Corán en Kenia

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Un 83% de población cristiana, un 11,2% de musulmanes. Quien no tenga a la vista esas cifras difícilmente alcanzará a entender la atrocidad en Nairobi.

Mujeres, niños, hombres, en la indolencia de un centro comercial en fin de semana… Mujeres, niños, hombres, a quienes se asesina en masa, sin motivo alguno y en impecable indiferencia. ¿Es horrible lo que sucede en Nairobi? Lo es para la racional mirada de un hombre ilustrado. Pero eso, en el islam, no existe. Al miliciano de los “Jóvenes Muyahaidines” (Al-Sabbaab) no le turba la ejecución masiva y sin sentido de no creyentes. No se atiene a lógicas racionales, el yihadista. Se atiene al Libro, en el cual está prescrito todo. Todo: lo prohibido, lo permitido, lo obligado. Todo: también lo que debe ser hecho en un antro de infieles como Nairobi.

El Corán es una coartada infalible para el sacrificio. Una matanza en masa y sin objetivos sólo puede ser perpetrada sin recelo bajo el dictado de la locura o de un dios exterminador. A un miliciano de Al-Sabbaab o Al-Qaeda, barrer la escoria que no acepta a Alá es acercar el mundo al Paraíso. Dar muerte a los que no creen no es, así, asesinato: es yihad, sacrificio ante Alá, aplicación de lo que manda su Libro. Y ese libro existe desde toda la eternidad junto a Alá, antes de ser dictado a su Profeta, es voz intemporal suya, idéntica a Él: no admite cambios, matices ni interpretaciones.


Lo que ese Libro inalterable dicta desde su idéntica eternidad con Alá, en lo que se refiere a la vida o muerte del infiel, es –en fría literalidad– esto:

“No digáis de quienes fueron muertos en el camino de Dios que están muertos. No. Están vivos, pero no sois conscientes de ello.” (II, 154). “Dios no ama a los transgresores. Matadlos allá donde los encontréis… Si os combaten, matadlos: tal es la retribución de los incrédulos.” (II, 191). “El combate os está prescrito… Dios sabe el motivo, aunque vosotros no lo sepáis.” (II, 216). “Y, sobre todo, no creas que quienes cayeron en el camino de Dios están muertos. Están vivos.” (III, 169). “Que aquellos que entregan la vida presente a cambio de la futura combatan en el camino de Dios. Concederemos una recompensa sin límites a quien combata en el camino de Dios, ya muera, ya sea victorioso.” (IV, 74). “No sois vosotros quienes matáis. Es Dios quien mata.” (VIII, 17). “Matad a los politeístas, allá donde los encontréis.” (IX, 5). “¡Combatidlos! Dios los castigará mediante vuestras manos.” (IX, 14). “Combatid a los que no creen en Dios ni en el Día Final, a los que no declaran ilícito cuanto Dios y su Profeta declararon ilícito; a aquellos que, entre las gentes del Libro, no practican la verdadera religión.” (IX, 29). “Dios ha comprado a los creyentes sus personas y sus bienes para darles el Paraíso a cambio. Combaten en el camino de Dios: matan y son matados.” (IX, 111)…

Es el Corán. Idéntico a Alá desde la eternidad. Inalterable. Se aplica. Y nadie que no sea musulmán (un 88,8% de la población keniata) es inocente para un yihadista.

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