Con comprensibles argumentos y en las presentes circunstancias el gobierno jefaturado por Netanyahu concentra la atención en el dramático ascenso del covid y los resultados que apareja en la economía. Actitud que cabe entender – incluso aplaudir – considerando el abrupto descenso en los mercados laborales que en estos días comprende más del veinte por ciento de sus integrantes. Como resultado, las protestas masivas se multiplican en todo el país, y obligan a un inestable gobierno a ofrecer complementos monetarios que en corta medida reducen la angustia colectiva.
Sin embargo, ni el creciente empobrecimiento de las masas ni el cerrazón físico y social de la ciudadanía- visibles consecuencias de acumulativos errores gubernamentales – justifican la desatención a un peligro mayor: el surgimiento de Irán como potencia nuclear.
Cabe recordar que hace algo más de una década, cuando Netanyahu y Barak gobernaban el país y festejaban un diálogo que hoy totalmente enfrió- alentaron la idea de atacar resueltamente a Irán con el fin de deshacer radicalmente sus intenciones en favor del armamento nuclear.
Atrevida intención que fue radicalmente resistida por el liderazgo militar y por los servicios de inteligencia del país. Ambas instancias consideraron que las intenciones de Netanyahu-Barack apenas tenían fundamentos reales y que traerían como resultado la amplia condena internacional al país. Por fortuna, ambos atendieron estas razones. Y cabe agregar que en el andar de los años estas dos figuras revelarán un mutuo e incorregible desprecio.
Desde entonces las intenciones de Teherán en cuanto al recurso atómico han progresado sin obstáculos importantes. Ningún factor internacional ha acertado a ponerles freno. En estos días, la influencia militar iraní en Siria y El Líbano se dilata con rapidez; las inconfesadas iniciativas militares de Israel en estos países tienen restringido éxito, y no se precisa elevada imaginación para anticipar los resultados que habrá de aparejar el advenimiento de Irán en potencia nuclear.
Sin embargo, dos son las preocupaciones cardinales de Netanyahu en estos días. La primera: responder en alguna medida a las justas reclamaciones de una población castigada por el covid, factor que puso en evidencia el acumulativo rezago de los servicios de salud en el país. Y después: propiciar un cuarto torneo electoral que tendría lugar en los inicios del próximo año, torneo que, a su parecer, le concederá una contundente victoria.
Dos intenciones que descuidan un tema vital: la conversión de Irán en una potencia nuclear. Si este escenario cristaliza debido a la presente pasividad internacional y regional, Jerusalén deberá lidiar con un virus que dejará muy atrás al que hoy se conoce. Atinará la frágil coalición Netanyahu-Ganz a percibirlo?
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