Condenemos al terrorismo, sólo si ocurre en Francia

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Por un lado, es un gusto ver la reacción – tan tremenda condena – de Occidente al terrorismo radical islámico que hoy tristemente ataca Europa. Además, las estruendosas declaraciones de tantos líderes, políticos y la sociedad civil que se han hecho resonar de manera tan enérgica y de forma tan pronta mediante diversos canales de información en solidaridad con las más de 150 víctimas mortales de los ataques de esta noche en París, me recuerdan que venceremos, a como dé lugar, en la lucha contra el terror de la Yihad (Guerra Santa) Islámica. Por supuesto, mi más sentido pésame y más grandes condolencias a las familias de las víctimas.

Sin perjuicio de lo anterior, vale la pena cuestionarse: ¿Qué sucede con la brújula moral del mundo? ¿Cómo puede justificarse el relativismo de quienes hoy condenan al terrorismo radical islámico pero al mismo tiempo en días anteriores han repudiado las acciones del Estado de Israel – la única democracia en Oriente Medio y el trigésimo sexto país más democrático a nivel mundial – para atacar la raíz del mismo?

Por alguna razón, por más difícil que sea de entender y por más contradictorio que parezca, el mundo hoy ha demostrado su elección de condenar el terrorismo y pugnar por la paz dándose el lujo de hacerlo si y sólo si los actos terroristas – condenables en toda instancia, por supuesto – son perpetrados contra ciertas personas y en ciertos lugares. Desde luego, me permito insistir en que el terrorismo, ya sea islámico, ya sea de cualquier índole, es reprochable; condeno con toda fuerza los barbáricos actos que se han llevado a cabo en París.


Disculpándome por el atrevimiento, nuevamente me permito recalcar con sinceridad que mi corazón y mis lágrimas están con las familias de las víctimas. Pero, ante esta situación, no podría perdonarme no hacer notar que en el caso de Israel, el mundo ha elegido el silencio ante actos de la misma magnitud que los que hoy, lastimosamente, golpean Francia. En los casos en que Israel –su gente– ha sido la víctima, tristemente los más, el mundo guarda silencio o peor aún, condena la respuesta del Estado de Israel, alegando la presunta ilegitimidad de su derecho a defenderse, despotricando contra la respuesta de la justicia ante las crueles acciones que perpetra el terrorismo radical islámico y se vale de acusaciones falsas para justificar sus inhumanas críticas. ¿Lo alarmante? Aquello se ha convertido en lo rutinario, el pan de cada día.

Dice el egregio maestro William Robertson Davies que “los ojos sólo están preparados para ver lo que la mente puede comprender”. ¿Qué puede verse entonces en el “caso Israel” a la luz de lo ocurrido en Francia esta noche? Hay que mirar muy de cerca, poner mucha atención. ¿Realmente el único estado democrático en Medio Oriente –Israel– es un “ocupante injusto y agresivo que vulnera los derechos humanos y comete crímenes de guerra”? ¿Existirá la posibilidad de que con éste enfoque, abordando la tragedia que hoy sufre Francia, el mundo pueda ver la realidad que circunda al único país judío sobre la faz de la tierra? ¿Será que el mundo pueda por fin considerar el hecho de que el Estado de Israel es un país rodeado por fanáticos extremistas musulmanes, terrorismo y creciente odio? ¿Es mucho pedir que el mundo, ahora que ha visto el rigor de la violencia que apareja el terrorismo radical islámico, comprenda que Israel no tiene el derecho, sino la obligación, de defenderse a sí mismo y a sus ciudadanos (judíos, árabes, cristianos, musulmanes)? Mirar adecuadamente y –en palabras de W. Robertson Davies– preparar la mente para comprender, es sin duda el mejor acercamiento a la verdad, a comprender cabalmente la compleja realidad que día a día vivimos en Medio Oriente.

Nuevamente, he de puntualizar que acompaño y me solidarizo con Francia en su dolor. Extiendo mi más sentido pésame a las familias que hoy comienzan con su luto y a la sociedad francesa que hoy ha conocido la inexorabilidad de la Jihad, pero ante todo, y siempre, estoy con Israel.

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