Cuando escuchamos la palabra “consuelo” pueden venir a la mente varias palabras relacionadas, como: ayudar, apapachar, consentir, reconfortar; pero es una palabra más profunda de lo que se cree. De acuerdo con el Oxford English Dictionary, la palabra “consuelo” viene del latín con fortis, que significa “ser fuerte con” la definición hace énfasis en el con en lugar de “ser fuerte para“, esto nos explica que la persona que consuela debe de ser un respiro para el estresante e indiferente mundo que nos rodea y simplemente sentarse a escuchar y permitirle a la otra persona que admita su dolor.
Esto se entiende como una tarea fácil pero lamentablemente la cultura moderna manda mensajes diferentes, constantemente se trata de buscar soluciones efectivas y rápidas, se vive en un mundo “ajetreado” donde no se permite parar por un tiempo y verdaderamente externalizar el dolor porque la cultura ha presentado al “dolor” como algo “malo” o “momentáneo” de lo que se debe recuperar con una solución efectiva y rápida; esto se puede ver cuando al momento de enfrentarte a una persona que pasa por momentos dolorosos se le quiere ayudar a “superar” el problema con tiempo medido, rápido, en lugar de ofrecerle un tiempo y un espacio para que verbalice o simplemente regalarle de tu tiempo para que se sienta valorado y en compañía.
Por otro lado, con el consuelo la comunicación es lenta, dispareja, impredecible y confusa. Por eso las personas que tienen el don genuino de saber consolar aceptan la incertidumbre que esta sintiendo esa persona y no intentan buscarle una solución posible al problema, le transmiten que el dolor es un proceso que requiere de gran paciencia y de calmada firmeza, le dejan sentir lo que sienten; esto puede ir desde una sonrisa tranquilizadora hasta un abrazo. Con esto se puede entender que la mayoría de las personas y en sí, la cultura no se maneja de esta manera.
Especialmente, las personas consoladoras como anteriormente referimos tienen un don genuino; ciertas cualidades que de forma verbal y no verbal transmiten cuando una persona se encuentra en crisis o presenciando dolor:
Primeramente el estar presente, escuchar y mantener un contacto visual adecuado es la base de estas cualidades, estar comprometido con el momento y el sentimiento eleva la empatía y esto facilita el vínculo que ayuda a que el dolor se exprese. Brindar completa atención le hace sentir y pensar a la persona que su dilema te interesa; culturalmente podemos percibir que estar en completo “silencio” es incómodo o que siempre se tiene que decir algo, pero el permitir permanecer en silencio es reconfortante porque ahí aparece un lenguaje no verbal que consuela al alma y es a veces más efectivo que las mismas palabras.
Es por esto que, la importancia de la empatía es grandiosa, debido a que forma una conexión donde no importa si hay una identificación o no con sus creencias, estatus o pasado, crea una sensación de respeto donde no se juzga ese dolor y le es permitido sentirlo. Cuando una persona pasa por momentos difíciles, relacionarse con una persona empática le es de gran ayuda porque tener esa cualidad abre un “ambiente puro” donde los estereotipos, juicios o prejuicios no tienen lugar y permite que los actos o palabras que podrían ser juzgadas se hablen y así poco a poco la herida pueda sanar. De tal manera que, un hábito cultural destructivo, es la tendencia a comparar sufrimientos que mandan mensajes como: “su miseria es peor que la tuya, así que no deberías quejarte” esto causa que la empatía se vea afectada y esto puede provocar una sensación de culpa, donde el dolor y el problema son minimizados y como consecuencia es categorizado como sin importancia; la persona que sufre puede llegar a sentirse incómoda con su sentir y la empatía en su relación de pares o familiar es eliminada.
Por otra parte, el brindar paciencia alivia a las personas que sufren porque al pasar por momentos de crisis se disminuye la concentración, esto causa dificultades para expresar sus necesidades o deseos y es por eso que son propensos a repetir varias veces lo mismo o no “llegar al punto rápidamente”. El cuidar, ser compasivo, cálido, gracioso, amable, atento o considerado son actos pequeños que significan todo para la persona que sufre.
De igual importancia, un elemento reparador para la persona que sufre es que la persona que la consuela le comunica (verbalmente o no) que cree en él/ella, que en el momento que esté lista va a encontrar la solución para seguir adelante, le transmite esperanza y la cree capaz de levantarse en el momento que sólo él o ella esté lista.
En el caso de la persona que consuela, debe de mantener su compromiso de ser confiable, esto significa que hace promesas realistas que sabe que puede cumplir y que no sobrepasan su capacidad; ser claro y honesto con los límites evita compromisos extras y también crear falsas esperanzas que al final repercuten en la persona que sufre, esto protege al consolador de resentimientos por no hacer demasiado cuando no se puede o simplemente no le corresponde.
Un ejemplo de formas de consuelo se puede ver en el acompañamiento terapéutico realizado por Maayan Hajaim, es importante tener estas habilidades de conexión y consuelo con los pacientes que están pasando por momentos de angustia, porque al tenerlas el paciente se siente escuchado, comprendido, acompañado, esperanzado y lo mas importante que alguien cree en su mejoría.
Val Walker. (2011). “El arte de consolar”. México: Vergara.
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