¿Conspiración judía en México?

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Esta semana me topé, como es costumbre, con uno de los mitos antisemitas más comunes en nuestro país. Los judíos, me dijo un conocido, “han controlado esta ciudad por muchos años”.

Remarqué que mi interlocutor no decía esto con dolo, sino convencido de que su idea estaba basada en hechos reales; acostumbrado ya a este tipo de sinsentidos, habría decidido no reflexionar demasiado en este suceso, si no es porque horas después observé este mito magnificado por ciertos personajes con presencia en medios de comunicación en el contexto de la victoria de Claudia Sheinbaum. Me interesa menos señalar a estos personajes, y prefiero evitar darles publicidad (si están interesados en esto les invito a leer la columna de Leo Zuckerman esta semana), y más explorar los orígenes de este mito en nuestro país.

Los judíos en México no son un grupo homogéneo. Existen, sin duda, sectores pobres en esta comunidad, por ejemplo aquellos que se sostienen semanalmente con despensas que otros miembros con más recursos donan. Además, el mito de que los judíos controlan la economía mexicana está basado en aire. Entre los 35 mexicanos más ricos, según Forbes, no hay un solo judío.


Sin embargo, es verdad que, en promedio, el ingreso de los individuos de la comunidad supera al de la mayoría de los mexicanos. El éxito de un sector importante de la comunidad judía se asemeja al de otras comunidades migrantes en el mundo. Generalmente los migrantes, sin importar su origen, tienden a tener ciertas características personales que los hacen distintos que el resto de la población. Migrar no es una experiencia fácil, generalmente se necesita de motivación, esfuerzo y trabajo. Éste, por ejemplo, es el caso de los migrantes asiáticos en Estados Unidos, que en pocos años han tenido una gran movilidad social. La segunda explicación es que los judíos emigraron en grupo y crearon una serie de instituciones de ayuda social que permitieron su integración además de instituciones de crédito, que les permitieron abrir nuevos negocios. Ésta es una práctica común, por ejemplo, entre migrantes mexicanos en Estados Unidos. Además, al igual que sucede en Nueva York, donde, por ejemplo, un gran porcentaje de las tiendas de abarrotes es de migrantes yemeníes, los migrantes judíos se dedicaron a una serie de industrias específicas. Por último, aunque la mayoría de los migrantes de primera generación era pobre y poco educada, las tasas de educación de la segunda generación son muy altas. Esta historia no es poco común en nuestro país. De hecho, algo muy similar sucedió con la migración libanesa a México; aunque, eso sí, nadie nos hablará de una conspiración libanesa, ¿verdad? El éxito de la comunidad judía en México nada tiene que ver con conspiraciones, ni con rasgos “étnicos”, como algunos apuntan, sino con un contexto sociológico de migración específico. Cualquier explicación de otro tipo no es ni más ni menos que burdo antisemitismo.

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Twitter: @gabriel_msod

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