar fronteras permanentes”. En ninguna etapa de las negociaciones entre Israel y los palestinos hubo jamás una determinación de la frontera futura como una línea basada en “las fronteras del 67”.

El término, claro, es sí parte de la discusión pública, pero en un análisis ordenado de la situación, que inevitablemente debe incluir consideraciones jurídicas, todo lo aquí expuesto nos parece muy relevante.

Cabe recordar además que la propia Autoridad Palestina ya ha aceptado el principio de intercambio de territorios – tal cual dijera el propio presidente Mahmud Abbás recientemente en Ramallah – según el cual a cambio de un determinado porcentaje de Cisjordania que Israel dejaría en sus manos en el marco de un acuerdo para no tener que desmantelar el grueso de los asentamientos, entregaría a los palestinos un territorio de iguales dimensiones de su propio territorio soberano.

Si ese principio es aceptado e implementado, claro está que a “fronteras del 67” ya no habrá retirada.

¿Tiene lógica alguna pues – además del análisis jurídico pertinente – que gobiernos de países ajenos al conflicto se pronuncien sobre futuras fronteras irreales con las que tendrán que vivir otros pueblos que aún tienen que ponerse de acuerdo?

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